viernes, 16 de octubre de 2009

LFC: repudio a la extinción, necesidad de diálogo.

Decenas de miles de integrantes de organizaciones sindicales, campesinas, populares y estudiantiles del país se congregaron ayer en el Zócalo de la ciudad de México y manifestaron su repudio al asalto de las instalaciones de Luz y Fuerza del Centro (LFC) y la posterior liquidación de la compañía, decretada en los primeros minutos del pasado domingo. Quedó de manifiesto así un rechazo contundente de dichos sectores a una medida que se consumó en forma por demás arbitraria, de espaldas a la sociedad y al margen de la legalidad: como han expresado distintos especialistas en temas jurídicos, la decisión de desaparecer LFC careció de bases, pues no existía amenaza de huelga ni el servicio estaba en riesgo, y para extinguirla con el argumento de su inviabilidad financiera habría sido necesario llevar a cabo un juicio de conflicto colectivo de naturaleza económica, cosa que no sucedió.
Durante el mitin, el secretario general del Sindicato Mexicano de Electricistas (SME), Martín Esparza, anunció que, gracias a la intervención del Gobierno del Distrito Federal, la administración calderonista había accedido a establecer una mesa de diálogo a partir de hoy. Por la noche, el gobierno federal reiteró su disposición al diálogo y confirmó que hoy se instalará una mesa de negociación con el sindicato, pero precisó que ésta tendría por objeto explorar alternativas de reinserción laboral, así como para velar por el estricto cumplimiento de los derechos de los trabajadores de LFC, con lo que dejó en claro que no pretende dar marcha atrás en la liquidación de la compañía.
Habría sido deseable, ante las expresiones de inconformidad social que ha detonado la decisión gubernamental, que las autoridades federales exhibieran una actitud más abierta y sensible a tales reclamos, y que procedieran, en consecuencia, a emprender un diálogo efectivo. En ese sentido, la respuesta del gobierno federal es desalentadora: los trabajadores del SME no piden alternativas de reinserción laboral sino la recuperación de sus puestos de trabajo y la derogación de un decreto que atenta, precisamente, contra el estricto cumplimiento de los derechos de los trabajadores.
Por añadidura, la supuesta disposición de la administración calderonista al diálogo se ve empañada por su persistencia en presentar a los trabajadores de la extinta compañía paraestatal como un sector privilegiado, ineficiente, beneficiado con prestaciones injustificables y oneroso para el país. Es necesario reiterarlo: contrario a lo que se afirma desde el discurso oficial, los trabajadores de esa empresa no constituyen una minoría privilegiada; su ingreso promedio asciende, como se informó ayer en este diario, a poco más de 6 mil pesos mensuales, monto que incluso se ubica por debajo de la media nacional.
No puede soslayarse que los empeños gubernamentales por denostar al SME tienen como telón de fondo un proyecto económico que preconiza el desmantelamiento de las conquistas y las asociaciones sindicales, incentiva la proliferación de mecanismos como el de la subcontratación, ha llevado el poder adquisitivo de los salarios a niveles raquíticos y destruido los mecanismos de bienestar social. A lo como puede verse, resulta inconcebible para la arrogancia tecnocrática que ha caracterizado a las recientes administraciones que los empleados cuenten con prerrogativas laborales favorables y que estén dispuestos a organizarse para defender sus puestos de trabajo.
En suma, cualquier diálogo que se establezca entre los empleados de LFC y las autoridades estará destinado al fracaso en la medida en que no sea precedido por una voluntad efectiva de las segundas para abandonar la campaña de linchamiento mediático que han emprendido en contra del SME, y reconocer de cara a la sociedad que los factores que derivaron en la difícil situación que atraviesa la compañía no son achacables por entero al sindicato, sino que se gestaron en los malos manejos administrativos de la empresa y en la astringencia presupuestaria que se le ha impuesto en las pasadas décadas. La circunstancia presente demanda que el Presidente y su gabinete demuestren voluntad política para escuchar los reclamos de un sector amplio de la ciudadanía, y que privilegie el diálogo y la política por encima del hostigamiento y la confrontación.

Damnificados de la valentía
Víctor M. Quintana S.
Si las guerras salinistas contra Jonguitud y La Quina arrojaron como resultado final a Elba Esther y Romero Deschamps, Dios nos agarre confesados ante el resultado de las guerras calderonistas contra los sindicatos y el crimen organizado.
El esquema de la ofensiva de Salinas para legitimarse ha sido repetido, con su asesoría o por mimetismo de dictadorzuelo, por el afán también de legitimarse del actual inquilino de Los Pinos. Fuerte y seriamente cuestionado su triunfo electoral, Salinas asestó golpes decisivos a los caciques de los sindicatos de educación y petrolero para mostrar a la ciudadanía su afán de cambio desde la raíz, a la vez que dejar muy claro quién tenía el poder en la mano. Ya conocemos los resultados.
Aquí no podemos decir –parafraseando a Marx– que Calderón revive en tragicomedia lo que había sido una tragedia, porque lo que sufrimos es un deterioro al mínimo nivel de lo que ya era una tragicomedia. Ansioso de mostrar que sabe usar el poder que arrebató, Calderón se lanzó a una guerra más absurda y letal –15 mil muertos ya– que la de 1847. No contento con eso, la emprende ahora contra Luz y Fuerza del Centro y contra sindicatos como el SME, el de los mineros y vaya usted a saber cuántos más van a seguir.
Seguramente algún mercadólogo le dijo a Felipe que la valentía vende bien. Y a falta de los empleos que ofreció, a falta de la tranquilidad que garantizó, lleva ya casi tres años recetándonos solamente valentía. Bueno, si valentía se puede llamar a disparar decisiones que a uno mismo lo afectan poco y sin considerar sus consecuencias en el resto de la sociedad. Hágase mi valentía en los bueyes de mi compadre.
No sólo es el decidir por aparentar que se tienen el control y la valentía lo cuestionable en las guerras filipinas. Es asimismo dudosa la orientación no sesgada de dichas batallas. Tomemos por ejemplo la famosa guerra contra el crimen organizado: ¿realmente se combate por igual a todos los grupos delincuenciales? ¿Por qué entonces en Chihuahua más de 90 por ciento de las aprehensiones por parte de las fuerzas federales son de miembros de uno solo de los cárteles en disputa?
Lo mismo dice la sabiduría callejera de la ofensiva calderonista contra los sindicatos. Si con los arrestos que se emprende la cruzada contra el charrismo de Napoleón, o que se combate a la directiva del SME, que no apoyó el asalto a Los Pinos de quien desde ahí manda ahora, si con esos arrestos se persiguieran la antidemocracia, la corrupción, las aviadurías, de Elba Esther o Romero Deschamps, entonces sí estaríamos pensando que Calderón se comprometía y no lanzaba otro desplante el pasado primero de septiembre.
Porque se habla con hipocresía de las inmensidades monetarias con que se subsidia a Luz y Fuerza del Centro, y de su machacada ineficiencia, pero no se evalúa la eficiencia de una secretaría como la de Educación Pública, botín de la maestra y los suyos. O en el peso de la corrupción que lastra a Pemex más que el agotamiento de Cantarell. ¿Por qué no contempla ahora el implacable Lozano la terrible ineficiencia de su secretaría, la tardanza promedio de tres años para resolver un juicio en que un pobre anciano demanda que le devuelvan el dinero de su Afore?
¿Y los colaterales, como le llaman quienes conducen los operativos conjuntos a los efectos perversos de su cojo combate al crimen organizado? Habría que contar cuántos robos de vehículos, cuántos secuestros, cuántos asaltos a mano armada, cuántas extorsiones, cuántas violaciones a los derechos humanos padece la población inerme por cada presunto criminal que se encarcela. Así como habrá que contar los desempleados directos e indirectos, los echados a la calle en un momento en que lo que menos hay en ella es lo que más prometió Calderón en su campaña.
Así son las guerras de Felipe Calderón: guerras sesgadas en los adversarios que inventan. Guerras que tienen oligo-beneficiarios, como las organizaciones criminales no combatidas, o la empresa del triple play que aprovechará las líneas de transmisión de Luz y Fuerza del Centro. Guerras con pocos beneficiarios y miles de víctimas civiles, inocentes. Por ese camino, pronto el país entero será damnificado de su valentía.