sábado, 31 de marzo de 2012

Jóvenes: votar en defensa propia

Desfiladero
Jaime Avilés

Durante un concierto, el sábado pasado, ante decenas de miles de jóvenes asistentes al festival Vive Latino, Rubén Albarrán, vocalista de Café Tacvba, llamó a sus fans a no votar el 1º de julio porque todos los políticos son corruptos. Ahí mismo, León Larregui, líder de la banda alternativa Zoé, convocó a votar por Andrés Manuel López Obrador. Y las posturas de ambos, aunque contrapuestas, fueron respaldadas con explosivas muestras de júbilo.

¿Todos los políticos son corruptos? No, pero basta con echar un vistazo a algunos de la lista de aspirantes al Senado para estar de acuerdo con Albarrán: para escapar de la cárcel, allí tratarán de refugiarse sujetos protervos, como los cómplices del saqueo de Mexicana de Aviación y la destrucción de Luz y Fuerza del Centro, ex gobernadores dueños de fortunas inexplicables, o los hombres del primer círculo de grupos políticos. ¿Cómo podríamos votar por ellos?

Ellos también pertenecen a los grupos del PRD que llegaron al poder en 2006 con los votos del movimiento de López Obrador y se dedicaron a hacer la política de Calderón, al servicio del PRIAN y de las empresas de Estados Unidos, Canadá y España contra los intereses del pueblo de México.

Fieles a sus compromisos con la ultraderecha nacional e internacional, se negaron a admitir en sus listas de aspirantes al Congreso a una sola de las personas propuestas por López Obrador y tampoco aceptaron ceder a las bases del Movimiento Regeneración Nacional un solo puesto de representantes de casilla en todo el país. El PRD ha pasado a la historia como el primer partido que trata a su candidato a la Presidencia como a su peor enemigo. De allí la vigencia de la consigna que se repite de boca en boca: ¡ni un voto al PRD! Las nuevas boletas electorales así lo permiten.

Ahora bien, ¿no votar para qué? Quienes abogan por el anulismo –horrible palabra que evoca la salida del tracto gastrointestinal–, ¿qué proponen? ¿Deslegitimar al régimen? Pero si éste perdió toda legitimidad mediante el fraude de 2006. ¿Contribuir a que todo empeore para que todo mejore? ¿Cómo? ¿Por la vía insurreccional? ¿Bajo qué liderazgo? Por sincera que sea, la pretensión de anular el voto para castigar al poder con el látigo de nuestro desprecio (Rodríguez Araujo dixit), es un suicidio. ¿No votar para garantizarle impunidad a Calderón, García Luna, Cecilia Romero, Molinar Horcasitas? No, gracias.

Hay, por desgracia y por cientos de miles, personas a quienes la desmesura del dolor que padecen opera en ellas como anestesia y las priva de toda esperanza. Hay también muchísimas más que, por fortuna estadística, no han sido tocadas por la tragedia y son indiferentes a ésta, mientras apuestan a que su buena suerte perdurará gobierne quien gobierne. Entre estos extremos, que sin duda se tocan, hay 20 millones de jóvenes de 18 años que podrán votar por primera vez pero todavía no saben si cruzarán la boleta a favor de alguien, o no acudirán a las urnas, o anularán su voto para mostrar su rechazo al sistema. También a este grupo pertenecen los que se sienten muertos en vida y con sobradas razones abrazan la causa del escepticismo.

Votar o no votar el 1º de julio es un falso dilema. Hay que hacer las dos cosas. Votar por el único proyecto que ofrece abiertamente poner fin a 30 años de dictadura neoliberal, reactivar la economía, reconstruir el tejido social, devolver a soldados y marinos a sus cuarteles, rescatar el campo, crear 7 millones de empleos, bajar los precios de la electricidad y los combustibles, dejar de exportar petróleo y de importar gasolina, enfrentar al crimen organizado con educación, salud, trabajo, deporte y actividades recreativas.

Pero al mismo tiempo hay que anular o no votar por quienes cobijándose bajo las banderas del proyecto alternativo se apoderaron de las candidaturas al Congreso para bloquear las rutas de acceso al cambio verdadero. ¿Cómo podríamos votar en el DF por los candidatos del PT que palomeó Adolfo Orive? Tras la matanza de Acteal, en 1997, Orive llegó a la Secretaría de Gobernación en 1998 y, dados sus estrechos vínculos con los paramilitares de Paz y Justicia, trabajó como asesor de Francisco Labastida para endurecer la represión contra el EZLN y sacar al obispo Raúl Vera de la diócesis de San Cristóbal.

Habitantes de una ciudad de izquierda por excelencia, los capitalinos, según todos los pronósticos, votarán masivamente por López Obrador y Miguel Ángel Mancera (en este caso por horror a Beatriz Paredes y a la señora Wallace), pero o bien se abstendrán en la elección de delegados, de diputados locales, federales y senadores, o cruzarán su boleta por candidatos de otros partidos, de acuerdo con sus simpatías e intuiciones. Bien saben que no habrá ninguna diferencia entre un delegado nefasto como lo fueron Víctor Hugo Lobo en Gustavo A. Madero e Higinio Chávez en Tlalpan, o Demetrio Sodi en Miguel Hidalgo. En la ciudad de México, el voto de castigo al PRD es la única posibilidad que tenemos para liberarnos del yugo de los bejaranos y los chuchos.

El proceso electoral que se avecina puede marcar el inicio de una nueva etapa en la vida de México o ser la breve antesala de la desintegración del país, en el marco de la peor crisis económica de todos los tiempos. Brasil, Rusia, India y China pretenden crear un banco alternativo al Banco Mundial y disponen del doble de divisas que éste. La sola idea le da soponcio a Wall Street. No en vano, Agustín Carstens, sin pelos en la lengua, exhortó (o más bien ordenó) a Enrique Peña Nieto abrir (léase entregar) Pemex a Estados Unidos apenas llegue a la Presidencia.

Tan sólo por esta razón, nuestras elecciones van a convertirse inevitablemente en un plebiscito que decidirá el futuro de nuestro petróleo. Votar a favor del PRIAN significará regalar Pemex a Washington. Votar a favor de Morena, todo lo contrario. Ante este dilema, ¿los anulistas insistirán en que no votemos? Tenemos por delante mil y una tareas para emprender la reconstrucción del país, pero una de las más urgentes consiste en frenar la desaparición forzada de jóvenes, un sector de la población que según los cálculos más conservadores suma por lo menos 16 mil víctimas en este sexenio. ¿Quién puede atreverse a llamar a los jóvenes a no votar para que este gravísimo peligro siga pendiendo sobre ellos?

Cada vez con más frecuencia aparecen evidencias aquí y allá de nexos entre grupos de narcos, policías, agentes del Ministerio Público, directores de cárceles, soldados, marinos y demás, que integran escuadrones de la muerte. En la ciudad de México es ya un suplicio leer en los andenes del Metro los reportes de las desapariciones de niñas y adolescentes que ocurren día tras día. Por más que la inmensa mayoría de los políticos sean corruptos y deleznabales, por más que la televisión insista en la falsa ventaja irreversible de los candidatos de la derecha, por más indignados y ofendidos que estén, los jóvenes tienen que salir a votar el 1º de julio en defensa propia, y votar en contra de los que se han adueñado de México.

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