Juan Tonda *
Parece que en México nos cuesta mucho trabajo resolver los problemas de manera estructural, y el caso del programa Hoy no circula es uno de ellos. La Ciudad de México está en un valle y constantemente se concentran los gases. En ocasiones se produce inversión térmica y una enorme contaminación causada, en primer lugar, por el transporte público concesionado (microbuses, combis, autobuses suburbanos y taxis), con 60.6 por ciento de viajes diarios. En segundo se encuentran los automóviles privados, con 29 por ciento; en tercer sitio está el transporte público metropolitano (Metro, Metrobús, tren ligero y trolebús), con 8 por ciento, y, finalmente, las motos y bicicletas hacen 2.4 por ciento de viajes diarios. Con excepción del Metro, el tren ligero, el trolebús y las bicicletas, todos contaminan. Los tres primeros lo hacen indirectamente, si las plantas que producen la energía eléctrica están en el valle de México y funcionan con combustibles fósiles.
Pero, oh sorpresa, el argumento de la secretaria de Medio Ambiente de la Ciudad de México, Tania Müller, es una falacia. Se necesita la ciencia y la tecnología para medir cuál es la contaminación de todos los transportes de la Ciudad de México, así como la cifra de cada uno de ellos, que en realidad no se conoce y no la ha proporcionado el gobierno de la Ciudad de México. Los viajes no son argumento. Se requiere saber cuánto contamina cada unidad, cuánto tiempo al día están prendidos los motores y cuál es la contaminación total. De igual forma, cómo contamina cada uno de los transportes. A la atmósfera ingresan contaminantes y lo producen diferentes transportes. Hay que saber cuántos genera cada unidad y no el número de viajes, y a partir de esa información hay que tomar decisiones.
Existen dos posiciones radicales respecto de la Ciudad de México. La primera es cambiar de lugar la capital de México, porque parece que ya no funciona (el promedio de velocidad es de ocho a 11 kilómetros por hora, la velocidad para trotar, y la contaminación es muy elevada), y hay que reubicarla a otro lugar con una visión sustentable de largo plazo. Esta solución no es despreciable, y ya se aplicó en Brasil con la construcción de Brasilia. La segunda que han defendido mi padre, Juan Antonio Tonda, y otros arquitectos, como Alberto Kalach, Teodoro González de León y Felipe Leal, es establecer la ciudad lacustre, que supone inundar la urbe hasta la llamada cota de los 2 mil 250 metros, donde la Ciudad de México se convertiría en un gran lago, como el que habitaban nuestros antepasado, es decir, un regreso a la gran Tenochtitlán. Y reubicar e indemnizar a todos los habitantes que viven debajo de esa altura.
La tercera medida, que no es radical, es convertir la Ciudad de México en una gran urbe eléctrica y mecánica, en la que no existan los coches de gasolina, es decir, ser una capital en la que el transporte de los ciudadanos se realice mediante unidades eléctricas, bicicletas o caminando. En primer lugar el Metro, luego el tren eléctrico. Posteriormente los camiones eléctricos solares, los trolebuses. Después los autos eléctricos y, finalmente, la motos y bicicletas eléctricas. Por supuesto que queremos las bicicletas comunes y que las personas caminen e inunden las calles, como ocurre en Madrid, Barcelona, París y todas las urbes desarrolladas, donde los habitantes toman las calles para caminar y disfrutar su ciudad, como ocurre en la Condesa y la Roma. Recuperar nuestros ríos, reforestar y caminar.
Pero para lograrlo se necesita tomar decisiones de fondo y no dar atole con el dedo a la ciudadanía. Se requiere dinero y compromiso del gobierno y de los empresarios mexicanos, así como de los habitantes, para resolver los problemas de manera estructural.
Hoy ya hay soluciones concretas para comprar o producir camiones eléctricos solares (por ejemplo, BYD), autos, motos y bicicletas eléctricos (por ejemplo, Zilent). En 36 ciudades de otros países se han comprado camiones eléctricos solares; por ejemplo, 800 en Washington.
La cultura del coche de gasolina no se puede acabar si no le ofrecemos a la población un transporte eléctrico que no contamine y que esté al alcance de sus posibilidades.
Hasta ahora no se ha consultado a los especialistas de la ciencia y la tecnología de la Ciudad de México. Valdría la pena hacerlo antes de tomar decisiones.
Instituto de Energías Renovables, UNAM
juantonda@ier.unam.mx