viernes, 13 de mayo de 2016

La Fundidora Monterrey, ¿presagio de Pemex?

Los bancos fueron sujetos a igual patrón, así como otras empresas –Luz y Fuerza del Centro, entre las que más pudieron resistir gracias a su sindicato. Con Pemex nadie dude que se pretenda seguir el mismo camino. Sólo faltaría que los mexicanos lo permitiésemos
Abraham Nuncio
De partida de madre calificaron los obreros de la Fundidora de Fierro y Acero Monterrey el cierre súbito de su centro de trabajo. El hecho ocurrió, justamente, el sábado 10 de mayo de 1986, luego de que la siderúrgica fuera declarada en quiebra.
En muy diversos actos dentro de la academia (su sede fue la Facultad de Filosofía y Letras de la universidad pública de Nuevo León) y fuera de ella –señaladamente un amplio programa en el Parque Fundidora– la clausura de la que fue la industria insignia de Monterrey a partir de su fundación, en 1900, fue motivo de análisis desde diversas disciplinas con motivo del trigésimo aniversario del nefasto suceso.
Aquí señalo algunos puntos básicos sobre el proceso, según la exposición de Aurelio Arenas, ex dirigente de uno de los grupos que lograron dar al sindicato de obreros minero-metalúrgicos de la Fundidora (Sntmmssrp) la autonomía que no había tenido con la hegemonía sindical del grupo priísta.
Esa interpretación es la que me parece más lógica, a juzgar por lo que luego del cierre de la acerera norteña, que llegó a ser la más importante de América Latina, siguió por efecto de la política neoliberal aplicada por el duopolio PRI-PAN.

Después de su fundación, la Fundidora conoce tres etapas de expansión: la primera, en 1941; la segunda, que se inicia en 1965, y la tercera y última, fechada en 1974. En cada etapa se amplía y mejora tecnológicamente su infraestructura productiva.
En virtud de esas ampliaciones, la Fundidora alcanza hacia 1970 una producción de un millón de toneladas de acero al año. Paradójicamente, este año registra pérdida por primera vez en su historia. Su deuda había ascendido a 95 millones de dólares. Entonces, la empresa, conducida por Carlos Prieto, elaboró un programa de recuperación y renovación tecnológica. Contrató con un consorcio bancario internacional un crédito a 10 años y aumentó su capital social con la participación de tres empresas de un grupo japonés y Nacional Financiera, que adquirió 26 por ciento del capital mediante la aportación de 300 millones de pesos. En 1974 –la tercera etapa– se pretendía alcanzar una producción de un millón 500 mil toneladas anuales.
Había, sin embargo, problemas sociales, económicos y políticos, conflictos ideológicos y un horizonte de crisis: la de 1976 y la de 1982. En su conjunto afectaron la operación y el futuro de la Fundidora.
Pero otro hubiera sido su destino si el Estado no propicia su quiebra, para efectos de convertirla en emblema del nuevo giro del capitalismo, dirigido a propulsar mayor concentración de la riqueza en manos de la burguesía global, a la que pertenecen las élites burguesas nacionales, y al debilitamiento de la clase obrera: dos cuestiones claves que usualmente no se mencionan en análisis y descripciones de variopinto enfoque sobre el tema.
Un movimiento encabezado por estudiantes de Durango, dentro del clima propio de la época, impidió que el mineral de hierro extraído del Cerro del Mercado pudiera ser movilizado hacia Monterrey. La siderúrgica permaneció privada de esa materia prima durante 131 días. A este problema se sumó la crisis mundial del acero: su precio se contrajo en alrededor de 50 por ciento. Es una crisis que se prolonga una década y que conoce su peor momento en 1982. En el arco 1970-1986, la mengua paulatina de sus finanzas y la negligencia deliberada del Estado la hacen padecer una falta de mantenimiento crónica. Inevitable consecuencia que remite al reciente episodio de Pemex, en Pajaritos: en 1971, una grúa, cuyo mal estado había sido objeto de varios reportes, provoca un grave accidente con saldo de 17 muertos.
Cuatro golpes fúnebres. En 1978, la Fundidora se convierte, junto con Altos Hornos y la Siderúrgica Lázaro Cárdenas-Las Truchas, en uno de los activos del grupo paraestatal Sidermex. 1) El plan de inversión de Sidermex 1979-1982 y 1983-1990 omite recursos para la Fundidora, salvo 2 mil millones que le asignan –y que no llega a ejercer por completo– de 400 mil millones de la segunda etapa. 2) Desde 1976, el control de precios establecido por la Secretaría de Comercio y Fomento Industrial hace que el del acero mexicano sea menor al del mercado internacional. 3) La especialización, una medida tecnocrática del grupo, reduce a la Fundidora sólo a producir aceros planos (planchón), cuando antes producía diversos tipos de acero. 4) Su enorme deuda en dólares, al dispararse los intereses de esta moneda y la devaluación galopante, la postran como a toda la industria nacional. Pero a diferencia de otras unidades, públicas y aun privadas, a las que el Estado rescata financiando la diferencia cambiaria mediante la compra de su deuda en pesos, pagándola en dólares a través del llamado Ficorca (genearca del Fobaproa, Ipab y los que puedan venir), la Fundidora nuevamente es puesta al margen de tal beneficio.
El cierre de la siderúrgica regiomontana estaba cantado. Sólo faltaba crear un tinglado, en franca complicidad con medios impresos y televisivos y los intelectuales rastreros que no faltan, para tener un chivo expiatorio, y éste fue su base laboral: flojos, viciosos y conflictivos vinieron a ser los siderúrgicos disciplinados y combativos que por generaciones fueron ejemplo de la clase obrera de Monterrey.


Aceros Planos, su filial más productiva, fue privatizada. Con el tiempo salió de las manos privadas de capital nacional para pasar a manos de capital trasnacional.

Los bancos fueron sujetos a igual patrón, así como otras empresas –Luz y Fuerza del Centro, entre las que más pudieron resistir gracias a su sindicato. Con Pemex nadie dude que se pretenda seguir el mismo camino. Sólo faltaría que los mexicanos lo permitiésemos.