domingo, 10 de julio de 2016

Después de 40 años, de 50 años o de 60 años, seguimos adelante.

Antonio Gershenson
El jueves leí, en la sección El Correo Ilustrado de este periódico, un escrito encuadrado. Está titulado: El magisterio capitalino reinicia su lucha. Menciona la dirección de Othón Salazar, datos desde 1956 (hace 60 años) y que en 1958 y mediante una huelga y guardia permanente en la SEP, produjo el mayor incremento salarial hasta entonces alcanzado. La historia sigue, pero yo quiero mencionar el hecho de que en 1958 yo estaba en primer año de bachillerato en la Preparatoria 5, y que ya leía con mucho interés estos hechos en el periódico. Y lo seguí leyendo, claro.
Menciono que el primero de los firmantes, Iván García, y yo fuimos compañeros de trabajo y de lucha en el Partido Socialista Unificado de México (PSUM), entonces recién formado por la fusión de cinco organizaciones de izquierda.
Confío que en todo esto no me falle la memoria en algo, porque fue hace más de medio siglo el principio del relato, y los más recientes hechos mencionados, son de 33 a 40 años.
Precisamente, el próximo sábado, 16 de julio, se cumplen 40 años de la ocupación militar de nuestros centros de trabajo, de los trabajadores y profesionistas de energía nuclear, todos sindicalizados.
El partido unificado escogió un equipo de diputados con personas de las diferentes procedencias, y yo fui uno de ellos, por lo que también desde ahí se podría pelear.
La mencionada ocupación militar –que es entre otras una muestra de lo que son capaces de hacer– se dio en un contexto muy interesante, para que no se crea que este tipo de medidas salvajes es algún tipo de solución final.
Otra de las medidas represivas fue la suspensión del trabajo por seis meses de dos personas, el secretario general, Arturo Whaley, y yo, que también era miembro de la dirección sindical, creo que secretario del exterior. Supongo que ahora, en los movimientos sindicales en curso, preferirían ese castigo a los suyos que los despedidos, no digamos los encarcelados o asesinados.
Nuestro movimiento sindical no sólo siguió sino que se fortaleció. Siempre teníamos reuniones con otros gremios, con grupos sindicales democráticos y con organizaciones de estudiantes, de comerciantes en pequeño y en general populares.
Al final de 1977, se envió a la Cámara de Diputados, una ley nuclear (abreviadamente), reaccionaria y represiva, se trataba de darnos un golpe mayor, como sindicalistas y como mexicanos. Un pequeño grupo de nosotros, incluso siendo vacaciones, íbamos en las mañanas en que había actividad en la Cámara de Diputados y hablábamos con diputados. De hecho, se llegó a formar un grupo que llegó a nueve legisladores, todos del PRI, con el que conformamos un programita y un plan de acción: reuniones, conferencias y varias actividades para formar un contraproyecto, para el proyecto de ley. Quiero mencionar que una diputada miembro de este grupo de los nueve es la maestra Ifigenia Martínez y sigue en la lucha con la izquierda.
Con ese proceso, el proyecto oficial se fue a la basura y en el proyecto aprobado estaban todas nuestras demandas, menos una que ya no recuerdo con precisión. Se incluyeron apartado A (con derecho al contrato colectivo, nos habían mandado castigados al B), registro de Sindicato de Industria, Contratos Colectivos con ININ y con Uramex.
En 1979 se concretaron el apartado A, el registro de Sindicato Nacional de Industria y los contratos colectivos con ININ y Uramex.
Para 1982, en el Congreso del Trabajo se definió la alianza de hecho con sindicatos con el sector público, como el SME, telefonistas, petroleros y otros. Se planteó la nacionalización de la banca.
El primero de septiembre se anunció, en el primer día de la nueva Cámara de Diputados y ante la misma, la nacionalización de la banca. Era también mi primer día de diputado.
Ya con un nuevo presidente, Miguel de la Madrid, se hicieron miles de planteamientos de huelga por aumento salarial, incluso las nuestras para el 30 de mayo de 1983. Se da un aumento salarial que induce la cancelación de las huelgas por los sindicatos.
Sin embargo, el director de Uramex no acepta la cancelación, con la intención, entonces secreta, de liquidar a la entidad.
Poco después, en el periodo de revisión de contrato, el SME convocó a un foro del movimiento obrero en defensa de los contratos colectivos, del SME y del Sutin (nucleares), de sindicatos de dentro y fuera del Congreso del Trabajo, que se llevó a cabo.
Al principio de 1984, se priva al gremio petrolero de fuentes de ingreso, que se entregan a empresas privadas. Se trata de golpear a Joaquín Hernández Galicia La Quina. Otro de los delitos que se les atribuyen por debajo del agua es el apoyo al Sutin.
Todo este tiempo estuvo cerrado Uramex, hasta el momento de su clausura, y, en efecto, La Quina se solidarizó en lo económico con vistas al sostenimiento de los que llevaban mucho tiempo sin ingresos y seguían en la lucha. Todo esto, no sólo esta medida, le costaría, como sabemos, la cárcel.
Pese a todo, como es público, aquí seguimos, y seguiremos.
Y seguiremos apoyando al movimiento de los maestros, que lleva 60 años y ahí sigue.
antonio.gershenson@gmail.com