Abraham Nuncio
Ustedes se indignaron, pidieron respeto a su posición y publicaron un desplegado en numerosos diarios del país, titulado Así No, en el que condenaron las declaraciones de Andrés Manuel López Obrador, el candidato de Morena, por llamarlos una minoría rapaz que se ha visto privilegiada por el gobierno y aun, que lo ha mantenido secuestrado y sustituido en sus funciones. AMLO dio algunos de los nombres de empresarios pertenecientes al Consejo Mexicano de Hombres de Negocios. Pero el resto y los que se agrupan en el Consejo Coordinador Empresarial, adoptando un espíritu de cuerpo, lo calificaron de intolerante y contrario a los intereses de la inversión y del país.
Parece ser que lo de minoría es evidente. Y lo de rapaz es parecido a eso que el presidente de la Asociación Latinoamericana de Micros, Medianos y Pequeños Empresarios (Alampyme) dijo de sus organismos (el CCE y el CMN): no representan al sector de las empresas pequeñas y medianas, pues ellos sólo constituyen el uno por ciento de la planta productiva y se dedican a cuidar sus intereses particulares y no el desarrollo del país.
De infundios y calumnias tildaron las declaraciones de López Obrador, quien insiste en emplear el término la mafia del poder para identificar la relación promiscua entre ustedes y el liderato político encabezado por el Presidente de la República. Veamos.
En 1976 ustedes sacaron sus capitales del país, para cuestionar las políticas del presidente Luis Echeverría, que habían favorecido a la mayoría pero sobre todo a la clase media, y presionar un cambio favorable a sus intereses. En efecto, José López Portillo cedió a esa presión y en Monterrey signó con ustedes el pacto llamado Alianza para la Producción. Acto seguido, los convirtió en los beneficiarios del auge petrolero. Seguro no olvidan ese reportaje que la revista Fortune tituló The Mighty Mexicans. Se endeudaron en dólares hasta la cima. Y cuando la Reserva Federal de Estados Unidos decidió subir los intereses, sus finanzas se vinieron abajo. Pero el proteccionismo estatal fue en su auxilio. ¿Recuerdan el préstamo ilegal de Banobras para salvar a Alfa? Populismo para ricos. Fue en 1981. En febrero de 1982 ya estaban ustedes sacando sus capitales del país. Por eso López Portillo, considerándolos traidores, estatizó la banca hasta entonces en sus manos.
Que no se señalen culpables, dicen ustedes ahora. ¿Quiénes, entonces, contribuyeron a empobrecer a la mayoría de los mexicanos? Sin embargo, Miguel de la Madrid los premió mediante la gran transa financiera que hicieron por medio de Agustín Legorreta, que era presidente del Consejo Coordinador Empresarial, y los 300 de ustedes mismos (la banca paralela); también con la reconfiguración neoliberal del Estado: para la macroempresa, lo que pida.
En 1988, el priísta Carlos Hank González se reunió con ustedes (o sus predecesores; da lo mismo pues el método nada ha cambiado) en su residencia de Lomas Virreyes para apoyar la candidatura de Carlos Salinas de Gortari. Allí estuvieron Carlos Slim, Juan Sánchez Navarro, José Arango, Roberto Hernández, Jerónimo Arango, Carlos Abedrop, José Madariaga, Agustín Legorreta, Claudio X. González, Miguel Alemán, Emilio Azcárraga. Hubo otros, ustedes los recordarán.
El propio Salinas, en 1993, los convocó en la casa de Antonio Ortiz Mena, ex secretario de Hacienda y Crédito Público, para que aportaran a la campaña del PRI, ya en puerta, 25 millones de pesos por piocha. Azcárraga, que ya sabía a dónde iba a parar lo fundamental del gasto electoral, propuso que la aportación fuera del doble. Todos apechugaron.
Ernesto Zedillo, ya ungido tras el asesinato de Luis Donaldo Colosio, en un acto similar efectuado en la casa del difunto Lorenzo Zambrano, presidente de Cemex, pasó el sombrero a los integrantes del grupo Monterrey. Allí depositaron su óbolo para garantizarle el triunfo frente a Cuauhtémoc Cárdenas, de quien hablaban como ahora lo hacen de López Obrador. A cambio recibieron, entre muchas otras prebendas, el rescate de la banca: el Fobaproa y el Ipab nos la han hecho pagar a los mexicanos, que no tenemos para patrocinar campañas electorales. Como la de Fox y sus amigos, entre otros ustedes. O la de Felipe Calderón, que promovieron y solaparon en sus ilícitos. O la de Peña Nieto, con su misma pauta empresarial.
Ustedes, para seguir enriqueciéndose a costa del fondo de recursos nacionales, resultado menos de su talento y esfuerzo que de la gran masa de trabajadores de muy diversos oficios y especialidades, chantajean al gobierno con el dinero, que es también de todos, pero al que ustedes le dan un uso privado merced al mecanismo de la propiedad impuesto un tanto por la fuerza (cuerpos armados) y otro tanto por la ideología (escuelas, instituciones religiosas, medios de comunicación, etcétera).
La corrupción es empollada durante las elecciones. Ustedes emplean el trabajo de otros, convertido en dinero, para invertir en los partidos y candidatos que mejor pueden responder a sus intereses particulares. O bien, lo sacan del país: una acción que debiera ser declarada crimen de lesa humanidad. Con ello, amén de empobrecernos, fuerzan al gobierno a hacerles concesiones particulares y en términos de políticas públicas. Cierto, quienes lo dirigen han preferido unirse a ustedes en actos genuinamente mafiosos y corruptos. Ustedes se indignan con las palabras, no con los hechos, y menos si los protagonizan.
El de México no es, como dicen, un capitalismo de cuates. Es de ustedes y de sus cómplices públicos. El Estado es par. ¿Así sí?