Lev M. Velázquez Emmanuel González-Ortega*
El descubrimiento y uso de los antibióticos para tratar las infecciones bacterianas es uno de los avances más significativos en la historia de la medicina y ha salvado millones de vidas. Sin embargo, la resistencia bacteriana a los antibióticos es un problema que ha crecido exponencialmente y amenaza la salud humana, la seguridad e inocuidad alimentaria, la bioseguridad y la sostenibilidad de los ecosistemas a escala mundial. La evolución de la resistencia a los antibióticos en los microrganismos ocurre principalmente como consecuencia de una presión selectiva (la molécula antibiótica) hacia poblaciones bacterianas que previamente eran sensibles al antibiótico; las bacterias resistentes a los antibióticos poseen una ventaja evolutiva en comparación con otras bacterias presentes en el mismo nicho ecológico, por lo que las bacterias resistentes pueden multiplicarse aún en presencia de los antibióticos (existen ya bacterias multirresistentes), haciendo muy difícil y costoso el tratamiento médico usado para detener las infecciones bacterianas en humanos. Cada año hay más de 500 mil muertes a escala mundial por infecciones con bacterias resistentes a los antibióticos.
El uso masivo y descontrolado de antibióticos (en la clínica humana y en la producción pecuaria industrial e intensiva) son los factores principales en el aumento de la resistencia bacteriana a los antibióticos, de tal manera que aunque es prácticamente imposible conocer la cantidad real de antibióticos usados debido a la falta de regulación internacional, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura estima que el uso anual de antibióticos podría llegar a 60 mil toneladas, sólo en la producción animal.
En la actividad pecuaria intensiva, particularmente la porcícola (que implica condiciones de hacinamiento de los cerdos, estrés permanente, la presencia tanto de alimento y desechos en el mismo espacio, entre otros), normalmente los antibióticos se administran oralmente y de manera sostenida con el objetivo de prevenir la aparición de infecciones bacterianas subclínicas que afecten a los cerdos. Se estima que entre 70 y 90 por ciento de los antibióticos aplicados son excretados sin metabolizar, lo que significa que hay elevadas concentraciones de antibióticos en el ambiente de las granjas porcícolas, que es tanto un factor de contaminación como de riesgo en la emergencia de resistencia a los antibióticos. En la actividad pecuaria y la cadena agroalimentaria, la transmisión potencial hacia los humanos de cepas bacterianas resistentes a los antibióticos se origina por tres vías principales: actividad intensiva de granjeros con animales infectados con cepas resistentes; a través de alimentos infectados, o agua contaminada.
Recientemente se publicó evidencia científica que indica que un factor que provoca la evolución de la resistencia a los antibióticos en bacterias como Salmonella o E. coli es la presencia en el suelo y agua de herbicidas ampliamente usados en la agricultura tecnificada, tales como el glifosato, Dicamba, o el 2,4-D, y que las bacterias resistentes emergen aun cuando el herbicida se encuentra por debajo de los límites permitidos para su aspersión. Este dato implica que si las personas consumen alimentos elaborados con productos agrícolas que fueron rociados con herbicidas, eventualmente aparecerían cepas de bacterias resistentes a los antibióticos que serán difícilmente controlables.
Actualmente en el estado de Yucatán, los habitantes mayas de la comunidad de Homún se oponen a la operación de una granja porcícola en su territorio. El municipio de Homún se localiza dentro de la reserva estatal geohidrológica del anillo de cenotes, decretada área natural protegida desde 2013. Los cenotes son cuevas inundadas de origen calcáreo que tienen importancia histórica en la cosmogonía maya, pero también son fuente esencial de abastecimiento de agua para las comunidades. Los cenotes son considerados lugares de nacimiento de vida: en ellos se encuentra el agua virgen (Sujuy ja’), y ni los mayas ancestrales ni los actuales se equivocan: más de 40 por ciento del agua que llega a la ciudad de Mérida proviene del anillo de cenotes, además de que el ecoturismo hacia estas cuevas es la actividad principal de los habitantes de Homún y de otras comunidades mayas cercanas.
La operación de la granja porcícola (que pretende criar 50 mil cerdos anualmente) pondría en riesgo potencial la salud de la población maya de Homún, pero también de la población de Yucatán en general por la potencial emergencia de bacterias resistentes a los antibióticos, ya que el agua es uno de los vehículos principales por los cuales se propagan las cepas de bacterias resistentes. Por otro lado, el artículo 8 del Convenio sobre Diversidad Biológica de la Organización de las Naciones Unidas, convenio ratificado por México, indica que los pueblos indígenas y las comunidades locales son sujetos sociales centrales para la conservación de la biodiversidad y el desarrollo sustentable, por lo que debe respetarse la decisión y sabiduría del pueblo maya de Homún de no aceptar la operación ahí de la granja porcícola.
*Unión de Científicos Comprometidos con la Sociedad