domingo, 13 de mayo de 2018

La autosuficiencia alimentaria, ¿objetivo abandonado?

En el transcurso de la semana que acaba de finalizar el presidente Peña Nieto calificó a la autosuficiencia alimentaria de mito que hay que romper y de política del pasado equivocado. De esa manera, el mandatario mexicano expuso la opinión que su administración de gobierno tiene de lo que apenas al inicio de este siglo la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación (FAO) describía como una meta deseable para la gran mayoría de los países, en la medida en que les permitiría ahorrar divisas para comprar productos que no pueden manufacturar por sí mismos, y los protegería tanto de los vaivenes del mercado internacional como de la fluctuación de precios de los productos agrícolas.
México es uno de los países con mayor producción agrícola del mundo y muestra una balanza comercial superavitaria: en 2017, las exportaciones fueron mayores a las importaciones por casi 4 mil 800 millones de dólares (aunque los productos que pesan en el platillo de dicha balanza no son los de consumo diario entre las familias mexicanas). Sin embargo, el país está lejos de ser autosuficiente en materia de alimentos básicos, y actualmente tiene que apelar al recurso de la importación para cubrir la demanda interna de algunos insumos que produce pero no en volúmenes suficientes (maíz, trigo, soya, arroz, frijol, entre otros). El caso del maíz es el que mejor ejemplifica la distancia que nos separa de la autosuficiencia alimentaria: pese a que esa gramínea desempeña un papel esencial en nuestra dieta, el país importa cada año más de 13 millones de toneladas de la misma, en sus variedades blanco y amarillo.
Desde el punto de vista técnico –dice la FAO– para alcanzar la condición de autosuficiencia no es preciso que un país produzca la totalidad de lo que consume; con que obtenga 75 por ciento de ese consumo ya puede considerarse autosuficiente en la materia. Pero ni siquiera estamos cerca de ese supuesto; de hecho, según los cálculos más laxos, México produce apenas 57 por ciento de los alimentos que nutren a la población.
Como sea, vista la postura que el gobierno federal adopta en torno al tema de la relación producción/consumo alimenticio, poco importa que los porcentajes citados estén más o menos apegados a la realidad: si, como dice el titular del Ejecutivo, en un mundo globalizado no hace sentido ni razón aspirar a la autosuficiencia alimentaria, difícilmente es de esperar que las políticas del gobierno acerca de la productividad del agro tengan la autosuficiencia como meta. Es probable que la reasignación de fondos federales para aumentar los índices productivos del campo, entonces, impliquen también un replanteo de las áreas a desarrollar. En otras palabras, se trataría de fortalecer el apoyo a la actividad agrícola, sí, pero atendiendo más a las demandas del mercado global que a las necesidades de la población. Si en el proceso éstas se ven satisfechas, bien; de lo contrario, la cuestión de la producción de alimentos irá por un lado y la del consumo por otro.
El tema, desde luego, es todavía objeto de discusión, porque la búsqueda de la autosuficiencia en cuanto a alimentación sigue siendo un objetivo codiciable, en especial cuando la situación económica de gran parte de la población no le permite a millones de personas acceder a alimentos de importación cuyo precio les resulta prohibitivo. Para un amplio sector de nuestra sociedad el apoyo a las pequeñas y medianas unidades de producción agrícola, un cambio del modelo productivo en la agricultura y una política de Estado que apunte a la soberanía alimentaria y recupere la meta de la autosuficiencia en este terreno, representa prácticamente la única vía para superar su estancamiento y su escasez de perspectivas a futuro.