Hugo Aboites*
Los conflictos expresan deficiencias organizacionales, necesidades de grupos, intereses no contemplados, visiones diversas y tras de todo eso, una poderosa necesidad de cambiar. Aunque desde alguna perspectiva burocratizante sean considerados como un componente problemático y un estorbo en la vida de organizaciones como las universidades, los conflictos son una importantísima fuerza de revitalización y generación de nuevas perspectivas e iniciativas.
Por eso el conflicto de Córdoba, a pesar de haber sido reprimido, generó propuestas y concepciones tan vigorosas que alcanzaron a toda América. Por ello al 68 siguió una ampliación enorme de la matrícula en educación superior y un radical cambio político y cultural, y al conflicto en la UNAM en 1999-2000 siguieron propuestas sobre cómo podía ser una universidad diferente, y lo mismo ocurre hoy con el conflicto magisterial, que más allá de la desamparada reforma, expresa la necesidad de cambios de fondo a nuestra educación.
Lo mismo ocurre, toda proporción guardada, con muchos de los conflictos medianos y hasta los pequeños que recorren la historia de nuestras instituciones. Es una sucesión y confluencia de tensiones y visiones encontradas que pueden encontrar una solución de equilibrio o, también, de rompimiento con graves consecuencias. Como una navegación propulsada por el viento, la historia cotidiana es siempre una concatenación de nuevos momentos de fuerza y reacomodos que abren o cierran espacios para avanzar y cambiar una institución. Saber navegar es un requisito para sobrevivir.
En una organización horizontal –como es el caso de la UACM, en la que antier concluí mi gestión como rector– los conflictos se expresan mucho más rápidamente, más claros y articulados que en un ambiente más represivo y por eso, si bien presentan constantemente momentos difíciles, al ser reinterpretados y formulados en términos de construcción, pueden dar una extraordinaria vitalidad a la institución y paradójicamente, también estabilidad. Porque si el viento impulsa al velero en una dirección, la solidez de la masa de agua actúa sobre la quilla y contrarresta y permite avanzar en otra dirección. Así, siempre al borde del anquilosamiento y la muerte en vida que significa la pax burocrática, y siempre en peligro de la desintegración si no se puede/sabe generar mecanismos de equilibrio y salida. Porque entre esas fuerzas equilibradas se abren senderos de acción para una comunidad, con direcciones muchas veces imprevistas y creativas.
Esa energía institucional y los mecanismos de sobrevivencia-destruccón que genera, y no la gestión burocrática-administrativa, es lo que explica de fondo que en años recientes, de la inmensa lista de cuestiones pendientes, la UACM haya podido avanzar. En contra de las tendencias nacionales a estancar la matrícula y dar acceso sobre todo a quienes provienen de los dos deciles de ingresos familiares más altos, la UACM ha venido incrementando su número de alumnos cada año y la enorme mayoría de sus estudiantes, según evaluación de la Universidad Iberoamericana, provienen de familias con ingresos de 5 mil pesos mensuales o menos. Y que, además, ha fortalecido las carreras de derecho, política y creación literaria en prácticamente todos los reclusorios. Ahora, gracias a la gestión de recursos extraordinarios, esta universidad cuenta con una planta física por terminar, nueva o rehabilitada de alrededor de 80 mil metros cuadrados: aulas, laboratorios y oficinas, incluyendo nuevos terrenos y edificios, además de lo ya construido para un nuevo plantel en Magdalena Contreras. Sustitución del equipo obsoleto de imprenta y transporte, mayor producción editorial, renovación de equipo informático, ampliación sustancial de bibliotecas virtuales (ahora al nivel de la UNAM y el Politécnico). Con seis nuevas normas adicionales incluyendo los reglamentos de ingreso de aspirantes; procesos electorales; nuevas opciones de titulación, criterios para dictaminar profesores (aunque aún faltan normas de convivencia y estatuto del personal académico).
Estos avances hablan de un buen equipo de trabajo y de una horizontalidad que permite que prosperen iniciativas y, sobre todo, de la navegación en el dinamismo institucional que impulsa una comunidad diversa, crítica, participativa y, por tanto, con frecuentes diferencias. También, con estructuras que les permiten ser vigilantes de sus autoridades. Habla, además, de que se consiguió un nivel de estabilidad y mejoría reconocido: de 5 mil 331 instituciones de educación superior en el país, la UACM aparece hoy en la posición 39 ( El Economista y America Economía: https:/mextudia.com/universidades/uacm). Al mismo tiempo, se mantiene como una universidad crítica, con una propuesta educativa de gestión y gobierno (completamente paritario) que constituye un laboratorio de gobernabilidad. Es, además, absolutamente gratuita, con una estructura académica flexible y sin examen de selección. Una institución dotada de una política para una vida sin violencia y de igualdad entre hombres y mujeres, impulsada por la Unidad Colegiada de Género y Feminismos. Una institución sin compromisos políticos, con austeridad para la burocracia, pero buenas condiciones para sus trabajadores; que defiende sin vacilación a sus integrantes y la justicia cuando son asaltados, desaparecidos, heridos e incluso, asesinados, y para eso promueve iniciativas conjuntas con otras instituciones.
Decía Pessoa, ¿valió la pena? Todo vale la pena, si el alma no es pequeña. Gracias, uacemitas.
*Ex rector de la UACM. Profesor-investigador UAM-X