martes, 18 de diciembre de 2018

La crisis global y la Cuarta Transformación.

Víctor M. Toledo
Hoy resulta imposible aislar los procesos nacionales de los aconteceres globales. Como nunca antes el mundo está interconectado. Las enormes expectativas que ha despertado el cambio de régimen, hacen que la experiencia mexicana esté en los ojos atentos del resto del planeta. Por ello mismo, resulta conveniente examinar qué tanto la idea de una Cuarta Transformación (4T) se mantiene contemplando las problemáticas planetarias. Sería absurdo que los cambios que se busca realizar a escala nacional no tomaran en cuenta el contexto global, más aún cuando ambas han sido provocadas por décadas de políticas sustentadas en los mitos, los dogmas y las fantasías neoliberales. Dicho de manera directa: no se pueden visualizar separadas las crisis nacionales de las globales. En México el nuevo gobierno se apresta a atacar la tremenda injusticia social, la inseguridad y la corrupción, en una perspectiva que rescata al Estado de la situación subordinada en la que la tenía el neoliberalismo. Examinemos cinco de los mayores desafíos a los que hoy se enfrenta la humanidad y su entorno planetario. Las crisis climática, energética, alimentaria, urbana y la pérdida de biodiversidad. Estas crisis, y otras más, como la histórica concentración de capital, la pobreza y el anacronismo de muchas instituciones, tenderán a agravarse en los próximos años y décadas, y este círculo vicioso y las sinergias que desencadenen, aumentarán las posibilidades de un colapso de la civilización industrial.
Crisis climática: el agravamiento del calentamiento global y su gran cadena de impactos, fue señalado en un reporte de los científicos hace apenas unas semanas. Ello llevó de inmediato a organismos como el Club de Roma a lanzar un “plan de emergencia climática” el pasado 4 de diciembre. La 4T debe contemplar al menos dos temas nodales: el paso a una sociedad pospetrolera y el cambio inmediato de una agricultura industrializada por una de índole agro-ecológica. Ambas medidas contribuirán a reducir las dos mayores causas del calentamiento planetario. Pero además, México es uno de los cinco países más vulnerables al cambio climático, afectable por cuatro frentes: el incremento en el número y la potencia de los huracanes, las sequías más largas e intensas que ocurren en la mitad norte del territorio, el aumento del nivel del mar que afectará a numerosas ciudades costeras, y su ubicación entre dos mares (Golfo de México y océano Pacífico), cuyas alteraciones climáticas combinadas amplifican los efectos. Crisis energética: la humanidad en conjunto ya sobrepasó el llamado pico del petróleo (y les siguen los otros combustibles fósiles) entre 2008 y 2012, y ya sólo quedan la mitad de las reservas, que en la mayoría de las naciones se agotan hacia 2050. En México el petróleo se acaba (o no es costeable extraerlo) en el actual sexenio o quizás antes. Por ello debe implementarse una urgente política de transición hacia energías renovables (solar, eólica, biomasa, geotérmica, hidráulica), de pequeña escala y bajo control ciudadano, no de las empresas o del Estado.
Crisis alimentaria: afortunadamente, la 4T ha tomado como una de sus mayores estrategias la recuperación de la soberanía alimentaria. Ello significa no sólo dejar de importar los alimentos básicos, sino generarlos bajo esquemas que no dañen la salud del ambiente ni de los seres humanos (agroecología) y bajo cadenas de producción y consumo lo más cortas posibles, y con esquemas de consumo responsables. Un tema nodal es, además, la recuperación de las gastronomías y dietas tradicionales, de carácter regional y no industrializadas. Crisis biológica: los ritmos de desaparición de especies de flora y fauna a escala mundial siguen en aumento. Ello se debe a la pérdida de hábitats por deforestación, contaminación, expansión urbana y cambio climático (los arrecifes).
El mayor logro de la política ambiental en México ha sido la creación y mantenimiento de un sistema de áreas naturales protegidas que hoy alcanza casi 15 por ciento del territorio. Ahora procede extenderlo a la protección biocultural, pues en nuestro país es imposible separar cultura de naturaleza. Ello obliga a la coparticipación de las comunidades indígenas (conservación comunitaria) y a la multiplicación de reservas bioculturales. Crisis urbana: la tendencia mundial es la del aumento y concentración de la población en conglomerados urbanos. Estos, sin embargo, enfrentan múltiples problemas bajo el modelo dominante de la globalización. El número de automotores desquicia ya a las mayores urbes y, además, es la principal causa de la contaminación del aire. A ello se agrega la especulación inmobiliaria, que deja urbanizaciones subutilizadas o vacías (en China hay ciudades fantasma construidas para un millón de habitantes), el abasto del agua y los cinturones de miseria que resultan de la inequidad social.
La Cuarta Transformación debe buscar la moratoria de los automóviles, generar formas más eficientes de captación, circulación y consumo de agua, políticas sociales de integración, agricultura urbana y suburbana y muchos más espacios públicos para la cultura, el deporte y el esparcimiento.