Durante la conferencia de prensa matutina de ayer, las autoridades federales presentaron la estrategia oficial de reapertura de las actividades sociales, escolares y económicas Regreso a la nueva normalidad. Al explicar las tres etapas en las que se divide el plan, la secretaria de Economía, Graciela Márquez, sostuvo que se debe seguir un camino gradual, ordenado y cauto para alcanzar los objetivos de la reapertura, centrados en la vida y salud con fundamento en los principios de la economía moral y productiva. Por su parte, el titular de Salud, Jorge Alcocer, recordó que en este momento nos encontramos en la parte crítica de la pandemia y confió en que el país saldrá fortalecido de ella siempre y cuando se siga observando la jornada de sana distancia hasta su conclusión dentro de 16 días. En este sentido, el presidente Andrés Manuel López Obrador pidió que los medios de comunicación contribuyan a divulgar el plan presentado, pues los buenos resultados dependen de la actuación de la sociedad.
Como indica la expresión nueva normalidad, el plan presentado ayer de ninguna manera significa que en los próximos días los ciudadanos vayan a retomar su vida cotidiana tal como la llevaban a cabo antes de la aparición del coronavirus SARS-CoV-2. Por el contrario, debe verse como el inicio de una etapa llena de riesgos y cuya principal característica será la incertidumbre, pues lo inédito de la situación actual impide predecir los efectos de retomar las actividades que se encuentran paralizadas por las medidas de distanciamiento social.
Por lo anterior, cabe saludar que las autoridades federales y varias de las estatales hayan emprendido esta labor de reactivación con cautela y realismo, no sólo porque el Regreso a la nueva normalidad se plantea de manera escalonada, sino porque las distintas etapas se aplicarán de acuerdo con la realidad sanitaria prevaleciente en cada municipio del país. Así, debe destacarse el cambio de postura de la Secretaría de Educación Pública, cuyo titular, Esteban Moctezuma, dejó de lado la idea de un reinicio general de clases el primero de junio para señalar que el regreso no se dará hasta que sea seguro, y el anuncio de que el gobierno capitalino trabaja en una Propuesta de plan de reapertura en CDMX en la cual se difiere incluso hasta septiembre el regreso de algunos giros comerciales no esenciales.
Parece claro que tanto el plan nacional como los que elaboren las entidades federativas deberán aplicarse con sumo cuidado y estarán sujetos a continuos reajustes: no puede ser de otra manera en un contexto en que se presentan tantos factores incontrolables e impredecibles. Como indica la experiencia de los países que en días recientes han comenzado sus propias tentativas de reapertura, incluso cuando se toman todas las precauciones pueden ocurrir nuevos brotes epidémicos, y es imposible descartar la ocurrencia de una segunda crisis.
Cabe apelar a la sensatez de las autoridades de los tres niveles de gobierno, del sector privado, de las organizaciones y de la sociedad en general para asumir que la pandemia no ha desaparecido y que, como advirtió la Organización Mundial de la Salud, quizá el coronavirus nunca desaparezca, por lo que deberemos aprender a vivir con él. No se trata de pesimismo ni de catastrofismo, sino de afrontar con responsabilidad el desafío de construir una vida cotidiana y unos hábitos sociales que hace sólo unos meses resultaban impensables pero hoy son ineludibles si hemos de preservar la salud pública.
La nueva política económica después de la crisis
Napoleón Gómez Urrutia
Siempre he expresado mi opinión en contra de la dependencia y concentración de las exportaciones en uno o pocos productos (petróleo, mano de obra barata o turismo), al igual que en comerciar con uno sólo o con pocos países preponderantes (Estados Unidos) porque nos coloca en una posición de mayor subordinación y nos vuelve más vulnerables ante diversos factores externos de riesgo, como los que estamos experimentando en forma aumentada con la actual pandemia mundial, las guerras de comercio, las crisis financieras o los conflictos políticos internacionales.
No hay duda de que la caída en los precios de los energéticos, la posible baja en las remesas a lo largo del año conforme avanzan las tasas de desempleo en el mercado estadunidense y sin excluirlo, la llegada menor de turistas a nuestro país, todo impactará fuertemente a la recuperación de la economía, al igual que en muchas otras naciones. Durante las pasadas tres décadas, por lo menos, los gobiernos precedentes no hicieron una planeación verdadera para construir una estructura productiva interna sólida que nos protegiera de esas variables y cambios inesperados. De hecho, desperdiciaron muchos de los recursos provenientes de la riqueza petrolera, justo cuando esta valía más y existía una demanda en el mercado global.
Por el contrario, nos hicieron más dependientes de las exportaciones tradicionales derivadas de los acuerdos plasmados en el Tratado de Libre Comercio, TLC, y no fuimos capaces como otras naciones, como Noruega, Holanda y los demás países escandinavos, para haber hecho las reservas y crear los fondos para financiar las inversiones de largo plazo que fueran el reflejo de una planeación adecuada. Inventaron o adoptaron teorías, pero no construyeron una base seria de eficiencia y de autosuficiencia en los productos en que tuviéramos una ventaja comparativa.
Hoy estamos enfrentando las consecuencias de esa falta de previsión, de ineficiencias en muchos actos de las pasadas administraciones, de la improvisación y de una corrupción desatada y galopante que nos ha perseguido hasta nuestros días, promovida y tolerada desde el más alto nivel político y económico del país.
La cuestión fundamental es cómo salir de esta crisis, de este círculo vicioso y comenzar a reconstruir todo de nuevo, pero sobre cimientos sólidos, sin errores ni improvisaciones, sin corrupción, con nuevas estrategias. Sin duda un cambio serio, profesional, nacionalista, de fondo, de reglas y quizás hasta de personas se tiene que dar. Hoy más que nunca se requiere de un nuevo modelo de desarrollo, visionario, independiente y que sea solidario y eficaz para planear nuevos objetivos y estrategias integrados en un auténtico Plan Nacional de Desarrollo, que se aleje de una vez por todas de la estrecha visión de favorecer a unos cuantos privilegiados en detrimento de las amplias mayorías populares.
Para alcanzar una sociedad más igualitaria se requiere de un nuevo sistema que incluya compromisos políticos con objetivos y metas que abran el acceso democrático a las herramientas, redes, información y entrenamiento de los nuevos dirigentes que desde hoy, y con más intensidad mañana, busquen alcanzar un cambio verdadero hacia una más transparente justicia política, jurídica, económica y social.
En este momento es urgente replantear los esquemas de política económica para definir una agenda y un plan para la reconstrucción de nuestra economía, de las relaciones de producción y de las nuevas reglas de convivencia en la sociedad, mediante la aplicación práctica de medidas de poder y de administración, con el objetivo de recuperar el equilibrio, la democracia y una equidad más sana. La prosperidad de las naciones y de las personas sólo se obtiene cuando los niveles constantes de bienestar económico y social se incrementen de manera sostenida, lo cual permite cerrar la brecha creciente entre los que más tienen y los más pobres y marginados de la sociedad.
La etapa actual requiere, y cada vez será más necesario, reconstruir los elementos que permitan mejorar la distribución de la riqueza, mediante una estrategia combinada de responsabilidad fiscal más equilibrada, más progresiva y menos evasiva, así como a través de recuperar el empleo estable, remunerado y justo y la apertura de nuevas oportunidades para generar más actividad y riqueza, en beneficio sobre todo de la gran mayoría de la población.