China rebasa a Estados Unidos // Economía justa y democrática
Carlos Fernández-Vega
A raíz de las profundas transformaciones que internamente implementó a finales de los años 70 del siglo pasado, la economía china se convirtió en la de mayor crecimiento en el mundo (con tasas anuales de 10 por ciento, en promedio) y a estas alturas ya es la primera potencia global, dejando atrás a la estadunidense. Tal vez ello ayude a comprender las cotidianas rabietas de Donald Trump y su permanente agresión a la nación asiática.
El Banco Mundial, junto con el FMI, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe, la OCDE y otras instituciones divulgaron un informe (Programa de Comparación Internacional: Paridad de Poder Adquisitivo –PPA– y tamaño de las economías mundiales, con información al cierre de 2017) en el que queda claro que China es ya la primera potencia económica del planeta, si bien, comparativamente, la distancia con Estados Unidos aún es pequeña.
El citado informe detalla que, al cierre de 2017, el producto interno bruto de China se ubicó en 19 billones 617 mil millones de dólares en PPA, mientras en el mismo periodo el PIB de Estados Unidos sumó 19 billones 519 mil millones, diferencia, favorable a la nación asiática, de medio punto porcentual.
En 2017, China y Estados Unidos fueron las dos mayores economías del mundo y juntas representaron un tercio de la global, situación que, sin duda, mantiene muy nervioso y agitado al salvaje de la Casa Blanca, porque la nación asiática continúa creciendo a tasas muy superiores a las registradas por su oponente.
En el informe también llama la atención que la tercera potencia económica mundial es India (con poco más de 8 billones de dólares), que por sí sola representa 7 por ciento del producto interno bruto global, cuando se mide por paridad de poder adquisitivo. En orden de relevancia le siguen la economía japonesa (más de 5 billones de dólares, cerca de 4 por ciento del PIB mundial), la alemana (4.4 billones, igual a 3.7 por ciento) y la rusa (alrededor de 4 billones, representativos del 3.2 por ciento).
Para el caso latinoamericano, Brasil y México son catalogados como las dos primeras economías regionales, con un producto interno bruto estimado en poco más de 3 y 2.47 billones de dólares, respectivamente, o si se prefiere 2.5 y 2.1 por ciento del PIB global, en cada caso. De acuerdo con la citada medición, la economía brasileña representa 33 por ciento del PIB regional y la mexicana 27 por ciento.
Otras economías latinoamericanas mencionadas en el citado informe son la argentina, representativa de 0.9 por ciento del PIB global (poco más de un billón de dólares), la colombiana (0.6 por ciento y 700 mil millones), la chilena (0.4 por ciento y 438 mil millones) y la peruana (0.3 por ciento y 393 mil millones).
El informe detalla que en 2017 el valor de la economía global era de casi 120 billones de dólares y más de la mitad de la producción total mundial provino de economías de ingresos bajos y medios. En este contexto, las economías de América Latina y el Caribe representan 8 por ciento del PIB internacional y de la población global.
Las economías de ingreso alto, donde en 2017 vivía 17 por ciento de la población mundial, representaban 49 por ciento del PIB global, medido éste en paridad de poder adquisitivo. Por su parte, las economías de ingreso mediano alto y mediano bajo, que albergaban a 36 y 40 por ciento de la población global, contribuían con 34 y 16 por ciento, respectivamente. En el caso de las economías de ingreso bajo, donde vivía 8 por ciento de la población internacional, la proporción era inferior a uno por ciento.
Las rebanadas del pastel
Anuncia el presidente López Obrador que a la economía le vamos a agregar democracia y justicia, porque cada vez que se presentaba una crisis se rescataba a los de arriba y se abandonaba a los de abajo. Pero no sólo eso. Le cargan a todos el rescate, convierten las deudas privadas de los arriba en deuda pública. Entonces, eso no. Es economía con justicia: empezar de la base hacia la cúspide de la pirámide social.
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Personal sanitario, pandemia y derechos
Amnistía Internacional dio a conocer ayer los resultados de una investigación sobre las condiciones en que desempeña sus labores el personal sanitario en el continente americano durante la pandemia causada por el SARS-CoV-2. El informe El costo de curar: los derechos de personas trabajadoras de la salud en las Américas durante el Covid-19 y más allá recoge testimonios directos e indirectos de personal de limpieza de hospitales y residencias de personas mayores, personal médico y de enfermería, auxiliares de enfermería, personal subalterno de hospitales y especialistas en epidemiología, y concluye que éstos trabajan a menudo en condiciones inseguras con equipos de protección insuficientes y se arriesgan a sufrir represalias de las autoridades o los empleadores si denuncian su situación, mientras en algunos casos han sufrido incluso amenazas de muerte y ataques físicos.
En el caso de México, la organización de defensa de los derechos humanos señala deficiencias en la provisión de equipos adecuados de protección personal (EPP), posibles fallas en el diagnóstico de personas con síntomas clínicos de Covid-19, falta de sensibilidad de los superiores en los hospitales para procesar las inquietudes de sus subalternos, entre otros problemas. En cambio, reconoce el papel central que la Secretaría de Salud y el presidente Andrés Manuel López Obrador han dado a la labor del personal médico y de enfermería, así como su rápida acción ante las agresiones físicas perpetradas contra el personal sanitario en distintos puntos del país.
A lo largo de las semanas en que México ha afrontado la emergencia sanitaria en curso, se han presentado denuncias recurrentes en centros hospitalarios respecto de la carencia o deficiencia de los equipos de protección personal, un problema grave en tanto contar con estos suministros es fundamental para proteger las vidas de quienes se encuentran en primera línea de combate contra la pandemia. Si se consideran los esfuerzos de las autoridades para adquirir estos materiales, ya sea en el mercado abierto o mediante convenios con otras naciones –rubro en el que cabe destacar el puente aéreo establecido con China y la gestión ante Donald Trump para adquirir en Estados Unidos ventiladores mecánicos, pese a que su exportación estaba temporalmente suspendida–, habría que buscar el primer origen de estos reclamos en un problema de distribución.
A su vez, las causas de este problema podrían responder a errores logísticos, desorganización o casos puntuales de acaparamiento interno en algunos centros hospitalarios. Una última causa de malestar entre el personal sanitario podría atribuirse a la falta de una comunicación adecuada al momento de asignar los distintos tipos de EPP, pues aunque todo el personal sanitario debe recibir estos insumos, sus especificaciones varían de acuerdo con el grado de exposición y riesgo de quien los usará.
Tampoco puede pasarse por alto que, al margen de los reclamos legítimos de los trabajadores sanitarios, existen sectores de la oposición partidista, empresarial y mediática empeñados en magnificar e incluso distorsionar los problemas existentes con fines de golpeteo político; práctica deplorable en cuanto no contribuye en nada a resolver los desafíos existentes y, en cambio, puede agravarlos al sembrar confusión entre la ciudadanía.
Ante este panorama, las autoridades deben transparentar su actuación, dar respuesta puntual a toda protesta justificada, corregir su estrategia en los puntos que así lo requieran y sancionar a quien haya incurrido en responsabilidades penales o administrativas en menoscabo de los derechos de los trabajadores de la salud: lo que no puede permitirse es que se cometan injusticias con el personal hospitalario, pero tampoco que situaciones aisladas minen la credibilidad del sistema de salud pública, pues dicha credibilidad constituye, sin lugar a dudas, uno de los elementos centrales en la lucha contra la pandemia.