domingo, 2 de mayo de 2021

Bajo la lupa.

Lyle Goldstein, del Colegio Naval de Guerra de Estados Unidos, define las lineas rojas de Putin
Alfredo Jalife-Rahme
Antecedentes: Ya había enunciado el abordaje de las líneas rojas del zar Vlady Putin de su célebre discurso del 21 de abril que denotan la hipersensibilidad de la confrontación de Estados Unidos contra Rusia (https://bit.ly/3vA22Kt).
En mi video semanal de Radar Geopolítico, en interacción con la audiencia intentamos definir tales líneas rojas: el Donbass, Crimea, la zona rusa del Mar Negro, el gasoducto Nord Stream 2, el Ártico, el enclave de Kaliningrado (entre Polonia y Lituania), la línea vertical del eje de los mares Báltico, Negro y Mediterráneo oriental y, relativamente, el Cáucaso (Chechenia y Daguestán) extensivo al Mar Caspio y a Azerbaiyán (https://bit.ly/3vEHZut). Algo así como su periferia inmediata.
HECHOS: el estratega militar Lyle Goldstein, profesor del Colegio Naval de Guerra de Estados Unidas, consagrado principalmente a investigar los mares de China, así como el contencioso ruso –además de coautor del libro Futuro de la fuerza submarina nuclear de China (https://bit.ly/3nF2kgb)– realizó un ilustrativo ensayo en el portal American Committee for US-Russia Accord (Acura): Escudriñando las Líneas Rojas de Putin (https://bit.ly/2QQeHKp).
Goldstein se detiene en la respuesta rusa que sería asimétrica, rápida y severa que agitó a los observadores occidentales con la frase enigmática de que tales líneas rojas serán de acuerdo con las circunstancias de cada situación.
El enfoque de Goldstein refiere que tales líneas rojas han tenido una importancia que define la importante época desde el alba de la era nuclear, como sucedió en el “momento más peligroso de la guerra fría, la crisis de misiles de Cuba en octubre de 1962” cuando, a su juicio, Moscú transgredió torpemente la línea roja de Washington a estacionar armas nucleares en Cuba.
Reconoce que los intereses de Rusia hoy colisionan directamente contra Washington en un patrón de suma cero en un extenso (sic) frente que va del Ártico al Báltico, a través de Bielorrusia al Donbass y a Crimea, y todo el camino abajo hasta al Cáucaso y más allá.
Exhorta a los estadunidenses a “la pregunta incómoda: ¿Por qué Estados Unidos y sus aliados (sic) parecen traspasar (sic) diferentes líneas rojas rusas en tantas ‘situaciones (sic)’ en forma simultánea?”
Distingue en forma sobria una línea roja con Siria, obviamente diferente al concepto de línea roja referente a las potencias nucleares, como China y particularmente Rusia, lo cual es “absolutamente grave (sic), ya que se trata de países que pueden ‘liquidar (sic)’ a Estados Unidos quizá en unas cuantas horas, aun si tenemos el consuelo (sic) de que podemos llevarnos con nosotros a nuestros adversarios en las llamas”.
Lamentablemente la aplastante mayoría de los mandatarios, tanto de los 193 países de la ONU como los 255 (sic) del World Factbook de la CIA, con la notable excepción de los nueve países atómicos, carecen de cultura nuclear y, peor aún, ignoran sus graves consecuencias.
Tal ignorancia de los mandatarios de los países no-nucleares tiende a jalar a las nueve potencias nucleares a una destrucción planetaria, como nos ilustra la inigualable Guerra del Peloponeso escrita en el siglo V aC por Tucídides.
El estratega Goldstein, que conoce como pocos el tema y sus consecuencias, concluye que una noción de sentido común de paz, y la genuina supervivencia (sic), para el siglo XXI debe incorporar límites (sic) y, en forma crucial, los principios de realismo y moderación cuando no debemos tocar las líneas rojas de otras superpotencias nucleares en forma cotidiana.
Recuerda la sabiduría de George Kennan –a mi juicio, el óptimo geoestratega de Estados Unidos de todos los tiempos– de, como versa un proverbio chino, no jugar con los testícu-los del tigre, como en forma insolente los estrategas de Occidente buscan probar las líneas rojas de Rusia en Europa oriental, por lo que aconseja aprender a vivir en forma amigable con Rusia.
Conclusión: la Crisis de los misiles en Cuba sucedió hace 59 años, cuando la ex-URSS aún no contaba con su temible panoplia nuclear de hoy ni con sus hasta ahora inigualables armas hipersónicas.
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