Con la salida de la canciller, es cada vez más inocultable que la grave crisis social provocada por la impericia y la insensibilidad de Duque se ha convertido también en una crisis política, cuya solución se vislumbra lejana cuando falta un año para las elecciones presidenciales. El problema, para el grupo gobernante y para la sociedad colombiana, es que la administración derechista se quedó sin proyecto ni respuestas tras el fracaso en su intento de trasladar a las mayorías el costo de mantener los ofensivos privilegios de la oligarquía mediante el aumento y la creación de impuestos.
No puede perderse de vista que el gobierno de Duque se encontraba erosionado y sumido en el descrédito mucho antes de la pandemia, pues ya en noviembre de 2019 acumulaba 70 por ciento de desaprobación. Ahora, cuando el rechazo popular se ha volcado a las calles, pese al riesgo sanitario, el presidente no tiene más salida que aceptar un diálogo serio y sustancial, radicalmente distinto a la pantomima con la que pretendió tomar el pelo a los inconformes en su país y a la comunidad internacional; o continuar con la brutal represión que ha dejado casi medio centenar de muertos –39 de ellos por la acción directa de las fuerzas del orden–, más de medio millar de desaparecidos y cientos, o quizá miles, de heridos.
Para que el diálogo sea creíble, tendrá que incluir una rectificación de las políticas neoliberales y oligárquicas que se encuentran en el fondo del malestar social. Ésta, que sería la única vía sensata, representaría para Duque un choque frontal con su mentor político, y quien es considerado el verdadero poder tras la formalidad institucional, el ex presidente Álvaro Uribe. Como expuso el senador Gustavo Petro, este siniestro personaje y su entorno –conformado por la más rancia oligarquía y por los más salvajes grupos paramilitares, sectores que con frecuencia se confunden– han recurrido a tácticas transparentemente fascistas para auparse al poder y crear un sólido consenso social alrededor de sus intereses: desde la satanización y criminalización de cualquier forma de disidencia, hasta la invención de amenazas inexistentes para justificar formas extremas de violencia de Estado.
Las más de dos semanas de manifestaciones callejeras ininterrumpidas evidencian que la crisis económica provocada por la caída en los precios de las materias primas, la torpeza política de Duque y los estragos causados por la pandemia han precipitado el resquebrajamiento de ese consenso neoliberal, y ponen a la clase gobernante ante la disyuntiva de renunciar a un sistema de insultantes privilegios o emprender un baño de sangre para sofocar la inconformidad social.
Penultimátum
España: la extrema derecha no ha muerto
A 46 años de la desaparición física del dictador Francisco Franco, a casi los mismos años del retorno de democracia, pero con la pesada carga de una monarquía que el Grande por la gracia de Dios dejó como herencia, en España aumenta el peso de la extrema derecha. Y lo hace a través del partido Vox.
Por él votaron en las elecciones legislativas de hace dos años más de 3.6 millones de españoles. Con sus 52 representantes en el Congreso es la tercera fuerza política, y con ella espera dejar sin efecto las leyes liberticidas y anticonstitucionales aprobadas en las anteriores legislaturas.
También tiene representantes en las instancias legislativas de algunas comunidades, como Madrid, Andalucía y Cataluña. En la primera, será factor clave para que gobierne sin problemas el Partido Popular, PP, que recién ganó ampliamente las elecciones, pese al desprestigio en que ha caído por los actos de corrupción en que lo sumieron los presidentes José María Aznar y Mariano Rajoy.
A Vox lo fundó un antiguo integrante del PP: Santiago Abascal. Allí sirvió durante dos décadas en diversos cargos. Al quedarse sin trabajo en esa agrupación derechista, decidió fundar una propia a finales de 2013, con muy clara ideología: machista, xenofóbica, homofóbica, autoritaria. Nacionalista en extremo: España como una sola e indivisible unidad política, que no admite movimientos independistas, como el de Cataluña.
No deben extrañar entonces las declaraciones de quienes dirigen Vox. Nadan a contracorriente de lo que sucede en el mundo. Enemigos de los que llegan a España y a Europa huyendo de la pobreza y la violencia, pues pueden traer pandemias. Abominan la homosexualidad, vicio que se puede curar con terapias. También de los movimientos feministas, pues quienes los dirigen son feas como las hermanastras de la Cenicienta. ¿La forma más segura de tener sexo?: la prostitución. Luchan por prohibir el matrimonio entre personas del mismo sexo y la eutanasia, pues sólo Dios, que da la vida, puede quitarla. No tuvieron empacho en pedir el Nobel de la Paz para el patriota Donald Trump aun después de que instigó el asalto al Capitolio estadunidense en enero pasado.
Se creyó que la extrema derecha había muerto con el dictador, pero Vox honra su legado, en el que la cultura es una rémora. Ha radicalizado el discurso conservador del Partido Popular, en el que militó Abascal. En España, Vox empolla el huevo de la serpiente.
México SA
Pemex: neoliberales saqueadores // Recuento mínimo de sus atracos // Diego, huésped del Fray Bernardino
Carlos Fernández-Vega
Desde su fundación, en el sexenio cardenista, Petróleos Mexicanos ha sido uno de los pilares económicos de México que a lo largo de los años ha aportado billones de pesos para impulsar el desarrollo nacional, con todo y la rapacidad de los prianistas dedicados a exprimir y borrar del mapa a la ahora empresa productiva del Estado. Como diría el clásico: la doblaron, pero no alcanzaron a reventarla, aunque poco les faltó.
En la mañanera del miércoles, el director general de Pemex, Octavio Romero, presentó una suerte de balance sobre la situación financiera y productiva de la ex paraestatal, pero incluyó algunos pasajes –por llamarle así– de las corruptelas en administraciones pasadas, de negocios privados a costillas de la empresa del Estado y, por lo mismo, de las arcas nacionales.
El reporte de Romero aludió a una serie de contratos leoninos firmados por los gobiernos de Felipe Calderón Hinojosa y Enrique Preña Nieto a favor de empresas particulares, que –botones de muestra– detallan el tamaño del saqueo en esas administraciones (que no fueron las únicas).
El director de Pemex recordó que en el gobierno de el Borolas se firmó un contrato –totalmente lesivo para el interés nacional– con el consorcio Braskem-Idesa, filial de Odebrecht, para el suministro de gas etano, que obligaba a la ex paraestatal a entregar 66 mil barriles diarios de ese hidrocarburo a un precio 30 por ciento inferior al de referencia, amén de que incluía penalizaciones de 200 por ciento en caso de incumplimiento.
También recordó la compraventa de dos plantas de fertilizantes (en el sexenio de Peña Nieto) que Pemex adquirió a sobreprecio por fierros viejos. Agronitrogenados en 2014 (la de Alonso Ancira, por 475 millones de dólares) y Grupo Fertinal en 2016 (Fabio Covarrubias y Ricardo Salinas Pliego, por 635 millones). Con este sucio negocio, los empresarios se embolsaron 410 millones de dólares (el sobreprecio por las plantas). Algo más: el director de Pemex recordó que, gracias a la reforma energética de Peña Nieto, se entregaron 107 bloques a privados para producir aceite. Se habló de que íbamos a llegar en estos años a 3 millones de barriles de producción. Ellos comenzaron con una producción de mil 500 barriles diarios. ¿Cómo le hicieron para producir mil 500 barriles diarios? Pues no lo hicieron, porque estos los generaba Pemex; se les entregaron campos con producción de la petrolera del gobierno.
El caso del gas es igual: comenzó con la reforma energética, con los privados, recibieron una producción que ya tenía la empresa del Estado del orden de 75 millones de pies cúbicos. A lo largo del año, no sólo no han crecido, sino que hoy producen 63 millones; ha habido un decremento. Y en el gobierno actual estamos generando 415 millones de pies cúbicos a la vuelta de dos años.
No podía faltar el jugoso negocio (para ellos, desde luego) que comenzó con Felipe Calderón- Juan Camilo Mouriño-Juan José Suárez Coppel y continuó con Enrique Peña Nieto-Emilio Lozoya: el rescate de los astilleros españoles (gallegos para ser preciso) Hijos de J. Barreras.
Romero lo detalló: se tomó la decisión de que Petróleos Mexicanos invirtiera en ese astillero, compró 51 por ciento de las acciones para echarlo a andar y, como no era suficiente, Pemex le encargó la construcción de un barco muy grande, un flotel para más de 600 personas, y les dio trabajo. Esto permitió que los astilleros de Vigo agarraran vida y empezaran a trabajar. A la vuelta del tiempo, Pemex nunca recibió un solo centavo y estos señores que administraban los astilleros de Vigo, porque a pesar de que Pemex tenía la mayoría de las acciones, se les cedió a ellos la administración, emproblemaron la empresa y prácticamente la quebraron; pretendían pagarnos las acciones que habíamos comprado nosotros en un dólar. Y sólo son muestras de cómo hundieron a Pemex.
Por cierto, de este tipo de atracos, que fueron muchísimos, los jueces defensores de las sanas prácticas, etcétera, etcétera (que hoy trabajan a destajo para proteger los intereses privados y congelar leyes que favorecen a la nación) no dijeron ni objetaron absolutamente nada.
Las rebanadas del pastel
Grotesco, como siempre, lo que Diego Fernández de Cevallos puede hacer es presentarse en el Fray Bernardino para que lo atiendan de inmediato, le den una cómoda suite y le regalen una bonita camisa de mangas muy largas.
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