Por principio de cuentas, es claro que el grado de integración entre las economías de ambos países producirá por sí misma, con o sin nuevos acuerdos adicionales, procesos productivos compartidos en varios sentidos, tanto porque la industria automotriz estadunidense tiene en México una importante base de producción como porque requerirá de grandes cantidades de insumos de almacenamiento (baterías) para sus productos de motor eléctrico.
Pero, más allá de esa obviedad, los intereses de las dos naciones no son necesariamente convergentes. En el caso del litio, Washington quería ver a México como proveedor de materia prima, pero las necesidades del desarrollo nacional hacen aconsejable exportar o aportar componentes terminados, asegurar la soberanía nacional en la gestión del mineral, hacer que su extracción y aprovechamiento industrial se conviertan en palanca de desarrollo y bienestar. Esa misma discordancia es aplicable a la industria de semiconductores.
Pero la diferencia más importante es la que puede presentarse entre ambos socios en materia de modelo de desarrollo, del concepto mismo de electromovilidad y hasta de propuesta civilizatoria: a lo que puede verse, la administración que encabeza el presidente Joe Biden, al igual que las anteriores, comparte la visión de la industria automotriz de Estados Unidos, que ha sido uno de los principales motores de la economía de esa nación durante un siglo, y otorga un papel central al automóvil.
En el interés de México, en cambio, el tránsito de los motores de combustión interna a los eléctricos debe otorgar prioridad a la electrificación de todas las modalidades de transporte colectivo que aún se mueven con combustibles fósiles.
En la actualidad, uno de los pilares de la transición energética que se pretende llevar a cabo en el país vecino reside en la sustitución de vehículos individuales o familiares de gasolina por automóviles eléctricos, sin emprender un cambio profundo de la premisa económica en que ha descansado su movilidad desde inicios del siglo pasado.
Afuera de Estados Unidos la perspectiva es obligadamente distinta: lograr que cada persona posea y utilice un automóvil es, en el mejor de los casos, un sueño imposible, y en el peor, una verdadera pesadilla que, de concretarse, acabaría con el planeta a corto plazo, independientemente de que se trate de automóviles eléctricos o de combustión interna.
Por ello, en México el impulso gubernamental debe priorizar la fabricación y el uso de unidades de transporte colectivo y la creación de la infraestructura necesaria, todo ello con un acento social y nacional; por su parte, la industria privada puede impulsar, de acuerdo con sus intereses, el remplazo de vehículos de combustión interna por productos similares, pero de motor eléctrico.
Como puede verse, pues, no es posible lograr acuerdos automáticos en torno al objetivo de la electromovilidad y los caminos hacia él no son necesariamente convergentes y será necesario un amplio trabajo bilateral para que las dos visiones resulten armónicas y compatibles.
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Estalla huelga de enfermeras del sector privado en EU
Miles de enfermeras en Minnesota iniciaron una huelga de tres días para exigir incrementos salariales. Foto Ap
Nueva York. Unas 15 mil enfermeras en protesta por condiciones de trabajo abandonaron sus labores en Minnesotta en la huelga más grande de ese sector privado en la historia de Estados Unidos, mientras que se intensificaron negociaciones con más de 100 mil ferrocarrileros para evitar un paro nacional el viernes y maestros en Seattle continúan en huelga, todo a la vez que la ola de organización de nuevos sindicatos marcó nuevos triunfos en sectores de medios y hasta de jugadores de beisbol.
La huelga de la Asociación de Enfermeras de Minnesotta contra unos 16 hospitales programada para tres días es por falta de una solución empresarial a las condiciones de turnos excesivos y falta de personal que están afectando al sector por todo el país desde la pandemia. Por ello, esta huelga podría engendrar otras en varios puntos del país donde hay múltiples disputas parecidas.
La pandemia impactó a todos los trabajadores de salud abrumados por la falta de coordinación y preparación por empresas y autoridades locales y federales. Durante la pandemia, el sector perdió decenas de miles de trabajadores y según el Departamento del Trabajo, el número de trabajadores del sector salud, incluyendo enfermeras, hoy día es menor por 37 mil comparado con los niveles en febrero de 2020.
Las enfermeras, reconocidas como héroes durante la pandemia, están recibiendo amplio apoyo de sus comunidades como por algunos políticos nacionales. “Estoy en solidaridad con las 15 mil enfermeras en huelga…. son la columna vertebral de nuestro sistema de salud. Saben qué es lo mejor para sus pacientes”, tuiteó el senador federal Bernie Sanders.
Por otro lado, unos 115 mil trabajadores ferrocarrileros agremiados en 12 sindicatos están preparados para estallar en huelga nacional el próximo viernes -la primera en este sector en unas tres décadas- lo cual tendría un efecto masivo sobre la infraestructura nacional de transporte y varias ramas de la economía al congelar alrededor de un 30 por ciento de la carga de bienes en el país. Más aún, podría interrumpir los sistemas ferroviarios de pasajeros ya que, aunque la disputa laboral es sólo con empresas de carga, los trenes comparten las mismas vías.
El gobierno de Joe Biden está participando en las negociaciones y el propio presidente hizo llamadas a líderes de los sindicatos y de las empresas este lunes para impulsar un acuerdo, ya que una huelga de esas dimensiones sería una pesadilla política y económica para la Casa Blanca a un par de meses de las elecciones intermedias.
La disputa no es sólo por salarios, sino por la falta de días pagados por enfermedad o el uso de multas por no asistencia hasta en casos de emergencias familiares.
También, unos 6 mil maestros estallaron una huelga en Seattle siguiendo los pasos de sus contrapartes en Minneapolis, Chicago y Sacramento en las últimas semanas, todas los cuales culminaron en nuevo contratos.
Al mismo tiempo, el sindicato de unos 22 mil estibadores y trabajadores portuarios ILWU -históricamente entre los más progresistas del país- está negociando un nuevo contrato desde mayo en la costa oeste.
Junto con todo esto, continúa la ola de organización de nuevos sindicatos en cadenas como Starbucks (van más de 230 tiendas) y Amazon entre otras que están resucitando al movimiento laboral del país por primera vez en décadas.
El viernes pasado, unos 500 empleados del emporio de medios Conde Nast -que produce revistas como Vogue, Vanity Fair y GQ- ganaron el reconocimiento de su sindicato por la empresa.
Y ese mismo viernes, las Ligas Mayores de Beisbol -la asociación de dueños del beisbol profesional- anunciaron que reconocerán al sindicato de jugadores de las ligas mayores como representante de los más de 5 mil jugadores de las ligas menores.
El movimiento laboral ahora goza con un amplio apoyo: un 71 por ciento de los estadunidenses tiene una percepción favorable de los sindicatos, el nivel más alto registrado por Gallup desde 1965.