Trabajadores intentan restaurar la energía en los cables de luz cubiertos de hielo a lo largo de West Alpine Road durante una tormenta de invierno en Austin, Texas, el 1 de febrero de 2023. Foto Austin American-Statesman vía Ap
Austin, Texas. Hielo, aguanieve y nieve continúan causando estragos en gran parte del sur de Estados Unidos al tiempo que miles de personas en Texas lidian con temperaturas bajo cero y sin electricidad, entre ellos muchos de los residentes de Austin, capital del estado. Sin embargo, los meteorólogos esperan que un alza en la temperatura brinde alivio a la población el jueves tras la mortífera tormenta.
Cientos de vuelos más fueron cancelados de nuevo en Texas, aunque no tantos como en días anteriores, pero existe la amenaza de otra ola de clima gélido en Estados Unidos y se espera que un frente frío del Ártico se mueva desde Canadá hacia las llanuras del norte y la región del centro-norte de Estados Unidos y se dirija al noreste del país para el viernes.
Se prevé que el frente arroje nieve y ocasione vientos helados por debajo de -50 grados Fahrenheit (-45 grados centígrados) en el norte de Nueva Inglaterra, según el Servicio Meteorológico Nacional.
Más de 400 mil clientes en Texas todavía carecían de energía el jueves por la mañana, de acuerdo con PowerOutage, un sitio web que rastrea los reportes de servicios públicos.
Los apagones fueron más generalizados en Austin, donde la frustración aumentó entre más de 150 mil clientes, más de 24 horas después de haberse quedado sin electricidad y calefacción. Para muchos, fue la segunda vez en tres años que una congelación profunda de febrero provoca apagones prolongados del servicio eléctrico e incertidumbre sobre cuándo se restablecería.
A diferencia de los apagones de 2021 en Texas, cuando cientos de personas murieron después que la red del estado estuvo cerca de una falla total ante la falta de generación de energía, los apagones en Austin esta vez fueron en su mayoría el resultado de equipos congelados y árboles que cayeron sobre el cableado eléctrico. La empresa de servicios públicos de la ciudad advirtió que es posible que no se restablezca la energía en su totalidad hasta el viernes y que el hielo continuó causando nuevos apagones, incluso pese a que las reparaciones se han completado en otros lugares.
“Se siente como si se dieran dos pasos hacia adelante y tres pasos hacia atrás”, afirmó el gerente general de Austin Energy, Jackie Sargent.
Texas: modelo a no seguir
Más de 400 mil hogares permanecían sin electricidad en Texas hasta ayer por la mañana debido al congelamiento de equipos y la caída de árboles sobre el cableado. La falta de energía, que ya se ha extendido por más de 24 horas, cobra mayor gravedad porque en muchos casos significa también que las personas se quedaron sin calefacción en medio de una tormenta invernal que arroja hielo, aguanieve y nieve en gran parte del sur de Estados Unidos, donde se registran vientos por debajo de 10 grados Celsius.
Aunque los apagones actuales tienen causas distintas y dimensiones muy menores a las padecidas en este mismo mes de 2021, para residentes y observadores ha sido inevitable recordar aquel invierno, cuando la entidad quedó paralizada por el colapso del sistema eléctrico. En la segunda semana de febrero de ese año, una excepcional helada provocó el congelamiento de gasoductos que nutren de combustible a las termoeléctricas que operan con gas natural, además de fallas menores en plantas eólicas y fotovoltaicas. También se congelaron las tuberías de agua, por lo que no pudieron operar las plantas productoras de gas ni las que generan electricidad con carbón y combustóleo.
Como se señaló entonces en este espacio, se trató de un desastre con causas naturales, pero también sociales, puesto que el modelo de privatización y desregulación extremas implementado en Texas ni siquiera exige a los actores de la industria eléctrica privada (única existente) instalar sistemas de respaldo o almacenamiento, ni contar con medidas para prevenir los efectos de las bajas temperaturas. Asimismo, el interés corporativo dictó que la red eléctrica texana esté desconectada de las del resto del país, por lo que fue imposible asistir a la población transmitiendo energía desde otros estados. Para colmo, la liberación total de las tarifas al arbitrio del mercado hizo que los usuarios recibieran facturas por hasta 300 mil pesos con el pretexto de los aumentos en los precios del gas, y México se convirtió en una víctima colateral del fallido modelo texano cuando el gobernador republicano Greg Abbott respondió a la crisis prohibiendo las exportaciones del hidrocarburo.
La repetición a pequeña escala del fatídico apagón de 2021 confirma la insensatez de privatizar un sector tan clara e indiscutiblemente estratégico: la experiencia de Texas, como la de España, ha exhibido de la manera más cruda que cuando el mercado sienta sus reales en la generación y distribución de energía, la extracción de ganancias se convierte en el único criterio y se dejan de lado consideraciones como la estabilidad del sistema, la preparación ante catástrofes climáticas, la creación de círculos virtuosos que propicien el desarrollo local y nacional y los derechos humanos de los consumidores. También muestra que de nada sirve adoptar acríticamente nuevas tecnologías vendidas como panaceas ante problemas acuciantes como el calentamiento global, pues la transición energética sólo cobra sentido cuando se acompaña por un cambio en la visión de sociedad y los objetivos de desarrollo. De otro modo, no es más que otra campaña de mercadeo para posicionar nuevos productos, sin impacto real en el mejoramiento del medio ambiente ni en la sociedad.
Otra lección de los eventos climáticos que se suceden en Estados Unidos desde diciembre pasado es la inviabilidad de proseguir un estilo de vida (el denominado american way of life, exportado a todo el mundo) cuyas bases son la depredación, el hiperconsumo, el abuso energético y, en suma, la más absoluta irresponsabilidad ante el imperativo de la sostenibilidad y la interdependencia humana con la naturaleza.
ONU llama, por primera vez en medio siglo, a deliberar sobre la crisis global del agua
▲ Por desabasto del líquido, aumenta el número de personas que se ven obligadas a llenar botes y tambos en la Ciudad de México.Foto Cristina Rodríguez
Angélica Enciso L.
Periódico La Jornada Viernes 3 de febrero de 2023, p. 10
En marzo se celebrará la Conferencia del agua 2023 en la sede de la ONU en Nueva York, y es la primera ocasión en medio siglo que el organismo convoca para tratar la crisis global del agua. En ella se debe priorizar un enfoque de derechos humanos frente a los grandes y poderosos intereses que se mueven en torno al líquido, sostuvo Pedro Arrojo Agudo, relator de Naciones Unidas del derecho humano para el agua y saneamiento.
Consideró que priorizar los derechos no sólo depende de los defensores del líquido, sino de los representantes de los gobiernos, quienes forman parte de la ONU. Les pido a los gobiernos de la región que abran espacios de diálogo con los defensores de agua en Nueva York, que hagan alianza con otros Estados con la finalidad de que la conferencia suponga un punto de inflexión que establezca un compromiso de diálogo en común y de trabajo con quienes en territorio son los más interesados en avanzar en el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).
Durante los Diálogos regionales del agua en América Latina, convocados por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), indicó que en la reunión de marzo se debe dar un compromiso de trabajo y diálogo con quienes a menudo son criminalizados e incluso asesinados.
Consideró que América Latina y el Caribe marca liderazgo en muchos aspectos en la defensa de los derechos humanos por el agua y sanemiento, muchas naciones han respondido al llamado y establecieron este derecho en sus constituciones políticas.
Arrojo Agudo agregó que la región tiene un patrimonio social y político singular, los pueblos indígenas con su cosmovisión de derecho sagrado de los cuerpos de agua y manantiales, la impresionante red de acueductos comunitarios que mantiene viva la gestión del agua para unos 100 millones de personas a las que no puede llegar el Estado, hay muchos movimientos que deben ser considerados como aliados del gobierno.
Son muchos problemas, como el establecer leyes que garanticen los derechos constitucionales al agua, acabar con el envenamiento de miles de personas por ingesta de metales pesados y otras sustancias. Resumió que los desafíos principales son hacer las paces con los ríos y proponer una gobernanza democrática del agua como un bien común, no apropiable por nadie.
Sostuvo que ante una perspectiva de cambio climático que perfila sus mayores impactos sociales y económicos, con riesgos sin precedente, en el agua, y ante la debilidad institucional en el frente de la gestión de aguas, ha sido el sector privado el que ha ocupado el espacio de Naciones Unidas.