El país tendrá crecimiento cero este año y 1.1% en 2026
Dora Villanueva
Periódico La Jornada Jueves 24 de abril de 2025, p. 16
México es la economía de América Latina y el Caribe donde más se ha acelerado la reducción de la pobreza en los últimos años, reportó el Banco Mundial (BM), al tiempo que dio a conocer sus perspectivas de nulo crecimiento para el país este año y de 1.1 por ciento en 2026.
En un anticipo de su Reporte Económico de América Latina y el Caribe (Lacer, por sus siglas en inglés), el organismo mostró que México registró la mayor disminución de la pobreza de 2018 a 2023, una merma de alrededor de 7 por ciento, la más amplia en la región.
Esta caída, de acuerdo con el estudio del BM, sí se debió a los programas sociales de transferencias, pero una proporción casi tres veces mayor al aumento en los ingresos laborales, sobre todo entre quienes menos ganan.
El Banco Mundial mostró que la merma en la pobreza en el país fue en gran parte resultado de la mejora de los mercados laborales; y se acompañó de un aumento promedio de 6 puntos porcentuales en el salario real. No obstante, el sector privado informal predomina en el país, y a ello se suman pocos avances en la productividad.
Un día después de que el Fondo Monetario Internacional (FMI) reportara que, según sus proyecciones, la economía mexicana caerá 0.3 por ciento este año y verá un repunte de 1.4 por ciento el próximo (bit.ly/3YKPH73), el Banco Mundial lanzó sus propios ajustes.
De manera similar a lo reportado por el FMI, el Banco Mundial ve en México uno de los peores escenarios de crecimiento para este año en América Latina y el Caribe. Salvo Haití, que vería una reducción de 2.2 por ciento en su producto interno bruto (PIB), la economía mexicana se enfila a un avance nulo, el más bajo en la región.
En el avance del Lacer, el organismo señaló que América Latina crecerá 2.1 por ciento este año y 2.4 por ciento en 2026, lo que la convierte en la región de menor crecimiento a escala global.
La baja inversión, el endeudamiento elevado y un entorno externo cambiante constituyen importantes obstáculos para el desarrollo de la región, puntualizó el BM.
Carlos Felipe Jaramillo, vicepresidente para América Latina y el Caribe del BM, enfatizó que el panorama económico mundial ha cambiado drásticamente, marcado por mayores niveles de incertidumbre y, en este contexto, los países deben ir por estrategias y reformas que impulsan la productividad y la competitividad, a la vez que abordan las brechas persistentes en infraestructura, educación, comercio y gobernanza.
Nearshoring, incierto, pero no moribundo
De acuerdo con los datos recuperados por el organismo, ningún país de la región tiene tanta dependencia de las exportaciones como México, ya que rebasan más de una cuarta parte de su PIB; a ellas están atados diferentes sectores productivos, dependiendo del destino. Por ejemplo, a Estados Unidos se envían más manufacturas, mientras las ventas a China se componen sobre todo de minerales y combustibles.
En medio de la incertidumbre global, impulsada por las cambiantes políticas comerciales, el organismo recomienda a todos los países diversificar los destinos comerciales, así como expandir las exportaciones de servicios.
El proyecto de nearshoring no está necesariamente moribundo, aunque ciertamente es mucho más incierto. Con los principales competidores asiáticos bajo fuertes aranceles, México y América Latina y el Caribe en general parecen más atractivos”, expone el Lacer.
FMI y BM: otros datos
Tanto el Banco Mundial (BM) como el Fondo Monetario Internacional (FMI) pronostican una fuerte caída de la economía mexicana durante este año debido al impacto de los aranceles impuestos por Estados Unidos, así como por la incertidumbre y las tensiones geopolíticas asociadas a la guerra comercial que pretende desatar el presidente de ese vecino país. En un anticipo de su Reporte Económico de América Latina y el Caribe (Lacer, por sus siglas en inglés), el primer organismo prevé una contracción de 0.3 por ciento de producto interno bruto (PIB) para este año y un crecimiento de 1.4 por ciento en 2026; mientras en sus Perspectivas de la Economía Mundial (WEO, por sus siglas en inglés) el segundo estima un estancamiento (cero por ciento) en 2025 y un repunte de 1.1 por ciento el año entrante.
El estudio del FMI se basa en datos disponibles hasta el 2 de abril, cuando Donald Trump lanzó su malogrado Día de la liberación, es decir, cuando impuso aranceles a la práctica totalidad de los países con los que mantiene relaciones comerciales, en algunos casos tan desproporcionados que se traducirían en la parálisis de los intercambios. En ese momento, México se encontraba en un punto ambiguo: libre de la tasa universal de 10 por ciento, pero sometido a gravámenes de 25 por ciento a todas las mercancías que no son parte del T-MEC, al acero y al aluminio –y como parte de él, a la cerveza envasada en ese material–, y 25 por ciento sobre autos y autopartes, salvo el contenido de origen estadunidense. Sin embargo, a estas alturas ya está claro que el magnate no está dispuesto a asumir los costos políticos domésticos de su agresión comercial contra el resto del planeta, o al menos, no todos. Además de haber retirado los aranceles mal llamados recíprocos y los impuestos a electrónicos procedentes de China, Trump repite casi a diario su expectativa de alcanzar un acuerdo con el gigante asiático; ayer mismo trascendió que planea exentar las piezas de automóviles de las tarifas contra Pekín y de las correspondientes al acero y al aluminio. En pocas palabras, el impacto de los aranceles sobre la economía mexicana es una incógnita porque nadie sabe cuáles de ellos seguirán en pie ya no en un año, sino la próxima semana.
Por otra parte, las estimaciones de los organismos internacionales consideraron las dificultades externas, pero no las medidas internas que ya se tomaron a fin de contrarrestarlas. En este sentido, la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo rechazó los agüeros del FMI por fundamentarse en la ideología de que los gobiernos no pueden hacer nada para cambiar una situación que viene dada por el mercado. En específico, la mandataria se refirió al Plan México, un conjunto de políticas diseñado para incentivar el crecimiento de la economía a partir de la obra pública, el fortalecimiento de la manufactura, el desarrollo de las regiones históricamente relegadas y la autosuficiencia alimentaria, entre muchas otras medidas. En los próximos meses la realidad mostrará qué metodología captura mejor las variables en juego, la del FMI o la empleada por la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, pero debe recordarse que la institución multilateral ya se ha equivocado antes respecto a México: a inicios de 2023 estimó un crecimiento de 1.7 por ciento para ese año, pero la cifra real fue de 3.2 por ciento, prácticamente el doble.
Más allá del dato del PIB, debe recordarse que desde el sexenio pasado las estrategias gubernamentales en curso han demostrado a los economistas ortodoxos y a los opinólogos dogmáticos que, en ausencia de políticas de redistribución, el crecimiento por sí mismo no se traduce en beneficios para las mayorías: como el propio Banco Mundial admite, entre 2018 y 2023 México logró una reducción de 8 por ciento en los niveles de pobreza, la baja más amplia en América Latina y el Caribe, gracias a las transferencias mediante programas sociales y, sobre todo, a la dignificación del salario mínimo.
Pero, aunque sea previsible que las autoridades nacionales mantengan un rumbo en que el bienestar de los sectores populares esté por delante de variables diseñadas para disfrazar las grandes inequidades de la economía de mercado, es imposible ignorar el riesgo que conllevan las predicciones del FMI y del BM, por cuanto pueden incidir negativamente en el ánimo de algunos inversionistas y alborotar a los mercados financiero y cambiario y convertirse en eso que se suele llamar profecías autocumplidas. Cabría esperar, por ello, más prudencia y responsabilidad por parte de ambos organismos internacionales.
Guerras comerciales y fascismo
William I. Robinson*
El punto de partida para cualquier análisis de la impactante coyuntura que sacude al mundo –guerras comerciales, genocidio, fascismo– es la crisis sin precedentes del capitalismo global. La crisis entraña cuatro dimensiones entrelazadas: la sobreacumulación y estancamiento crónico, la desintegración social generalizada, el colapso del orden internacional posterior a la Segunda Guerra Mundial, y la amenaza con agotar la biosfera.
El sistema experimenta una nueva ronda radical de restructuración y transformación basada en la revolución digital, sobre todo en la inteligencia artificial (IA), que modifica las fuerzas productivas y altera la relación del capital trasnacional con el trabajo y el Estado. El bloque hegemónico emergente aúna las grandes tecnológicas con las finanzas y el complejo militar-industrial-de seguridad. La economía y la sociedad globales dependen cada vez más de las tecnologías digitales. Las corporaciones, los estados y las instituciones políticas y militares no pueden funcionar sin las tecnologías digitales, lo que hace que la sociedad global dependa en gran medida de las gigantescas corporaciones tecnológicas que gestionan y controlan estas tecnologías, así como del conocimiento para desarrollarlas y aplicarlas.
Los mercados globales están saturados. Existe una sobrecapacidad industrial masiva. La tasa de ganancia ha estado disminuyendo desde principios de siglo. La clase capitalista trasnacional (CCT) busca desesperadamente dónde descargar sus excedentes y abrir nuevos espacios de acumulación. La expansión extractivista depredadora implica oleadas de despojo. Los Estados se encuentran en una intensa competencia por los mercados y los recursos, intentando atraer la inversión de la CCT y asegurar los recursos que la acumulación requiere dentro del territorio nacional. El afán por apoderarse de recursos es fundamental en los acontecimientos de Palestina, Congo, Sudán, México, Colombia y otros lugares, así como en la reclamación de Trump sobre los minerales de Groenlandia, Canadá y Ucrania. La incesante presión expansiva aumenta la inestabilidad y el conflicto.
Las instituciones de la democracia burguesa no pueden gestionar la crisis y constituyen obstáculos para la expansión capitalista. El nuevo autoritarismo, el fascismo del siglo XXI y el populismo de extrema derecha implican nuevas modalidades de control sobre la sociedad civil a medida que surgen otras formas de Estado. Trump, Milei, Bukele, Noboa, Netanyahu, Erdogan: éstas y figuras similares representan nuevas dispensaciones políticas que aceleran el colapso del estado de derecho. Estas dispensaciones se corresponden estrechamente con las transformaciones económicas que se han producido, especialmente la concentración sin precedentes de poder y riqueza a escala global en la camarilla multimillonaria del CCT.
Se produce una reconfiguración del bloque de poder en el Estado. Las viejas formas de legitimación no funcionan. La democracia burguesa es un impedimento para la reconstrucción del orden capitalista bajo el control directo del bloque hegemónico emergente que busca formas alternativas de legitimidad, gobernanza por la fuerza y el decreto, y la normalización de los tratos mafiosos. Algunos elementos dentro del régimen de Trump, respaldados por poderosos capitalistas tecnológicos y financieros y asesorados por una camarilla de figuras políticas e intelectuales sombrías, como Curtis Yarvin, con su idea de la oscura ilustración, quieren que el Estado constitucionalmente establecido colapse y sea saqueado; de ahí la metáfora de la motosierra de Milei.
El impulso para compactar masivamente el Estado estadunidense es un ataque frontal contra la clase trabajadora, incluyendo a su sector más sindicalizado (los funcionarios públicos). Su objetivo es destruir lo que queda del estado regulador y de bienestar social. Décadas de neoliberalismo han implicado la privatización continua del Estado, desde la guerra y la recopilación de inteligencia hasta los servicios sociales, las prisiones y la infraestructura. El objetivo ahora no es sólo privatizar el Estado, sino crear estados mafiosos privados. El primero, Próspera, en Honduras, sirve de modelo.
La revolución digital provoca una rápida expansión de la población excedente: miles de millones han sido expulsados y deben ser controlados e incluso exterminados. Las estrategias pesadillescas de contención incluyen la opción Gaza de un genocidio total, la opción salvadoreña del mega-encarcelamiento, y una expansión radical del estado policial global, aplicando las nuevas tecnologías para la vigilancia masiva, el control social y la represión. Otra forma de lidiar con el excedente de humanidad es el simple abandono, como en el caso de las zonas rurales de EU, donde los opioides aniquilan convenientemente comunidades enteras. Trump ha propuesto un presupuesto de un billón de dólares para el Pentágono, mientras aumenta el gasto militar en todo el mundo. La acumulación militarizada y la acumulación por represión son fundamentales para sostener al capital global y controlar la rebelión desde abajo.
Esta represión tiene una dimensión simbólica crucial. El excedente de humanidad debe ser criminalizado, deshumanizado y convertido en chivo expiatorio de todas las maneras posibles. Esto explica la indescriptible crueldad con que los prisioneros del gulag salvadoreño son maltratados y humillados ante las cámaras del mundo. En EU, la brutalidad de la guerra contra los inmigrantes, que incluye arrestos arbitrarios, a menudo violentos, y secuestros públicos, se presenta como un potente espectáculo del poder del emergente estado fascista y una advertencia más general de que la disidencia política y la lucha de clases desde abajo no serán toleradas.
La guerra de clases fascista desde arriba busca trasladar el peso de la crisis a las masas laboriosas: dividir y desorganizar a las clases trabajadoras, pulverizar los salarios, atacar a los sindicatos, intensificar la tasa de explotación e imponer estados de excepción. No sorprende que los ataques contra los inmigrantes se hayan dirigido específicamente a sindicalistas y organizadores laborales, para su arresto y deportación. El Estado fascista se esfuerza por infundir miedo e impedir el desarrollo de las condiciones subjetivas necesarias para la resistencia de masas.
Este análisis requiere una advertencia urgente: existe una enorme brecha entre la intención y la capacidad. ¡El proyecto fascista global está plagado de contradicciones! La resistencia de masas desde abajo debe identificar y explotar esas contradicciones. Actualmente, existe una correlación de fuerzas favorable al proyecto fascista. Nuestra tarea es revertir esa correlación mediante la lucha de masas.
* Distinguido profesor de sociología. Universidad de California en Santa Bárbara
