Carlos Fernández-Vega
▲ El aparador de un centro comercial en Pekín exhibe bolsas de la marca estadunidense Coach, que según su página web diseñan artesanos en Nueva York.Foto Afp
Circulan demoledores videos en la red social X en los que productores chinos desnudan a las grandes firmas internacionales de lujo dedicadas a explotar la frivolidad de los consumidores, a quienes no sólo les exprimen los bolsillos, sino que les hacen creer que poseer una bolsa femenina de 50 mil dólares, tenis internacionalmente famosos por 10 mil o cualquier otra chuchería valorada en decenas de miles de billetes verdes los hacen socialmente privilegiados. En los hechos, sí son artículos de primera calidad, pero no elaborados en los grandes centros de la moda, sino por artesanos de la República Popular con costos de producción 10, 20 o 30 veces inferiores respecto del precio final de venta en países como Estados Unidos, Francia, Italia o Gran Bretaña, donde los dueños de las marcas se limitan a pegar su famosa etiqueta y cínicamente atribuirse la elaboración del finísimo producto.
Uno de los protagonistas de esos videos explica que alrededor de 90 por ciento del precio final al consumidor las grandes firmas internacionales de lujo lo justifican porque los productos llevan su marca, que al final de cuentas es lo único que aportan, si no es que realidad las etiquetas también son made in China, como muchos de los productos utilizados por Donald Trump en su campaña electoral para promover su llegada a la Casa Blanca y viralizar su lema Make America Great Again.
Otro de los productores chinos que aparecen en el video pone un ejemplo concreto: una bolsa Birkin, de la marca francesa de lujo Hermès: su costo de fabricación en China es de 28 mil pesos mexicanos (mil 400 dólares), pero el precio de venta final es de 760 mil pesos (38 mil dólares), es decir, una diferencia de 27 veces sólo por la etiqueta y el añadido (falso, desde luego) de made in France. Y en la lista de firmas famosas también aparecen Louis Vuitton, Gucci, Dior, Balenciaga, Adidas, Nike, Reebok, Converse y otras tantas que producen en China, mientras en las grandes metrópolis los venden a un precio estratosférico.
Por ello, ante la guerra comercial desatada por Donald Trump en contra del gran dragón y su locura de escalar los aranceles hasta 245 por ciento, esos mismos productores han decidido vender directamente al consumidor que solicite los mismos productos de lujo, pero a precio de fabricante, no de tienda gringa o europea.
Y como estos ejemplos hay muchísimos más, especialmente en el renglón tecnológico, en el que China avanza a pasos agigantados. Hasta el propio director ejecutivo de Apple, Tim Cook, reconoce que prácticamente el total de sus productos está fabricado en China, y no sólo por aprovechar la diferencia salarial (que resulta cada vez menor) entre Estados Unidos y el gigante asiático, sino por la calidad, habilidad, calificación y precisión de la mano de obra de la República Popular en la elaboración de artículos como los de la marca de la manzana, amén de que cuenta con una perfecta cadena de suministro de la que carecen los gringos.
Entonces, Apple se queda en China a menos, claro está, que asuma el desplome de sus ventas, porque si traslada su producción a Estados Unidos, como pretende Trump, sus precios se incrementarían de forma brutal, amén de que para esta empresa su segundo mercado en importancia es… el propio gigante asiático, donde, de cualquier suerte, la comercialización de teléfonos inteligentes marca Huawei ya superó a los del logotipo de la manzana.
Todo apunta a que la enloquecida guerra comercial desatada por Trump en contra de China de antemano está perdida por Estados Unidos: mientras este país priorizó la guerra, el intervencionismo, el robo a terceras naciones y la especulación financiera como ruta de crecimiento y control internacional, dejando al garete su aparato productivo, la República Popular se dedicó a industrializarse, invertir, capacitar a su gente y producir tanto artículos de pésima calidad como aquellos de primerísimo nivel tecnológico que la ha colocado como súper potencia global.
Por ejemplo (información del Banco Mundial), de 2000 a 2024 el valor de su producto interno bruto se multiplicó por 15 y el PIB per cápita por 13. El máximo histórico, apunta el organismo financiero, se registró en 2021, con 18.9 por ciento de incremento. En el caso estadunidense, en igual periodo el valor de su PIB se multiplicó por dos. Entonces, hagan sus apuestas.
Las rebanadas del pastel
El espurio Daniel Noboa ya no sabe qué inventar para desviar la atención del fraude por él cometido. Bien lo denuncia la cancillería mexicana: recurre a una inescrupulosa narrativa. Es una vergüenza para América Latina.
Twitter: @cafevega cfvmexico_sa@hotmail.com
Recortes de Trump ponen en jaque el sistema de asilo
Emir Olivares y Jessica Xantomila
Periódico La Jornada Lunes 21 de abril de 2025, p. 4
La decisión de Donald Trump de restringir al máximo los presupuestos a la asistencia internacional ha colocado en jaque al sistema de asilo en México: la oficina del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur) tendrá una caída de 62 por ciento en el presupuesto para 2025.
Funcionarios vinculados con el sistema de asilo indicaron que la baja de estos recursos ha comenzado a tener efectos negativos en programas de apoyo a la población solicitante de ese derecho y refugiada y a decenas de albergues en territorio nacional, e incluso afectan la operación de la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (Comar), que desde 2019 recibe del Acnur hasta dos terceras partes de sus recursos anuales.
De acuerdo con los informes públicos de esta agencia de la ONU, el año pasado, su oficina en México tuvo un presupuesto de 58.6 millones de dólares (unos mil 169 millones de pesos). De ese total, 85 por ciento (poco más de 50 millones de dólares) provino de las subvenciones de Washington a través de la Oficina de Población, Refugiados y Migración del Departamento de Estado, siendo la principal fuente de financiamiento.
Con la llegada de Trump a la Casa Blanca para un segundo periodo, y sus nuevas políticas sobre las contribuciones a la asistencia humanitaria, hoy la realidad es otra.
Este año, el presupuesto de Acnur México alcanzará apenas 22.2 millones de dólares (alrededor de 440 millones de pesos).
Silvia Garduño, portavoz de Acnur México, reconoció que estos sustanciales recortes han comenzado a afectar la operación de esa instancia.
Esto llevará, dijo, a un reajuste en los esquemas con los que se venía trabajando, y se dará prioridad a mantener la atención y apoyo a las personas solicitantes de asilo y refugiadas en México.
Una de las primeras medidas de la administración Trump en este segundo mandato fue someter a revisión toda la ayuda que Estados Unidos tenía etiquetada para desarrollo y asistencia humanitaria global a través de diversas oficinas gubernamentales, por lo que se han dado recortes en diversos ámbitos de los derechos humanos, migración, protección al medio ambiente, educación y salud, por citar algunos.
Paradójicamente, el presupuesto de la Acnur México tuvo importantes incrementos en el primer periodo presidencial del republicano. En 2019, Estados Unidos destinó 50 millones de dólares a Acnur México, en 2020, 47.9 millones, de acuerdo con los reportes públicos.
Las nuevas medidas del magnate se dan en un contexto en el que la movilidad humana en el hemisferio ha alcanzado flujos sin precedente. Según estimaciones de Acnur, en las Américas hay 20 millones de personas desplazadas por la fuerza.
En el caso de México, en una década se dispararon a la alza las solicitudes de personas que buscan asilo. Cifras de la Comar muestran que en 2014 se registraron 2 mil 137 y el año pasado 78 mil 975. Fue 2023 el año con más trámites de este tipo con 140 mil 720 peticiones.
Menos recursos, mayores retos
La Comar, dependiente de la Secretaría de Gobernación, se convirtió en una pieza fundamental para responder a las necesidades de protección de miles de personas y mantener la tradición de México como un país de acogida. Sin embargo, los presupuestos para esa institución no han ido en consonancia con el tamaño del reto.
Para saldar la limitante económica, en 2019 la Comar y Acnur establecieron un convenio a través del cual esa instancia de la ONU aporta aproximadamente dos terceras partes de los recursos de la primera.
El año pasado, en el Presupuesto de Egresos de la Federación se otorgó a la Comar poco más de 51 millones de pesos y, gracias al acuerdo con el Acnur, sus recursos casi se triplicaron. A causa de los recortes para 2025 decretados desde Washington, hoy está en riesgo ese apoyo.
Sumado a ello, para este año la Cámara de Diputados asignó 10 por ciento menos recursos para la Comar, que contará con 47 millones 866 mil 822 pesos durante el actual ejercicio fiscal.
Para Silvia Garduño, la reducción en los recursos de Acnur puede tener un impacto sobre la Comar, afectando la atención para los solicitantes de asilo, la eficiencia de los procesos y la capacidad del sistema de asilo.
Otra de las secuelas en la labor del Acnur México se verá en el Programa de Integración, con el que esa agencia ha logrado que de 2016 a la fecha 50 mil personas refugiadas y solicitantes de asilo se trasladen del sur a entidades de otros puntos del país, logrando su reintegración con opciones laborales, educativas y de salud, entre otras.
De hecho, la integración de las personas refugiadas en México contribuye a que menos busquen llegar a Estados Unidos.
La vocera de Acnur enfatizó que fortalecer el sistema de asilo ha permitido que muchas personas que han huido de la violencia consideren que México es una opción de vida, y eso evita que busquen llegar a Estados Unidos.
De su lado, las fuentes oficiales consultadas señalaron que los recortes presupuestales ordenados por Trump derivarán en una nueva alza en los flujos migratorios –contrario a su objetivo de contenerlos–, pues al verse sin opciones de asilo en países como México, buscarán otras opciones para llegar a Estados Unidos, lo que conllevará mayores riesgos a su integridad.
La sombra de Trump se cierne sobre las reuniones del FMI y el BM
Jim Cason y David Brooks Corresponsales
Periódico La Jornada Lunes 21 de abril de 2025, p. 16
Washington y Nueva York., Las reuniones anuales del Fondo Monetario Internacional (FMI) y del Banco Mundial, esta semana, son las primeras durante el gobierno de Donald Trump, que está deshaciendo el sistema económico neoliberal, mientras impera la incertidumbre incluso sobre el futuro de estas dos instituciones multilaterales.
La crisis actual es nueva porque reta al propio centro del poder económico, financiero y político mundial, escribió el economista Thomas Piketty en Le Monde. Afirmó que Estados Unidos ya no es un país confiable, sino desorientado con un líder inestable y errático, sin un contrapeso democrático. Subraya que Trump es, en esencia, nada más que un líder colonial frustrado de una superpotencia en declive. La realidad es que Estados Unidos está perdiendo el control del mundo.
Ante ello, Piketty, entre otros, llama a que los países del Sur global propongan establecer un nuevo multilateralismo social y ecológico para sustituir el ahora difunto multilateralismo liberal.
No hay indicios de tal acción por ahora, afirmó a su vez Clemence Landers, la ex alta funcionaria del Departamento del Tesoro que ahora es vicepresidenta sénior del Center for Global Development. Sin embargo, señala, “será interesante ver cuáles coaliciones de diferentes tipos se forman… No estoy segura de si lo que vamos a ver es el BRICS, pero podría verse la formación de otros mercados emergentes”.
Hasta ahora, los líderes del FMI y del Banco Mundial han evitado toda crítica directa a Estados Unidos, pero en comentarios a lo largo de la semana pasada ambos han destacado la importancia de las negociaciones y el diálogo y han reafirmado su fe en modelos de crecimiento económico impulsados por exportaciones, los mismos que están padeciendo los impactos de los aranceles impuestos por el gobierno de Trump. Sin embargo, en el último mes el FMI se ha visto obligado a redactar dos veces partes de su documento clave, Perspectivas de la economía mundial, después de las maniobra arancelarias de Estados Unidos.
La gran incógnita esta semana durante las reuniones anuales es ¿qué hará Trump? Hasta ahora, el director ejecutivo del FMI en Estados Unidos se ha abstenido en todas las votaciones de la junta directiva. Sin embargo, muchos dentro y fuera de estas reuniones anuales están conscientes de que el Proyecto 2025 elaborado por la Fundación Heritage como guía para el nuevo gobierno, y que en gran medida ha sido implementado por Trump en otros rubros, declara que Estados Unidos debería retirarse tanto del Banco Mundial como del FMI y dar por concluidas sus contribuciones financieras a ambas instituciones. Un retiro completo de Washington es considerado poco probable, pero sí se esperan cambios.
La semana pasada, la directora del FMI, Kristalina Georgieva, expresó de manera indirecta simpatía con las frustraciones con el actual sistema comercial global que ha expresado el presidente estadunidense. “La integración económica global ha sacado a un vasto número de personas de la pobreza y ha hecho que el mundo, en general, esté mucho mejor –afirmó–. Pero no todos se beneficiaron. Comunidades enteras fueron abandonadas con el traslado de empleos al extranjero. Los salarios fueron reprimidos por la creciente disponibilidad de mano de obra de bajo costo”.
No obstante, Georgieva insistió en que la incertidumbre y las barreras comerciales más altas al final dañarán a todos.
El Banco Mundial también podría estar enfrentando opciones difíciles. En años recientes el banco ha comprometido 45 por ciento de sus recursos en abordar el cambio climático, un concepto que el mandatario estadunidense declara un engaño. El presidente del banco, Ajay Banga, pareció reconocer este desafío cuando comentó la semana pasada que las palabras podrían ser un problema a los ojos de diferentes personas. En un artículo de opinión para el Financial Times, Banga escribió que el Banco Mundial no nació del altruismo, sino de un diseño estratégico. Su propósito original, moldeado por intereses estadunidenses, era forjar un paisaje económico global propicio para la inversión del sector privado. Esto no era caridad: fue un movimiento calculado para promover el crecimiento económico y prevenir la inestabilidad.
Para hacer énfasis en este mensaje, la semana pasada Banga afirmó: A lo largo de la próxima década, 1.2 mil millones de jóvenes ingresarán a la fuerza laboral en países en desarrollo. Actualmente, el pronóstico es que esos países ofrecerán 420 millones de empleos. Esa brecha no es sólo un asunto económico; pienso que es un riesgo global, ya que, sin oportunidades, la fragilidad, la emigración indocumentada y la inestabilidad se fortalecerán.
Esta retórica constituye un giro claro en comparación con la de las reuniones de estas dos instituciones multilaterales durante los últimos cuatro años, cuando el enfoque estaba en el alivio de la deuda y en dar mayor atención y recursos al cambio climático, la reducción de pobreza y la desigualdad económica. Todo indica que en estas reuniones anuales no se asignarán más recursos a esas prioridades.
Del neoliberalismo al neocolonialismo
Durante décadas, el Banco Mundial y el FMI han insistido en que los países en desarrollo limiten el gasto público en educación, salud y políticas industriales y que se concentren más en modelos de desarrollo económico neoliberales impulsados por el libre comercio.
Con el gobierno de Trump favoreciendo la imposición masiva y generalizada de aranceles y promoviendo una política económica con la cual busca obligar a empresas a trasladar empleo e inversiones a Estados Unidos, estos mismos países en desarrollo ahora estarán enfrentando un enorme trastorno económico.
Genuinamente creo que esta transición será un retorno al neo-colonialismo, en el cual los países del Norte básicamente suben la cadena de valor y condenan a los países pobres a una posición en la que sólo venden sus recursos básicos, comenta Tim Sahay, director del Net Zero Industrial Policy Lab de la Universidad Johns Hopkins.
Argumenta que los gobiernos y los movimientos sociales del Sur global ahora necesitan trabajar conjuntamente para desarrollar sus propias políticas industriales más enfocadas en inversiones de largo plazo para generar empleos y abordar la pobreza y el cambio climático.
Esa perspectiva también está encontrando eco en ámbitos más centristas. “Antes era una fantasía de la izquierda global que se podía forjar un nuevo sistema mundial que excluyera o por lo menos cercara al imperio rapaz estadunidense –escribió David Wallace-Wells en The New York Times–. Trump no habría sido la selección de nadie para lograr eso. Pero en estos días ese sueño está siendo contemplado no sólo por intelectuales radicales o por líderes de naciones en desarrollo, sino también por nuestros vecinos más cercanos y anteriores aliados”.
