lunes, 16 de junio de 2025

México SA

Trump: desvergonzado y ególatra // Crece repudio social en su contra // Cada vez que el imperialismo...
Carlos Fernández-Vega
▲ En numerosas ciudades de Estados Unidos se llevó a cabo el sábado una jornada de protestas contra la administración de Donald Trump, con la consigna: No tenemos reyes. El mismo día se efectuó un desfile militar en Washington, en el cumpleaños 79 del mandatario.Foto Afp
Muy contento estaba el desvergonzado, autoritario y ególatra Donald Trump en plena celebración de su cumpleaños número 79, para lo cual, casualmente, no sólo empleó dinero de las arcas públicas, sino que utilizó como pretexto la conmemoración del aniversario 250 del siempre depredador, intervencionista, invasor, anexionista, golpista y expansionista ejército de su país, el cual, a lo largo de su historia, no ha dejado rincón del planeta sin expoliar.
En medio de una crisis interna, producto de sus enfermas cuan autoritarias decisiones políticas, sociales y económicas, amén de agredir a todo el mundo e inducir una guerra mundial por medio de su marioneta sionista Benjamin Netanyahu (tal vez sea al revés), en apenas cinco meses de estancia en la Casa Blanca Trump ha hecho hasta lo impensable para ganarse el repudio de los estadunidenses y de la comunidad de naciones (aunque la mayoría de los gobiernos guardan silencio cómplice en no pocas ocasiones).
Desde Nueva York y Washington, los corresponsales de La Jornada (David Brooks y Jim Cason) informan: el pasado sábado, “cientos de miles de manifestantes –los organizadores dicen que millones– realizaron más de 2 mil actos de protesta en los 50 estados de Estados Unidos, en la expresión más grande de repudio y resistencia contra las políticas de Donald Trump desde que comenzó su segundo periodo presidencial. Bajo la consigna: ‘no tenemos reyes’, los manifestantes se unieron en un coro masivo contra los abusos y corrupción del poder, las políticas antimigrantes y los ataques a los programas de salud y educación de Trump, quien en el mismo día utilizó el 250 aniversario del ejército de Estados Unidos para festejar su cumpleaños con un desfile militar”.
En sus 250 años de existencia, el ejército estadunidense (más su armada, fuerza aérea y sus distintas agencias de inteligencia) ha sido utilizado por el gobierno de aquel país (siempre en nombre de la democracia y a favor del mundo libre) para imponer el destino manifiesto y defender sus intereses de seguridad nacional, para lo cual ha dejado una estela de muerte, destrucción y depredación para garantizar su dominio. Y ahora va contra su propia población y en su propio territorio por órdenes de un criminal sentenciado que despacha en la Oficina Oval.
De entrada, ese ejército masacró a los pueblos originarios de lo que hoy es Estados Unidos, siempre a favor de la unión y la democracia: anexionó sus vastos territorios, en nombre del mandato divino y supremacista. De ahí en adelante, su poder militar no dejó rincón del mundo sin expoliar, y de ello dan cuenta, por ejemplo, el robo de la mitad del territorio mexicano y la permanente intervención en toda la geografía latinoamericana, terrorismo incluido.
Un par de años atrás, el entonces presidente Joe Biden celebraba la asistencia externa que su país otorgaba al mundo. Por aquellos ayeres en este espacio se recordaba que de sus no menos de 800 bases militares regadas por la geografía mundial, alrededor de 50 por ciento se localizan en apenas tres países (Alemania, 194; Japón, 121, y Corea del Sur, 83, de acuerdo con información del Departamento de Defensa). En América Latina suman 76 (reconocidas, y contando, incluyendo la naval de Guantánamo, territorio cubano ilegalmente expoliado desde 1903), independientemente de otro tipo de asistencia, como la de la CIA o la DEA.
Y tal asistencia se ha traducido en invasiones, golpes de Estado, desestabilizaciones, intervenciones, terrorismo y demás agresiones. Lo anterior da cuenta del imperial proceder estadunidense en el mundo y a la par de la docilidad de los gobiernos receptores de la asistencia, que abren las piernas, aplauden a rabiar y se llevan una gruesa maleta de dólares, sin importarles la violación de la soberanía ni las consecuencias para sus propios pueblos. Además, desde luego, está el pingüe negocio que ello representa y el permanente cuan abundante uso de recursos públicos para alimentar a los señores de la guerra, ahora disfrazados de democráticos corporativos privados fabricantes de armamento.
En síntesis, el rey, junto con su imperio, debe caer.
Las rebanadas del pastel
Bien lo advirtió Eduardo Galeano: Cada vez que el imperialismo se pone a exaltar sus propias virtudes, conviene, sin embargo, revisarse los bolsillos. Y comprobar que este nuevo modelo de imperialismo no hace más prósperas a sus colonias aunque enriquezca a sus polos de desarrollo; no alivia las tensiones sociales regionales, sino que las agudiza; extiende aún más la pobreza y concentra aún más la riqueza.
X: @cafevega   cfvmexico_sa@hotmail.com

Dos semanas para la historia
David Penchyna Grub
Hay años en los que pasa poco, y hay semanas en las que pasan años enteros. Las últimas dos han constituido la mayor regresión en materia de derechos civiles para la población hispana en la historia. Las redadas de ICE, particularmente las de Los Ángeles, han funcionado como teatro del terror para los mexicanos en Estados Unidos que trabajan y viven sin papeles. Las imágenes han sido dolorosas, crueles. La ejecución del plan ha sido brutal: pegando ahí donde duele, rompiendo familias, tomando por sorpresa a la gente en un restaurante, en una ferretería, en un partido de futbol.
Las detenciones han tenido una característica: el racismo. No hay otra manera de catalogar al rasero con que ICE está eligiendo a las personas. Este acto, que a cualquier mexicano puede y debe indignar, es al mismo tiempo lo que la base electoral del presidente Trump estaba esperando. No sólo deportaciones, sino retórica. No sólo control de las fronteras, sino un hasta aquí contra lo que consideran una invasión. Es la reacción que hace 30 años previó Samuel Huntington en su choque de las civilizaciones, donde hablaba de la dificultad para que la cultura hispana, latina, se asimilara como otras oleadas migratorias del siglo XX en Estados Unidos. A ello se suma una emergencia del discurso supremacista blanco, copando el poder y la toma de decisiones. También, lo que no deja de ser lamentable, el concurso de los gobernadores y sheriffs, por ver quién es el más duro contra los migrantes.
Ejemplo de ello es Florida, que en conferencia de prensa se autoproclamó the anti riot state, o el estado antiprotestas, y donde el jefe de la policía advirtió que tirarían a matar, y el gobernador De Santis extendió patente de corso a todo aquel que arrolle a alguien en las protestas. Ese es el nivel del discurso y la dimensión de la regresión en materia de derechos humanos. Es Tennessee y Alabama en los años 60 del siglo XX. La diferencia es que con una sociedad hiperpolarizada una parte de la población estadunidense cree genuinamente que es lo correcto, y que se está salvando al país. México tiene menos margen de acción del que solemos pensar. El ajedrez comercial y arancelario nos dejan poco espacio para defender la causa migrante, como todos quisiéramos. Además, las primeras protestas en Los Ángeles, con las imágenes de vehículos incendiados y la bandera mexicana ondeando en un marco de violencia, poco ayudaron. De hecho, le dieron una ventaja fundamental al presidente Trump en su narrativa de orden, control y nacionalismo.
Dos semanas que, insisto, son décadas hacia atrás para una comunidad que no ha hecho más que trabajar, que ser solidaria con México, con su familia y con sus lugares de origen. Sobra decir cuánto le debemos a los migrantes en Estados Unidos, pero no está de más recordar que son ellos la principal fuente de divisas, que son el pago de la medicina, de la colegiatura, el sostén a la distancia de millones de hogares. El sitio a sus derechos, pero también a su derecho a salir a la calle, a ser visibles, es dramático y terrible. Es la suma de todos los miedos: el de los estadunidenses a perder lo que ellos llaman “el american dream” a costa del sincretismo cultural y el miedo de los nuestros que, con buena fe, se dedican a trabajar 24/7, a ser deportados y separados de sus familias. Dos semanas han bastado para este escalamiento al que ahora se suma Oriente Medio, en los albores del G7.
Ése es el contexto en el que México intenta al mismo tiempo proteger a los suyos, velar por la economía, y no ser aplastado por el momentum antiglobal que priva en la agenda. Del lado estadunidense no hay incentivos para parar. La rentabilidad política está clara y nadie puede llamarse a la sorpresa. Es el mar que nos tocó navegar y que, en estos días de junio, se agitó de manera grave.

Migrantes: reflexiones para el encuentro presidencial
Heriberto M. Galindo Quiñones
Aunque parezca imposible de lograr en estos momentos de ira de parte del presidente Donald Trump hacia México, un camino certero y definitivo que existe para resolver la situación tan lacerante y las vicisitudes e infamias que padecen las y los migrantes de nuestro país es: a) convencer al presidente Donald Trump, con argumentos sólidos y muy bien sustentados para que cesen sus afanes y sus determinaciones represoras como actitud sustancial para establecer un clima de paz y de tolerancia relativa –temporal, si se quiere– con base en la importancia que tienen sus aportaciones a la economía de Estados Unidos y a la de los países de donde son originarios, mientras se articula una nueva política pública basada en la realidad económica de las empresas y de la economía estadunidense en general; y de cara a la realidad social y también económica y financiera de los países del tercer mundo latinoamericano.
b) Alentar a los sectores productivos y a los integrantes del Poder Legislativo de allá para que promuevan y exijan una nueva política migratoria, y que se considere releer, reactivar y actualizar las frustradas iniciativas de reforma migratoria de los ex presidentes Barack Obama y Joe Biden, que no aprobó el Senado y que planteaban regularizar la estancia de mucho más de 10 millones de compatriotas e incluían también el restablecimiento de amplios programas y acuerdos en favor de miles de trabajadores temporales que pudieran ser contratados legalmente.
Pareciera imposible e ilusorio lo que propongo, pero estoy seguro de que no lo es, aunque sí presenta muchas dificultades, pero como dijo recientemente el ex presidente William Clinton, ellos necesitan a nuestros migrantes, y como expresan los adagios mexicanos: no hay peor lucha que la que no se hace y la esperanza muere al último. Así que habrá que acelerar el paso para luchar diplomáticamente y esperar la decisión política.
El ex presidente Ronald Reagan, de afiliación republicana, durante su desempeño logró la aprobación de lo que hoy se valora como la reforma migratoria más importante y trascendental que se haya hecho en el vecino país del norte en toda su historia, la cual derivó en muchísimos beneficios, pues este ex actor californiano regularizó a muchos millones de latinos indocumentados, siendo la mayoría de ellas y de ellos de origen mexicano.
Pues bien, en mi opinión no hay mejor camino en aras de una paz estable y duradera en este tema tan importante para nuestro país y para Estados Unidos.
Se requieren intervenciones quirúrgicas de gran calado en materia de migración para resolver –o por lo menos para atenuar– el drama y la odisea de nuestros paisanos. Por lo pronto, se debe tratar con respeto a su dignidad a las personas, no perseguirlas, no reprimirlas, no encarcelarlas y no repatriarlas. ¡Que cese la violencia física y verbal!, y que se regrese a la política del buen vecino, con buen trato y buenas maneras.
Con base en una nueva ley, documentar a millones de migrantes indocumentados que trabajan, producen, residen y pagan sus impuestos desde hace muchos años.
Establecer nuevos acuerdos bilaterales para el ingreso de más trabajadores temporales, sobre todo para el medio rural.
Eliminar los aranceles aplicados a las remesas que se envían mensualmente a nuestros países.
Propiciar la unión y la coordinación efectiva con los presidentes de las repúblicas centroamericanas para diseñar una estrategia integral común de defensa de las y los migrantes, buscando articular una voz múltiple y coincidente para tener mejores resultados en los diálogos y en las conversaciones con el presidente Donald Trump y con su equipo de colaboradores, con el objeto de persuadirlos, aún más, de la urgente necesidad que existe de una política migratoria diferente, es decir, innovadora, realista, justa, humanista, respetuosa y moderna.
En fin, estas son tan sólo unas propuestas con la mejor intención.
Es deseable, y hacemos votos para que la primera mandataria mexicana tenga el mayor de los éxitos en las conversaciones que sostendrá en Canadá con su homólogo estadunidense.
Me imagino el grado de estrés de tensión y de preocupación que tiene la presidenta Claudia Sheinbaum, por las amenazas y presiones que recibe de parte de su colega y de los colaboradores de aquél, debido a tantos problemas de inseguridad y violencia que existen dentro de nuestro territorio por los estragos que cometen a diario los integrantes del crimen organizado, por el tráfico de drogas, por los aranceles a las exportaciones mexicanas, por el cierre de la frontera al ganado mexicano por culpa del gusano barrenador, por la caída en los índices de crecimiento nacional, por el conato latente de recesión, por la relativa pérdida de empleos, más por la falta de recursos y por tantas manifestaciones violentas en las calles de nuestro país, de manera destacada en la Ciudad de México.
Ciertamente, se requiere de la unidad nacional y del respaldo a la Presidenta de la República y a su gobierno, para que tenga el apoyo y el aliento que fortalezcan sus gestiones; pero ella también deberá hacer un esfuerzo, sin enojos, para imbuirse de un espíritu ecuménico, conciliador, armonioso y de respeto a las diferentes formas de pensar y de manifestar las ideas, sean estas coincidentes o no con la línea gubernamental. Deben abandonarse los radicalismos, donde se encuentren.
Háganse acuerdos en lo fundamental y en lo esencial, con base en el respeto y con un espíritu siempre conciliador. Abandónese todo signo de agresividad y de encono y en verdad búsquese la concordia nacional.
El respeto es vital en una democracia. ¡Hagámoslo por México!