Adolfo Gilly*
Compañeras y compañeros:
Estamos en México y en el mundo ante un poder nuevo, excluyente y brutal: el poder financiero, el mando universal de las finanzas del cual forma parte el gran dinero mexicano con sus representantes en el poder político, el gobierno federal y sus dependencias. Es el mundo sin ley de la violencia y el despojo.
El aparato político que detenta hoy el mando, cuyo instrumento es el Pacto por México, está al servicio de ese poder. Este mando impuesto sobre México ha destruido sistemáticamente la Constitución y sus pilares históricos: el artículo 27 sobre la tierra y el subsuelo; el artículo 3º sobre la educación pública; el artículo 123 sobre los derechos del trabajo; el artículo 130 sobre la laicidad del Estado.
Nos han dejado un país sin ley, donde reina el arbitrio y no hay justicia que valga para amparar vidas y derechos. Allí donde no hay ley, se impone el más fuerte y florece el interés privado. Es el mundo de los tráficos de drogas o de seres humanos, del lavado de dinero nacional y extranjero, de lo que se ofrezca. En ese mundo se engendra y se impone la violencia que nos envuelve: los feminicidios cotidianos, las violaciones impunes, las desapariciones, el trabajo esclavo, el comercio de órganos, el tráfico de migrantes indefensos, la corrupción y el robo institucionalizado al erario público.
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Ese poder financiero y su aparato político nos están despojando de los bienes comunes materiales e inmateriales del pueblo mexicano: la educación, la cultura, la solidaridad, el derecho a la salud, la vivienda y la estabilidad en el trabajo, la preservación del medio ambiente, la paz y el disfrute de una vida propia y un futuro común. Nos están destruyendo la República.
Ese poder requiere represión, presos políticos y sociales, desapariciones y el miedo que flota en el aire cada día. Ayotzinapa es un ejemplo extremo: el asesinato, la desaparición forzada, las mentiras históricas sobre la suerte de los 43 normalistas y la campaña innoble contra quienes, con su responsabilidad, su solidaridad y su experiencia, tratan de esclarecer el crimen y contribuir a defender la ley y proteger la paz en esta tierra.
Un episodio capital es la ofensiva contra los maestros y la educación llevada adelante por funcionarios que no tienen la menor idea de qué es y en qué consiste la educación primaria y la función docente en la República Mexicana. Educar significa establecer una relación humana con los niños y las familias; estar atento a sus reacciones y a sus necesidades; dialogar y explicar; conocer y compartir sus alegrías y sus penas; pensar y enseñar a pensar y a aprender. Esa relación, sin la cual no existe magisterio, es una tarea única, dedicada y generosa que no puede medirse mediante pruebas diseñadas por técnicos indiferentes y legos e impuestas por la fuerza, la amenaza y la violencia desde la Secretaría de Educación Pública.
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Donde no hay ley es más indispensable que nunca la organización. Y ésta requiere claridad en los objetivos; claridad en la identificación del enemigo y su poder; y claridad en cuanto a la fuerza y los medios disponibles en cada momento de esta empresa de organización y lucha por la República, los derechos y la vida.
Bienvenida pues la Campaña Nacional en Defensa de la Madre Tierra y el Territorio, bienvenidas la múltiple movilización, la organización, el coraje y la esperanza.
* Mensaje leído en el inicio de la Campaña en Defensa de la Madre Tierra y el Territorio.
Ciudad de México, Plaza de la República, 10 abril 2016