Leopoldo Santos Ramírez*
El 30 de julio cumplieron nueve años tres huelgas que iniciaron simultáneamente en 2007 la sección 221 en Taxco, Guerrero; la sección 17, en Sombrerete, del estado de Zacatecas, y la sección 65, de Cananea, Sonora. Las tres secciones corresponden al Sindicato Nacional Minero y sus agremiados laboraban en minas cuya concesión está en manos de Grupo México, que lidera Germán Larrea. En el caso de Sonora, después de una fraudulenta declaratoria de terminación de relaciones laborales, la huelga continúa por la vía de hecho. En este lapso de nueve años la sociedad sonorense ha experimentado dos tragedias que la han marcado inexorablemente; una fue el incendio de la guardería ABC en junio de 2009, que acabó con la vida de 49 niños, y otra el macroderrame de tóxicos sobre el río Sonora, en agosto de 2014, que lenta pero seguramente está cobrando vidas.
Los acontecimientos de huelga, incendio y derrame están ligados por el tema de la seguridad pública que en el estado sonorense todavía constituye una deuda para con los ciudadanos y trabajadores. En efecto, –entre otras– una de las causales por las que los mineros colocaron las banderas rojo y negro se debió a la falta de medidas de seguridad que la empresa se negaba a instrumentar en sus instalaciones, lo cual había provocado no pocos accidentes mortales y propiciado deterioro irreversible en la salud de los mineros. La seguridad reclamada por los obreros fue uno de los motivos menos comprendidos por la opinión pública sonorense, pero la tragedia de los niños de la guardería ABC atrajo por un tiempo la atención sobre la cuestión de medidas de seguridad, tema anteriormente alejado de la mentalidad colectiva sonorense.
El tercer acontecimiento, el derrame de tóxicos y metales pesados en los cuerpos de los ríos sonorenses, está ligado a la negligencia criminal de Grupo México, que no previó la probabilidad de un derrame como era su obligación, a pesar de los avisos de alerta que la sección 65 oficialmente hizo sobre la situación de los jales o represos desde 2008. El derrame dio origen a una protesta social que abarcó a la mayoría de los municipios situados en las márgenes del río Sonora, a la que se sumaron y alentaron los mineros, y que inclusive con la movilización a la baja continúan apoyando en cuanto a los estudios necesarios para medir los alcances de la contaminación.
En 2007 las otras causales de la huelga de Cananea fueron la violación sistemática a su contrato colectivo y la persecución contra su dirigente Napoleón Gómez Urrutia, a quien por ese entonces se le negaba la toma de nota (reconocimiento oficial como secretario general del Sindicato Nacional Minero) en la Secretaría del Trabajo y Previsión Social, con lo cual se amenazaba uno de los valores centrales de los sindicatos democráticos: el derecho a designar a sus dirigentes sin intervenciones externas. En realidad el asunto de la toma de nota venía desde 2006. Vicente Fox y los consorcios mineros habían apoyado a Elías Morales, personaje que mediante actos fraudulentos y por conducto de grupos de choque quiso hacerse de la secretaría general del sindicato minero para ponerlo al servicio de Grupo México.
En días posteriores ocurriría la tragedia de Pasta de Conchos, mina también de Grupo México, y a raíz de la actitud del sindicato arreció la persecución contra Napoleón, lo cual lo obligó al exilio. Los nueve años que ahora se están cumpliendo en mineras tan alejadas entre sí constituyen tiempos de resistencia obrera impensable, en condiciones desventajosas de sobrevivencia humana, con desgarramiento del tejido social de las comunidades mineras. Lo que asombra de la masa obrera de Taxco, Sombrerete y Cananea es su decidida voluntad de lograr justicia y obtener a fin de cuentas la razón jurídica de sus derechos reclamados frente al poder del consorcio. Asombra también que en un mundo donde la naturaleza humana se ha vuelto voluble hasta el extremo, sigan fieles a los principios de un sindicalismo que ha sido inmune a las prácticas del nuevo sindicalismo neoliberal con el que hoy se somete a la clase trabajadora mexicana.
Con matices, las tres huelgas corresponden a un lento despertar de la clase trabajadora frente a las condiciones que el capitalismo neoliberal le ha impuesto. Aunque distantes, pero no antagónicos, de muchas maneras los mineros corresponden a los mismos propósitos de lucha contra el autoritarismo que los trabajadores del magisterio resisten, y que con las armas de la pedagogía y del saber científico impulsan el derrumbamiento de la antidemocrática reforma a la educación del actual régimen. Se corresponden también con muchos de los movimientos populares que desde múltiples trincheras bregan por un país justo, donde la seguridad, la paz y los derechos de todos los ciudadanos se conviertan en una realidad. Por eso, por estos nueve años de sacrificio y lealtad, hagamos votos por que los hermanos de clase se reconozcan los unos a los otros y marchen a construir juntos el futuro que a través de la historia nuestro pueblo ha imaginado.
* Investigador de El Colegio de Sonora