martes, 16 de agosto de 2016

Conade: imperio del desfiguro.

La primera medalla lograda por un integrante de la delegación mexicana en los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro, lejos de atenuar el impresentable desempeño de la Comisión Nacional de Cultura Física y Deporte (Conade) y de su titular, Alfredo Castillo, lo ratifican y acen-túan: la primera presea obtenida en boxeo por un connacional en los últimos 16 años fue conquistada ayer por el chihuahuense Misael Chino Rodríguez, uno de los pugilistas que, a falta de apoyo por esa dependencia oficial, recurrió al boteo en el transporte público para asistir a competencias internacionales. Es decir, se trata de una medalla lograda no gracias a la Conade, sino a pesar de ella, caracterizada en su actual etapa por la ineficiencia, la arrogancia, los conflictos con otros organismos deportivos y los usos impropios de cuando menos la indumentaria oficial.
Es de mencionar que Alfredo Castillo fue nombrado al frente de la dependencia el 16 de abril del año pasado, pese al desconocimiento del funcionario en materia de políticas deportivas. Su única experiencia relacionada se limitaba por entonces a la práctica recreativa del tenis y a haber publicado una columna en un diario especializado. De entonces a la fecha el ex procurador mexiquense y ex comisionado presidencial en Michoacán provocó sonadas disputas con las federaciones nacionales de las distintas ramas deportivas, en la que se llegó incluso a una amenaza de expulsión de México de los Juegos Olímpicos de Río, emitida por el Comite Olímpico Internacional (COI).
Otros botones de muestra de la ineficiencia de Castillo en el cargo son la accidentada realización de la Olimpiada Nacional, la cual debió realizarse de manera emergente en sedes alternas, debido a que la Conade no suscribió el acuerdo respectivo con el gobierno de Chihuahua, entidad oficialmente designada para acoger el evento; el retraso de la Universiada Nacional, que terminó llevándose a cabo gracias principalmente a la presión mediática, y las irregularidades que pusieron en riesgo la acreditación que la Agencia Mundial Antidopaje otorga al Laboratorio de Prevención y Control de Dopaje, y que no fueron subsanadas sino a escasos meses de iniciado el actual ciclo olímpico. Un motivo adicional de irritación ha sido el reparto de cargos entre personas vinculadas a Castillo por actividades anteriores del todo ajenas a los asuntos deportivos, como la directora de Alto Rendimiento, Anna Lilia Ramírez Ortega, antes secretaria ejecutiva del Sistema Estatal de Seguridad Pública en Michoacán.
En Río de Janeiro la gestión de Castillo y la manifiesta ausencia de una política deportiva en el país han derivado en abierto escándalo, no sólo por la ausencia casi total de resultados de la delegación mexicana y su involución con respecto a su desempeño en Londres 2012 –siete medallas–, sino por los exasperantes descuidos burocráticos –falta de uniformes, ausencia de médicos y preparadores físicos, carencia de uniformes– que han debido padecer nuestros atletas.
La gota que derrama el vaso de la paciencia pública es, sin duda, la presencia de la pareja sentimental de Castillo, Jacqueline Tostado Madrid, quien ha sido indebidamente incrustada en la delegación nacional, a quien se le ha suministrado incluso uno de los uniformes de gala –adquiridos para las atletas a un precio de 14 mil pesos por unidad– y cuyos gastos de viaje permanecen en la opacidad.
Cabe señalar, finalmente, que la palmaria incapacidad en el ejercicio de los cargos públicos y la manifiesta falta de voluntad para orientar en la dirección correcta el desempeño de una dependencia oficial son expresiones de corrupción, por cuanto se traducen en el desperdicio injustificable de recursos públicos, de suyo escasos para promover el deporte y la cultura física en el país.