domingo, 16 de diciembre de 2018

Dinámica económica de hoy: la décima.

José Antonio Rojas Nieto
La deuda total estadunidense –70 mil billones (de nuevo miles de millones)– creció de manera acelerada de finales de 1991 al término de 2007. De 15 mil billones de dólares a sorprendentes 55 mil billones, con los que nuestros vecinos del norte recibieron 2008.
Ahí –justamente durante 2008– se detuvo el acelerado ritmo de endeudamiento estadunidense. Y sólo hasta finales de 2011 nuevamente se inició una nueva etapa de crecimiento de su deuda, aunque ya a un ritmo menos acelerado.
No obstante –vale la pena repetirlo–, hoy ronda 70 mil billones de dólares. Tres y medio veces su producto. De ésta, por cierto, la deuda gubernamental equivale exactamente a su producto nacional. Apenas con el producto de un año se pagaría la deuda pública. Y tardarían casi cuatro en cubrir toda. Además –conviene no olvidarlo–, también dependen de manera creciente de acreedores extranjeros.
Hoy casi la tercera parte de la deuda estadunidense total tiene como acreedor a empresas y gobiernos extranjeros. Sobresalen China y Japón, en una lista de no menos de una veintena de países. ¡Cifras y relaciones tremendamente impresionantes! Restringen de manera severa su desenvolvimiento económico. Pero no sólo. También impiden la mejoría de un nivel de vida que sufrió un deterioro general prácticamente de 2007 a 2013. Y hoy se recupera, pero sólo para ciertos sectores de la población. Jóvenes, latinos, afroamericanos y población de color continúan sumergidos en uno de los peores momentos de su vida.
Es importante notar que en el contexto de esta evolución de la deuda, la dinámica productiva se ha visto severamente afectada. Por ejemplo, en términos de capacidad industrial instalada, los productores de Estados Unidos aprovecharon –por decirlo así– el acelerado ritmo de endeudamiento de 1991 a 2007 para fortalecerse.
Los ritmos anuales de endeudamiento alcanzaron tasas hasta de 8 por ciento al año. Se acompañaron por tasas crecientes de instalación de capacidad productiva que, asimismo, alcanzaron hasta 6 por ciento al año.
Pero eso de tasas crecientes de instalación de capacidad industrial sólo aconteció de 1993 a 1997. De 1998 hasta 2003 ese ritmo disminuyó. ¿Por qué, si seguía habiendo recursos para continuar dicho proceso? Porque la creciente capacidad instalada no fue acompañada por una rentabilidad similarmente dinámica.
Se sobreinstaló capacidad. ¡Gran defecto del capitalismo! Por lo demás, inevitable. No en términos absolutos, lo que no tiene sentido. Pero sí en términos de las posibilidades de sostener una demanda dinámica y solvente de productos industriales estadunidenses. Y, todavía más, en términos de posibilidades de sostener una importante rentabilidad.
¿Cómo medirla? Al menos con la relación del beneficio de las empresas no financieras (antes de impuestos, que también son parte del beneficio) con la capacidad industrial instalada. Y este indicador es muy ilustrativo. Tres fases diferenciadas de 1970 en adelante. Pero, sin duda, severo derrumbe de finales de 1997 a finales de 2001. Drástica recuperación de 2002 a 2006. Nuevo descenso abrupto en 2007 y 2008. Y recuperación de 2009 a 2014, seguida de un nuevo descenso.
Simplifiquemos un poco. Pese a los drásticos vaivenes, podemos decir que en promedio la rentabilidad por activo instalado en la industria se ha estancado desde 2005. Sí, más de 10 años de estancamiento en la rentabilidad general de la economía de nuestros vecinos. Y eso ha sido inevitable. De veras.
antoniorn@economia.unam.mx