Orlando Delgado Selley
El cambio de gobierno impone modificaciones en muchas de nuestras maneras de ver y medir las cosas. El discurso de toma de posesión de AMLO y su larga travesía política señalan que la política de su gobierno estará centrada en el bienestar social. Bienestar que tendrá que procurarse primero a los que más lo requieren. Consecuentemente, para evaluar los resultados de su gestión hará falta medir no sólo el crecimiento del indicador usual de la producción de bienes y servicios: el PIB, sino producir indicadores que recojan las modificaciones en las condiciones de vida de las personas.
Hace nueve años la Comisión sobre la Medición del Desempeño Económico y del Progreso Social, convocada por el entonces presidente de Francia y coordinada por J. Stiglitz, Amartya Sen y J. P. Fitoussi, publicó el informe Medir nuestras vidas: las limitaciones del PIB como indicador de progreso. Stiglitz resumió el planteamiento del informe: lo que mides afecta lo que haces, de modo que si se mide lo equivocado, las cosas se harán mal. El informe produjo un movimiento de académicos y gobiernos que se reunieron para tratar de generar sistemas de medición del bienestar. En México el Inegi tomó conocimiento y generó algunos documentos.
La OCDE se incorporó a este proceso produciendo diversos documentos, como el Índice para una vida mejor. Después creó el grupo de expertos de alto nivel para medir el desempeño económico y el progreso social, coordinado de nuevo por Stiglitz y Fitoussi, acompañados ahora por una experta de la propia OCDE: Martine Durand, junto con destacadísimos académicos, entre ellos Nora Lustig. Hace unos días han hecho público el resultado de su trabajo, resumido en un informe presentado en un foro mundial de la propia OCDE: Más allá del PIB: medir lo que importa para el desempeño económico y social.
El informe, como indicó Stiglitz en un artículo reciente, enfatiza aspectos cruciales como la confianza y la seguridad, al tiempo que profundiza en temas centrales en este momento: la desigualdad y la sostenibilidad, lo que en México es de la mayor importancia. El informe reconoce que no existe una manera sencilla de representar cada aspecto del bienestar con medidas numéricas, del modo en que lo hace el PIB. Por eso como un limitado sustituto se usa el PIB como proxy del bienestar económico, que incluye la demanda de mercancías, y también del bienestar general que depende del patrimonio de las personas, así como de actividades no mercantiles.
Las limitaciones del PIB como indicador del bienestar obligan a ir más allá. Se pretende encontrar un amplio conjunto de indicadores que muestren la salud de una sociedad, la distribución de su bienestar y, por supuesto, la sustentabilidad en términos ambientales, sociales y económicos. El reporte recupera lo que se hizo con las recomendaciones del texto de hace nueve años, identificando áreas que requieren atención de investigadores, agencias nacionales de estadística y de políticos. Los objetivos de desarrollo sustentable (ODS) van claramente más allá del PIB, pero sus 169 metas son demasiadas para efectivamente conducir las decisiones políticas.
Un tema crucial es la desigualdad del ingreso y la riqueza. Es fundamental tener instrumentos para conocer lo que pasa en los deciles extremos de la distribución: el 10 por ciento más rico y el 10 por ciento más pobre. Importa conocer las diferencias al interior de estos grupos, así como las maneras en las que se administran y reparten los recursos entre los ricos. El informe mira, además, las diferencias de oportunidades, pero entendiendo que no son separables: los diferenciales de resultados provienen de la desigualdad de oportunidades que, a su vez, se explican por las diferencias patrimoniales y de ingreso.
López Obrador confía en que sus programas sociales emblemáticos, jóvenes desempleados y adultos mayores, contribuirán a mejorar las condiciones de grupos muy desfavorecidos. Puede ser cierto. Pero importa enormemente conocer con precisión el efecto de estos programas en la distribución del ingreso, primero en el decil de menores ingresos y luego en los siguientes cuatro o cinco deciles, hasta llegar a tener información completa de 60 por ciento pobre del país. La lucha contra la corrupción, central en el discurso y en la práctica de AMLO, ampliará los márgenes de maniobra del gobierno, pero no necesariamente afectará el bienestar de los que menos tienen en nuestro país. Disponer de indicadores que permitan conocer los impactos de la política social del gobierno federal tiene una importancia enorme.
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