Jesús Vargas*
Metafóricamente se puede considerar que los estudiantes del IPN aprenden a caminar profesionalmente sólo con un pie, porque desde el origen de la institución se privilegió la educación tecnológica, en detrimento de la formación cultural. Esta condición se ha sostenido durante 81 años y así se ha aceptado, tal vez, porque se asume como rasgo de identidad.
La fundación del instituto fue uno de los grandes proyectos del presidente Cárdenas, sin embargo, no se tomó en cuenta la formación humanística. Otra desventaja de origen fue que no hubo tiempo para consolidar la institución, quedando muchos años a la deriva. En su segundo informe de gobierno (1936) el mandatario anunció que se habían adquirido equipos para laboratorios y talleres, pero no señaló la fecha de apertura. En la prensa se dio a conocer que entre algunos funcionarios de gobierno y de la UNAM, había oposición a que se abriera una nueva institución que otorgara títulos profesionales, no obstante, el Poli abrió sus puertas en 1937, aunque sin la formalidad de una inauguración. En ese contexto, los directivos informaron que se habían tomado en cuenta las experiencias más avanzadas en la educación técnica de otros países; sin embargo, quedaban fuera de los planes de estudio las ciencias sociales, la historia, la literatura, la filosofía...
Al llegar a la presidencia Manuel Ávila Camacho (1940-1946), se desentendió del proyecto, no se incrementaron los recursos para que se abrieran las plazas docentes que se requerían, ni se concluyeron las edificaciones que estaban pendientes. En 1942 los estudiantes se declararon en huelga, exigían que se atendieran las necesidades más elementales, fueron reprimidos, con el resultado de varios jóvenes heridos, una muchacha muerta y varios dirigentes encarcelados.
Ocho años después, en 1950, se decretó la huelga por la misma falta de atención hacia las necesidades administrativas y académicas; sin embargo, no se logró resolver en definitiva.
En febrero de 1956 los dirigentes estudiantiles expusieron al presidente Ruiz Cortines la problemática que se estaba arrastrando desde 1937, le hicieron ver que, a pesar de los 20 años desde la fundación, no se había incrementado el apoyo económico para construir las instalaciones que hacían falta, ni para responder al aumento en el número de solicitantes de nuevo ingreso. No hubo respuesta satisfactoria y una vez más los estudiantes recurrieron a la huelga como único recurso para resolver sus demandas.
Meses después, el 20 de agosto, el presidente Ruiz Cortines retiró a Rodolfo Hernández de la dirección y en su lugar nombró al ingeniero Alejo Peralta, a quien dio instrucciones precisas para que se terminara con la anarquía, y así fue como el 23 de septiembre los soldados ocuparon el internado que se había inaugurado cuatro años antes. A culatazos levantaron a los internos y los echaron a la calle casi desnudos. Los dirigentes de la huelga fueron encarcelados, mientras el Ejército ocupaba los edificios escolares, imponiendo de hecho el estado de sitio en la institución. Así empezó a cumplir el director con la encomienda presidencial.
Al director Alejo Peralta se le recuerda porque en su gestión se resolvieron muchos de los problemas que había reclamado la comunidad: se construyeron las instalaciones de la Unidad Profesional Zacatenco, se creó el Canal Once de televisión, en varias escuelas se incrementaron los presupuestos y creció notablemente su población. Sin embargo, se impuso una política de tutelaje directo desde la Presidencia de la República. El director general se convirtió en una especie de dictador, se corrompió la representación estudiantil (FNET) y se impuso la represión, la baja académica contra cualquier intento de organización democrática estudiantil.
Durante el movimiento del 68 se rompió temporalmente este esquema: se eliminaron las prácticas represivas, se barrió con los líderes corruptos, el estudiantado desarrolló sus capacidades autogestivas y creativas, pero de estas experiencias no quedó casi nada. Después de 1968 se impuso nuevamente el autoritarismo sobre la vida académica. Se regresó a lo más nefasto del esquema de Alejo Peralta. La dirección general en funciones se formó bajo ese mismo patrón y lo mismo sucede con la mayoría de los directores actuales de las diferentes escuelas, son fruto de lo más bajo de la política tradicional del PRI, mientras los estudiantes no registraron en su genética cultural casi nada de la experiencia libertaria del 68.
¿Tiene algun relación todo esto con la formación académica que se ha continuado desde la fundación del IPN? Ni los estudiantes de las tres primeras huelgas (1942, 1950, 1956) ni los de 1968, tuvimos conciencia de que esta limitante nos condicionaba.
Se sigue exaltando el desempeño profesional de los egresados en las actividades productivas; sin embargo, carecen de una formación humanística y eso los determina y los enfrenta desventajosamente con los que salen de otras instituciones. ¿Será éste el momento en el que la comunidad politécnica reconsidere que hay una deficiencia de origen que debe corregirse, o la institución está condenada a seguir preparando egresados que no aprendan en ella a usar los dos pies en su vida profesional?
*Historiador. Libro reciente: Villa bandolero