David Brooks
▲ Bernie Sanders, quien se define como socialista democrático y proclama que su objetivo es una revolución política en Estados Unidos, es uno de los dos candidatos que gozan de mayor apoyo entre los 23 demócratas que se han lanzado para buscar la candidatura presidencial que hará frente a Donald Trump en 2020. La imagen, en un acto de campaña el fin de semana en Carolina del Norte.Foto Ap
Imaginen un Estados Unidos que garantiza salud a todos sus ciudadanos (hoy día millones no tienen seguro), educación gratuita desde nivel primaria hasta universidad, un salario digno para todo trabajador, derechos civiles plenos para mujeres, minorías, la comunidad gay, lesbiana, bisexual y transgénero (hoy todos ellos bajo ataque por el régimen actual en Washington), una agenda para abordar la crisis del clima, reducción masiva del gasto militar y emplear esos fondos para reparar la cada vez mas frágil infraestructura de este país, privilegiar la diplomacia sobre las armas, poner fin a las por lo menos nueve guerras (nadie puede ni nombrar a todas) y revertir la política exterior actual renunciando las políticas de cambio de régimen en Venezuela, Cuba e Irán, entre otros, y promover por fin una reforma migratoria que respete a los trabajadores que tanta riqueza generan para este país y el que dejaron atrás.
Todo esto es parte de la agenda social demócrata presentada por uno de los principales candidatos presidenciales para 2020 y una diversidad de legisladores federales y estatales que se definen como socialistas, y que no dejan de provocar preocupación y hasta alarma entre las cúpulas políticas y económicas.
Bernie Sanders, quien se define como socialista democrático y proclama que su objetivo es una revolución política, es uno de los dos candidatos que gozan de mayor apoyo entre el elenco de 23 demócratas que se han lanzado para buscar la nominación presidencial en 2020.
Del movimiento electoral que detonó Sanders en su campaña presidencial de 2016, surgieron nuevos políticos jóvenes –la más visible es la representante federal Alexandria Ocasio-Cortez– revivieron organizaciones casi moribundas como Democratic Socialists of America (que hasta 2015 tenía una membresía de menos de 6 mil, pero que ahora tiene más de 56 mil) y se crearon agrupaciones nuevas, como Our Revolution.
Encuestas demuestran repetidamente que votantes jóvenes (entre 18 y 30 años) tienen una opinión más favorable del socialismo que del capitalismo en este país. El analista Doug Henwood escribe que historiadores futuros podrían caracterizar la segunda década del siglo XXI como el momento en que resucitó el socialismo estadunidense.
Las cúpulas políticas, económicas y mediáticas insisten que esta fuerza socialista no puede capturar la Casa Blanca en las elecciones de 2020, pero tienen que admitir que desde la primera campaña de Sanders en 2016 y los triunfos electorales legislativos a nivel federal, estatal y municipal posteriores, los socialistas están definiendo gran parte del debate político.
Por su parte, Trump y los republicanos, usando este fenómeno, proclaman con gran emoción y valentía que Estados Unidos jamás será socialista y advierten que los demócratas convertirán a este país en Venezuela.
Pero es la cúpula demócrata la más agitada ante el fenómeno socialista y probablemente han dedicado más tiempo, esfuerzo y gritos contra Sanders y sus aliados que contra Trump hasta la fecha. Una y otra vez insisten en que Sanders no es elegible, o sea, que no cuenta con el apoyo suficiente para ganar contra Trump en los comicios generales, y que los demócratas tienen que unirse detrás de un candidato mas centrista. Por ahora, el abanderado de la vieja guardia es otro viejo, el ex vicepresidente Joe Biden.
Los medios masivos reiteran ese mensaje, y hasta colaboran para intentar descalificar a Sanders. Sólo en los últimos días, tres medios nacionales se dedicaron a usar tácticas de la guerra fría para revelar simpatías antiguas del senador con los soviéticos, los sandinistas y hasta los disidentes contra las guerras estadunidenses durante el último medio siglo.
¿Será que tanta preocupación y alarma confirma que la amenaza socialista en Estados Unidos tiene más potencial de lo que aun los más optimistas se atreven a pensar?
El Mexe: acto de justicia histórica
Poco más de 10 años después de su clausura por el gobierno estatal, la Escuela Normal Rural Luis Villarreal, ubicada en El Mexe, Hidalgo, fue reinaugurada, en lo que es la consecución de una de las más sostenidas y persistentes reivindicaciones regionales y una promesa de campaña del actual presidente, Andrés Manuel López Obrador. Aunque no han terminado los trabajos de restauración del casco histórico del plantel, alrededor de un centenar de alumnos de nuevo ingreso toman actualmente el curso propedéutico en una telesecundaria cercana.
Más allá de la polemica coyuntural generada por la ausencia de un internado en esta nueva etapa de El Mexe, debe señalarse que la reapertura de la escuela marca un punto de inflexion en la política del Estado hacia las normales rurales, las cuales fueron blanco, en el último medio siglo, de toda suerte de acosos, campañas de descrédito y restricciones presupuestales. Creadas a partir de la segunda década del siglo pasado y caracterizadas por su estatuto de amplia autonomía y su estrecha vinculación con las comunidades campesinas e indígenas, estas escuelas se consolidaron durante el gobierno de Lázaro Cárdenas.
A partir del sexenio siguiente, el Estado redujo sus presupuestos al mínimo, las sometió a una sospecha permanente y en no pocos casos procedió a la clausura definitiva. Se debilitó e incluso se criminalizó, de esa manera, un mecanismo fundamental de movilidad social para las familias campesinas y una herramienta de vinculación entre el agro y el sistema educativo.
En los dos sexenios anteriores el acoso a las normales rurales fue implacable y derivó en actos represivos injustificables contra estudiantes de las normales de Tiripetío, Michoacán, y de la de Ayotzinapa, Guerrero. Cabe recordar que dos alumnos de esta última fueron asesinados por fuerzas policiales en diciembre de 2011 y el 26 de septiembre de 2014 tuvo lugar la atrocidad de Iguala, que dejó saldo de tres estudiantes muertos, 17 heridos –dos de ellos, con secuelas graves– y 43 que a la fecha se encuentran desaparecidos.
Es una buena noticia que, tras décadas de hostilidad oficial, el normalismo rural encuentre en las instituciones una actitud propositiva.
Esta modalidad de formación de maestros adquiere un nuevo sentido en el contexto de los planes y programas –tanto los educativos como los de desarrollo agrario– del gobierno que comenzó el primero de diciembre, y la reapertura de El Mexe, además de dar satisfacción a una de las causas sociales más sentidas en la region, y de reparar una injusticia histórica, abre paso a un centro educativo en el que habrán de ensayarse nuevos modos de operación para el normalismo rural, los métodos de formación de maestros para el campo y las comunidades y, en general, las características del modelo de enseñanza para el campo.