José Blanco
En un inusitado acto de voluntad, en una enorme apuesta de futuro, el presidente Andrés Manuel López Obrador decidió cancelar el proceso de licitación cuyos términos, dijo su gobierno, no fueron atendidos por las empresas extranjeras invitadas a participar como concursantes en la construcción de la refinería de Dos Bocas y, en consecuencia, bajo la figura de administración propia, el Presidente se dispone a iniciar su construcción el próximo 2 de junio.
Es de esperarse que el Presidente haya tenido en cuenta los ángulos de su decisión; no sólo la ingente complejidad técnica del proyecto y su correlato administrativo, sino el contexto económico absolutamente adverso en que se moverá. No resultan extrañas las referencias a la gesta que técnicos y trabajadores de la empresa mexicana –creada el 7 de junio de 1938– desplegaran bajo los más negros augurios del exterior: los mexicanos no serían capaces de mantenerla funcionando. Ciertamente es inútil la comparación porque todo es distinto respecto a los años posteriores a la nacionalización de las empresas extranjeras. Con todo, la decisión soberana de Estado es semejante.
En medio del alud de reprobaciones iniciado, el Presidente necesita y necesitará el más amplio respaldo a esa decisión –es ya un hecho–, porque es mucho lo que está en juego para México. Mi solidaridad sin cortapisas para este paso sin retorno. Los mexicanos ávidos de la máxima superación posible del neoliberalismo salvaje y prepotente debieran arrimar el hombro en lo posible. Los ingenieros y trabajadores de Pemex acompañados por el Instituto Mexicano del Petróleo enfrentan un desafío inmenso por cuanto, como se ha dicho, no se ha construido una refinería en más de 40 años.
Los grandes capitalistas mexicanos y extranjeros ya critican la decisión como una vuelta al pasado, con un Estado que decide hacer las cosas por sí mismo en bien del conjunto del país. El 10 de mayo The New York Times, al día siguiente del anuncio sobre Dos Bocas, publicó un reportaje altamente representativo de la visión neoliberal, que tituló AMLO se acerca a los seis meses de gobierno y México aún espera la Cuarta Transformación. Según el Times, la transformación que busca AMLO es asunto de palabras y short-term policies. Ese medio y sus congéneres no parecen tener idea del alcance de la transformación buscada. Reconstruir el aparato productivo del país para ser capaz de producir en concordancia con una sociedad que alcanza una justicia redistributiva efectiva, tardará más que el suspiro de un sexenio. Pero no sólo se trata de esa justicia, sino borrar al extremo la corrupción, eliminar la discriminación por causa de género, llevar la justicia social a los excluidos de la historia y mucho más, no puede hacerse en cinco meses como lo espera obtusamente el Times.
En política energética, dice ese medio, AMLO “planea gastar miles de millones de dólares en una refinería, apostando a la solvencia financiera de su país en búsqueda de lo que él define como soberanía energética…; el Presidente quiere regresar a la época en que los gobiernos de todo el mundo impulsaban a las empresas nacionales de energía que eran vistas como fuente de orgullo nacional y motores para el desarrollo… En vez de continuar con la apertura a la inversión privada en el sector energético que comenzó su predecesor [¡eso escriben!], el mandatario la ha detenido. Ahora, está gastando dinero público en un intento por restablecer el dominio de los dos gigantes estatales de energía, [...] Pemex y la Comisión Federal de Electricidad”. ¡Qué duda cabe!, el neoliberalismo del Times y del conjunto de la élite dominante por décadas en México (mexicanos y extranjeros) se halla en las antípodas de muchas de las vertientes principales de la 4T. Efectivamente, la 4T busca todo eso reprobado por el Times.
Quedará para la historia el momento efectivo en que el Presidente tomó la decisión de dar ese giro radical a la política energética. Pese al alcance y trascendencia del anuncio sobre Dos Bocas, el Presidente, sin el menor atisbo de exultación, con una Rocío Nahle totalmente relajada como si apenas diera los buenos días –todo planeado, sin duda–, dio los pormenores generales del proyecto. Pemex, con la Secretaría de Energía, han decidido modificar la estrategia de ejecución del proyecto de la nueva refinería en Dos Bocas, Tabasco.
La dirección será asumida por Nahle, y la Oficina de las Naciones Unidas de Servicios para Proyectos supervisará la transparencia y el correcto funcionamiento del proyecto. Más en particular estará bajo la dirección de la nueva subsidiaria de Pemex PTI Desarrollo de Infraestructura, cuyo director es Jorge Arganis, ex secretario de obras con AMLO y con Marcelo Ebrard en el Gobierno de la CDMX. La nueva subsidiaria depende de la Secretaría de Energía.