Alfredo Jalife-Rahme
▲ Casas y un hospital en construcción resultaron dañados con el estallido, el martes pasado, de un auto-bomba cerca de la mayor base militar estadunidense en Afganistán, en la provincia Paruán, donde una persona murió y docenas resultaron heridas.Foto Afp
Ya no saben cómo ocultar las verdaderas razones por las que Estados Unidos (EU) ha permanecido 18 años en Afganistán: su guerra más extensa y plagada de vil desinformación cuando se invocó que era para gestionar la democracia y la libertad (sic).
Tras haber dilapidado un billón de dólares con 2 mil 400 muertos, The Washington Post –cuyo dueño es Jeff Bezos, mandamás de Amazon y acérrimo enemigo de Trump– reveló los bombásticos Papeles de Afganistán, donde se exhibe que EU “está en guerra contra la verdad (https://wapo.st/2rpK8yM)”.
Mas allá de la consabida guerra del opio que usó EU en Afganistán –su mayor productor global (https://bbc.in/2rnAexz) para intoxicar al triángulo RIC (Rusia/India/China)–, copia calcada de las dos guerras del opio que asestó el imperio británico a China en el siglo XIX (la primera de 1839 a 1844 y la segunda de 1853 a 1858), existen evidencias de que las consuetudinarias mentiras de EU sobre el país ocupado fueron, y siguen siendo, para enajenar sus minerales de tierras raras (REE, por sus siglas en inglés), tan preciadas en la guerra tecnológica que ya empezó entre EU y China (https://bit.ly/34ldpaY) y, más que nada, para despojar su litio, hoy tan de moda desde Sonora (México) hasta el triángulo de Bolivia/Chile/Argentina. Según Frazer Institute (https://bit.ly/2RT6y67) la Fuerza de Ayuda Internacional en Seguridad (ISAF) ha expuesto la pletórica riqueza minera de Afganistán: cobre, cobalto, hierro, bario, azufre, plomo, plata, zinc, niobio y 1.4 millones de toneladas métricas de elementos de tierras raras que, de acuerdo con las agencias de EU, tendrían un valor mayor a un billón de dólares (trillón en anglosajón).
Un memorándum clasificado del Pentágono denomina a Afganistán como la Arabia Saudita del litio –aunque el litio técnicamente no es un REE, sirve a algunos de los mismos propósitos.
Hoy China produce 97 por ciento de los REE en el mundo y ha obtenido derechos de exploración para el cobre, carbón, petróleo y depósitos de litio en Afganistán. En la década de 1980, durante su guerra en Afganistán, los expertos mineros soviéticos habían colectado datos y mapas sobre el litio y otros minerales: encontrados en la Biblioteca de la Investigación Geológica Afgana en la capital Kabul por los geólogos estadunidenses un cuarto de siglo más tarde (https://nyti.ms/2RGuk5o).
El estudio del Pentágono, reportado por The New York Times, aduce que Afganistán –en particular, la provincia de Ghazni–, ostente uno de los mayores depósitos de litio en el mundo con valor de un billón de dólares. El entonces general David Petraeus al mando del Comando Central de EU –quien luego resultó un vulgar mercader, más que un gallardo militar– comentó el asombroso potencial de Afganistán, hoy devastado por EU con un paupérrimo PIB nominal de casi 21 mil millones de dólares: el país 113 en el ranking mundial, como Botswana.
Ya en 2009, como parte escenográfica de la ocupación minera y del oro blanco de EU, los probos funcionarios estadunidenses habían acusado al ministro de Minas de Afganistán de haber recibido un soborno de 30 millones de dólares para conceder a China los derechos para desarrollar una mina de cobre. Según el mismo New York Times, los funcionarios estadunidenses temen que China, hambrienta de materias primas, intentará dominar el desarrollo de la riqueza mineral de Afganistán, que puede trastornar a EU, dadas sus fuertes inversiones en la región. Suena revelador, si no hilarante, que el Instituto Frazer proponga el ejemplo minero y petrolero de México –que a finales del siglo XIX se parecía a Afganistán (que hoy carece de cultura minera)– para combatir su corrupción,estabilizar y resolver el problema del abasto de REE. Se nota, o también oculta, que el Instituto Frazer no se haya enterado del final infeliz de la enajenación minera de México –cuando las trasnacionales anglosajonas se llevan casi toda la extracción a cambio de migajas–, ni de la reforma energética neoliberal.
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