Luis Hernández Navarro
Los rostros de 40 maestros y maestras muestran satisfacción. Algunos de ellos levantan su puño izquierdo en alto, otros muestran carteles escritos a mano demandando basificación para los interinos y prácticamente todos sonríen a la cámara. Están en el patio de Palacio Nacional. Al centro, dueño de la situación, saco y corbata roja, se encuentra el presidente Andrés Manuel López Obrador. A su derecha, igual de contenta, está la secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero. Atrás, el secretario Esteban Moctezuma. Y, en el extremo izquierdo del mandatario, aparece su consejero jurídico, Julio Scherer.
La fotografía corresponde a una de las 10 reuniones que López Obrador ha tenido con la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE). Hay otras tomadas en otras partes de Palacio Nacional. En todas, el mandatario aparece de buen humor.
La imagen sintetiza una de las paradojas que enfrenta la coordinadora. Cumple 40 años de vida más fuerte que nunca, pero, al mismo tiempo, tiene dificultades internas, que pueden resumirse en la frase: contra el PRI (y contra el PAN) se luchaba mejor.
Desde que se fundó en Chiapas en diciembre de 1979, la coordinadora ha tenido claridad en distinguir el nosotros del ellos. Ha trazado una clara línea divisoria entre ambos campos. Y ha cuidado no traspasarla. En lo fundamental, nunca ha estado en cuestión su identidad como fuerza político-sindical independiente y autónoma, claramente diferenciada, dentro del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE).
Sin embargo, la llegada de la 4T, acompañada de un claro intento de cooptación de sus líderes por algunos funcionarios, de una mayor apertura hacia el diálogo por parte del Presidente, del freno a la campaña de estigmatización desde el gobierno y de la solución parcial a algunas de sus demandas, han diluido las fronteras del anterior nosotros y el ellos. Y, aunque la coordinadora mantiene firmes los principios que le han permitido sortear la más cruel represión (con su secuela de decenas de muertos, presos y perseguidos), está aún por consensuar su actuación en las nuevas circunstancias.
La CNTE tiene más de un año sin efectuar movilizaciones nacionales. Todo un récord por donde se le vea. Más aún si se considera que su táctica de lucha durante más de cuatro décadas, ha sido movilización-negociación-movilización.
Ciertamente, ha habido protestas, pero en lo esencial, éstas han sido de carácter local. Los maestros de Oaxaca concentraron parte de sus fuerzas en la Ciudad de México para mostrar al Congreso de la Unión su inconformidad con la continuidad de la vieja y la nueva reforma al artículo tercero constitucional y sus leyes secundarias. Los docentes chiapanecos efectuaron grandes acciones de masas en su entidad y han estado a punto de parar indefinidamente, para expresar su malestar contra una reforma constitucional gatopardista y enfrentar el intento del gobernador Rutilio Escandón de anular la bilateralidad en las relaciones laborales. Los trabajadores de la educación de Michoacán se vieron obligados a bloquear las vías de ferrocarril para que el gobierno del estado les pagara sus salarios atrasados.
Como si se tratara de una nueva versión de La odisea, en la que Penélope deshace de noche el sudario que teje de día, el diálogo permanente con AMLO le ha permitido a la CNTE alcanzar compromisos para resolver problemas, que, cuando llegan a otras instancias gubernamentales para su ejecución, no se cumplen.
Contradictoriamente, mientras el Presidente pacta con los representantes genuinos del movimiento, diversos actores gubernamentales y legislativos han apostado por inventarse otros interlocutores a modo. Aunque, una y otra vez, la coordinadora ha insistido en que no tiene representantes parlamentarios, figuras relevantes de la 4T han difundido la ficción de que 40 diputados militan en las filas del magisterio disidente. Más: han pretendido convertir a algunos de ellos en su contraparte oficiosa.
Como si no le bastara con estos retos, la CNTE enfrenta tres grandes desafíos adicionales que encarar a corto plazo: la federalización de la nómina del sector educativo, la defensa de su Programa Nacional de Educación opuesto a la fantasmagórica Nueva Escuela Mexicana y la democratización del SNTE. Abordo sólo el primero y dejo para más adelante los otros dos.
La reforma educativa de Enrique Peña Nieto y el Fondo de Aportaciones a la Nómina Educativa (FONE) de 2013, dejaron un verdadero caos en la contratación y pago de miles de maestros. En varios lugares del país multitud de docentes están laborando frente a grupo sin estar incluidos en el FONE. Sólo en Oaxaca, por ejemplo, hay problemas de incidencia administrativa que requieren para su solución de unos mil 200 millones de pesos.
La federalización anunciada por el Presidente implica la homologación salarial, no sólo del salario base sino de las compensaciones (aguinaldos, bonos, días económicos y un largo etcétera). ¿Cómo se va a homologar a los educadores? ¿A la baja o hacia arriba? Ejemplo: mientras los profesores de la Ciudad de México reciben 40 días de aguinaldo, los del estado de México tienen derecho a 90 días.
Queda pendiente ver cómo la 4T se va a echar ese trompo a la uña. Y cómo la CNTE lo enfrentará.
Twitter: @lhan55