Silvia Ribeiro *
La COP 25 sobre cambio climático, que se acaba de realizar en Madrid, España, fue toda una metáfora de la actitud de gobiernos y empresas frente a la devastación ambiental y social que provocan: nada detendrá sus negocios, ni aunque estén aserrando la rama del árbol donde están sentados. Pese a la abundancia de evidencia sobre el desastre climático y a las multitudinarias protestas por todo el mundo, la vigesimoquinta conferencia del Convenio de Cambio Climático de Naciones Unidas (COP25) mostró al mundo nulos resultados para parar el cambio climático. Eso es gravísimo, pero podría haber sido aún peor.
Podrían además haberse puesto de acuerdo –bajo la presidencia de un gobierno brutalmente represor y criminal como el de Chile– en cómo establecer un nuevo mecanismo global de mercados de carbono, que empeorará todo aún más. Podrían haber creado nuevas formas para seguir vendiendo aire con grandes lucros para las empresas contaminantes que han causado la catástrofe y para convertir cada pedacito de la naturaleza en una nueva mercancía, e incluir por ejemplo océanos y suelos agrícolas, algo que aún no han logrado meter en esos mercados. Podrían haber también sentado las bases para que en lugar de acciones reales para detener el cambio climático se legitimen y legalicen técnicas de geoingeniería para remover el carbono de la atmósfera o para bloquear la luz del sol abriendo un negocio adicional de alto riesgo. Todo estaba en la mesa de negociaciones de este convenio y se fue a la COP26, que será en noviembre de 2020 en Glasgow, Escocia. El gobierno de Reino Unido ya anunció que conducirá con mano firme los acuerdos para crear estos nuevos mercados de carbono.
Según 150 organizaciones de las redes globales de justicia climática, desde antes de la COP25 estaba claro que los grandes contaminadores, incluidas las industrias de combustibles fósiles, agricultura, plantaciones y mercados de carbono, planean condenar al mundo a un calentamiento catastrófico en los próximos años (https://demandclimatejustice.org/). Un informe de la Global Gas and Oil Network, de diciembre de 2019, analiza los planes de expansión de la industria de combustibles fósiles (petróleo, gas y carbón) y muestra que para 2030 sus planes nos llevarían al menos a 50 por ciento por encima del objetivo del Acuerdo de París de no sobrepasar el aumento de 2˚C y a 120 por ciento más de lo compatible con el compromiso global de limitar el calentamiento a 1.5˚C. La mayoría de esta expansión provendría de Estados Unidos y Canadá (https://tinyurl.com/sbj5oq5).
Esta industria tiene una infraestructura instalada de más de 55 millones de dólares estadunidenses y reservas por un mínimo de la mitad de esa suma. Es la industria que recibe más subsidios públicos: según un cálculo del FMI en 2015, recibía anualmente 10 mil dólares por minuto. Es claro que esta industria no va a permitir ningún cambio en sus negocios que no sea para aumentar sus ganancias. Por ello inventaron los llamados mercados de carbono, para que los grandes contaminadores puedan pagar a otros que supuestamente no generan emisiones de gases de efecto invernadero. Esto generó, a su vez, un exitoso mercado secundario de bonos y créditos de carbono, con lo que los contaminadores siguieron contaminando y además lucraron con los mercados de carbono.
El convenio de cambio climático les dio la coartada legal a través de secciones del Protocolo de Kyoto y el cínicamente llamado Mecanismo de Desarrollo Limpio. El Protocolo de Kyoto se cierra en 2020, luego de haber fracasado estrepitosamente, ya que el calentamiento global ha empeorado notablemente. El Acuerdo de París (AP), firmado en 2015, acordó trabajar para mantener la temperatura muy por debajo de 2˚C. Sin embargo, no exige reducciones reales, sino un equilibrio entre emisiones y sumideros, abriendo así a una nueva contabilidad en lugar de cambios reales. En su artículo sexto, el AP prevé que pueden haber transferencias internacionales de emisiones (un país que emite mucho negocia con otro que no emite o supuestamente puede absorber carbono), colocando así las bases para una nueva plataforma de transacciones de mercado. La forma de estas transacciones es lo que estaba en el núcleo de las negociaciones que no se concretaron en Madrid.
En locales aledaños a las salas de negociación las trasnacionales organizaron numerosos eventos para prefigurar y apropiarse de este incipiente mercado. Por ejemplo, Chevron, BP, Shell, BHP Billiton y varias forestales inauguraron la Alianza para los mercados de soluciones climáticas naturales. Bayer-Monsanto presentó planes para que los suelos puedan entrar a los mercados de carbono como soluciones basadas en la naturaleza. Otros presentaron iniciativas de geoingeniería, pese a que están bajo moratoria o prohibidas por otros convenios de la ONU.
Dentro y fuera de las negociaciones, tanto en Madrid como en Santiago de Chile, hubo continuas protestas populares contra estos atropellos. Centenares de organizaciones sociales, indígenas, campesinas, sindicales y ambientalistas se manifestaron contra los mercados de carbono, contra los nuevos asaltos a la naturaleza y la geoingeniería. Además del cuestionamiento al sistema que causa el cambio climático, es en esos pueblos y organizaciones que están las verdaderas soluciones. En Chile, Madrid o Glasgow no está en su agenda rendirse.
* Investigadora del Grupo ETC
Contribuciones de la CNTE a la educación
Hugo Aboites*
Cuando en 1946 el presidente Ávila Camacho decide eliminar el proyecto de educación del cardenismo y borrar de la Constitución la palabra socialista (toda la educación que imparta el Estado será socialista decía el artículo 3), ya en 1943 había establecido un dispositivo de control de los maestros: el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE). Además, había reducido a la mitad los ingresos reales de las y los profesores, y sólo cuarenta años más tarde recuperarían su nivel original. En contraste, el gasto educativo anual en esos años (1945-1982) dio un salto extraordinario y pasó de 500 a 25 mil millones (pesos de 1970). Y también, en el mismo periodo, el número de maestros creció de 15 mil a más de 600 mil (Aboites, H. El salario del educador en México: 1925-1982 Revista Coyoacán Núm. 16, 1984). Los maestros pasaron así de ser protagonistas y aliados en un proyecto nacional de educación, sustentado en una miríada de normales rurales, a ser una masa empobrecida y subordinada al servicio del Estado y obligada a responder a un nuevo proyecto de armonía social que ocultaba la desigualdad y sometimiento de la mayoría de la población.
En otras palabras, el gobierno de Ávila Camacho rompe con el proyecto originalmente impulsado por el cardenismo, pero para poder hacerlo, primero rompe con los maestros. A partir de entonces, acosados por el cacicazgo sindical y los bajos salarios, marchan y protestan, pero son desdeñados, como en 1954 cuando, sin traje ni corbata, llenan el patio de la SEP y son descritos por el aristócrata secretario como un grupo de enchamarrados de uñas enlutadas. Díaz Ordaz decide ir más lejos y cierra cerca de la mitad de las normales rurales del país, y en el 68 y en los setentas, maestras y maestros no dejaron de ser sometidos a la represión contra estudiantes y sectores populares y al abuso del caciquismo sindical. El movimiento magisterial aprendió así a luchar y fortalecerse y, al resistirse y rebelarse, hizo tres grandes contribuciones a la educación del país. La primera, al fundarse la CNTE en 1979, demostrar que ya entonces era perfectamente posible deslindarse del SNTE y del charrismo y caciquismo sindical. La segunda, luego y ahora, demostrar que es posible la construcción de espacios de autonomía en la educación (proyectos alternativos en Oaxaca, Guerrero, Chiapas, Michoacán y otros). Y, la tercera, que a pesar de las más difíciles condiciones, es posible traducir tanto la independencia sindical como la autonomía en el motor de una de las más poderosas movilizaciones en educación del pasado siglo y en el florecimiento de proyectos educativos que apuntan a enraizar profundamente a la educación en la diversidad regional, enfrentando las necesidades y manifestaciones diversas de desigualdad y sometimiento del país. Con esto ha hecho una enorme contribución para el futuro de la educación en México: ha dejado claro que si se quiere hacer prosperar a la educación mexicana se requiere de la independencia organizativa de sus maestros, de una real autonomía educativa a escala regional y de una profunda disposición a luchar por mantener y ampliar esos espacios. Sólo así podrá construirse una educación desde la visión de los que sufren desde hace décadas por un país que la corrupción, la colonización interna y la visión neoliberal no han dejado que surja con toda su potencialidad.
Dotado de estos antecedentes, la CNTE se enfrenta hoy a la oportunidad de aprovechar lo que las y los maestros contribuyeron a crear: un sexenio de mitigación de la vieja intención de eliminar al magisterio y su proyecto democrático social independiente y autónomo. Si bien el nuevo gobierno ha reconocido la independencia de la CNTE y negociado algunos temas periféricos, todavía no ha reconocido su autonomía educativa y mantiene una visión que está rezagada respecto de los avances que en consciencia y en demandas se volvieron ya inaceptables desde el sexenio pasado. A pesar de seis años de muertes y represión por la calidad y la excelencia, por las evaluaciones centralistas y clasificadoras a maestros y escuelas, todo esto sigue como referente constitucional y legal, y amenazan con convertirse en el asidero de un futuro retroceso a manos de nuevos y ambiguos gobiernos. Son visiones del pasado esencialmente inadecuadas para construir la educación libertaria y regional que necesitan los mexicanos. Y lo mismo la propuesta de una nueva escuela mexicana.
Hoy, la CNTE todavía puede hacer otra importante contribución: señalar a propios y extraños que esa mezcolanza de bonitas intenciones y fórmulas del pasado no sacará a flote a la educación mexicana. Y mostrar que sólo una conducción de maestros, estudiantes y comunidades será capaz de revitalizarla.
P.S. Libros bienvenidos y oportunos: La primavera magisterial, de Luis Hernández Navarro, y La defensa de las luchas magisteriales, de Enrique Ávila.
*Profesor-investigador, UAM-X