El jueves pasado, el estudiante de biología y defensor de la naturaleza Eugui Roy fue asesinado en un rancho del municipio oaxaqueño de San Agustín Loxicha, donde decidió radicar durante la actual contingencia sanitaria. Comprometido con el cuidado, defensa y preservación de reptiles y anfibios, Eugui tenía apenas 21 años y era un integrante apreciado de distintas organizaciones e iniciativas ambientalistas, las cuales han lamentado su muerte y exigido a las autoridades el esclarecimiento del ataque homicida en su contra.
El asesinato de Eugui se enmarca en un clima generalizado de violencia contra los activistas ambientales. Hace apenas dos semanas, La Jornada consignó las amenazas y presiones que Roberto de la Rosa de Ávila ha recibido por oponerse a que sus tierras sean convertidas en una mina a cielo abierto por Ocampo Minning Tayahua, filial de Grupo Frisco. En lo que va de 2020 al menos seis defensores del medio ambiente han sido asesinados: el propio Eugui Roy, la defensora del territorio sagrado wixárika de Wirikuta Paulina Gómez Palacio Escudero, el abogado ambientalista Isaac Medardo Herrera Avilés, el opositor a la minería a cielo abierto Adán Vélez Lira y los protectores de la Reserva de la Biósfera Mariposa Monarca Homero Gómez González y Raúl Hernández Romero.
La breve enumeración anterior, así como los 499 ataques dirigidos contra defenso-res del medio ambiente entre 2012 y 2019 –83 de ellos con saldo mortal– muestran como constante el desencuentro de quienes buscan la preservación del equilibrio ecológico y el respeto a sus formas de vida con poderosos intereses económicos que no ven en la naturaleza sino un filón para el enriquecimiento acelerado, cuya explotación emprenden al margen de cualquier impacto negativo para el propio ambiente o para la salud de quienes se ven expuestos de manera involuntaria a sus actividades.
La minería es una actividad cuya mención resulta ineludible al referirse a los daños a la salud que conllevan los proyectos a los que se oponen los ambientalistas hostigados o asesinados. En efecto, cabe recordar que esta industria extractiva no sólo se encuentra involucrada en 71 de los 499 ataques perpetrados en los ocho años pasados, sino que también se ha destacado como un actor particularmente nocivo para la salud pública, y refractario a asumir cualquier responsabilidad por las consecuencias indeseables de sus actividades.
Otro deplorable denominador común en la violencia contra defensores del medio ambiente es la casi total impunidad con que suelen saldarse todas las formas de agresión que padecen. Esta impunidad, que no pocas veces ha ido precedida y seguida por el uso de la fuerza pública para amedrentar a los activistas, ha sido un aliciente perverso para quienes hacen de la aniquilación física de los defensores un medio para facilitar la consecución de sus intereses. Por ello, el esclarecimiento del crimen contra Eugui Roy, y el de todos los delitos contra ambientalistas que permanecen impunes, representa la única vía para poner fin al uso de la violencia contra éstos y otros luchadores sociales.
La otra cátedra
Lev M. Velázquez Barriga *
Maestros de la Coordinadora Nacional de Trabadajores de la Educación (CNTE), conocidos por sus constantes bloqueos y protestas en Michoacán, ahora imparten la otra cátedra: acopian víveres para repartir entre la población más vulnerable ante la actual pandemia del Covid-19; con esta entrada abre la nota de un medio de comunicación digital que documentó la jornada humanitaria de la sección 8. Luego de percibir brotes de protesta social por falta de alimentos en el puerto de Lázaro Cárdenas, la ciudad más golpeada por la pandemia en territorio michoacano, el magisterio resolvió la urgente instalación de centros de acopio de alimentos no perecederos.
Durante la protesta virtual del primero de mayo para exigir estabilidad laboral, pagos atrasados del gobierno estatal y un alto a la represión física de los estudiantes normalistas que unos días antes habían sido baleados por la poli-cía michoacana cuando se dirigían a una protesta por la reducción de la matrícula en las escuelas normales públicas del estado, los maestros repitieron la jornada de ayuda humanitaria en la que: de trabajador de la educación a trabajador informal, desempleado, jubilado, en precariedad laboral y extrema pobreza, recibieron directamente hasta su hogar el resultado de la donación de un día de salario en alimentos para sus familias.
No se trata de una situación atí-pica, sino de un comportamiento que se ha repetido en otros momentos similares en la vida de la organización magisterial democrática: durante la inundación en la región oriente del estado en febrero de 2010 rescataron decenas de casas y espacios públicos que fueron sepultados por el lodo en los municipios de Tuxpan y Angangueo, ahí también llevaron alimentos a los damnificados; lo mismo hicieron en septiembre de 2018 en el municipio de Peribán, cuando la corriente de agua arrancó viviendas de raíz y arrastró varios automóviles por cientos de metros; en esa ocasión el sector indígena del magisterio tuvo un papel fundamental por ser una región cercana a la meseta puré-pecha; en los días posteriores al sismo de septiembre de 2019, ins-talaron centros de acopio a través de la estructura sindical y recogieron 36 toneladas que llevaron a la zona centro del país, la más afectada, para repartirlas de forma directa entre las familias con la ayuda de redes de organizaciones populares y de los mismos docentes de estas entidades federativas.
Este caminar constante de las y los maestros de la CNTE con ayuda humanitaria no se ha realizado a través de una oficina de gestión o un espacio de distribución centralizado, los docentes se desplazan hasta donde están los más olvidados, los invisibles, los nadie, como decía Galeano; lo que los ha obligado a caminar por los confines de la miseria, las periferias citadinas, las fronteras del olvido donde no hay Estado, por las últimas líneas divisorias de las clases más bajas, los rincones huérfanos de patria, donde están los cordones de miseria y los caminos escondidos de la violencia, incluso más allá de los límites de las clasificaciones convencionales de los sujetos o que describen las problemáticas de la sociología conservadora; hasta donde no llega la educación a distancia, pero sí hay una distancia añeja y profunda entre la educación, el derecho humano a tenerla y la adversidad.
Sin embargo, el problema no consiste en resolver la cobertura a través de mediaciones tecnológicas que harían llegar hasta esos lugares la educación neoliberal, burocrática, credencialista y bancaria que ha sido virtualizada, televisada, impresa en cuadernillos y llevada a las radiodifusoras, porque no se trata sólo de bordes territoriales; lo son también políticos, de estructuras familiares, migraciones, lingüísticos, culturales, de género, de mentalidades, violencias y clases sociales. Ahí es donde están los ancianos abandonados por hijos todavía más abandonados, la población consumida por las drogas, el suicidio, la violencia, la prostitución, la narcoeconomía del menudeo, los tiraderos de desechos, la súper explotación en el campo, las maquilas de la muerte y el subempleo basura de los chicleros, los vendedores callejeros, los que recogen basura en la calle para llevar a las recicladoras y los niños que limpian parabrisas en las esquinas.
La otra cátedra de la CNTE no engrosará las carpetas digitales de evidencias, no servirá de mucho para avanzar en los contenidos programáticos oficiales ni para evaluar los aprendizajes clave, no formará parte de la ruta de mejora en los consejos técnicos escolares; pero es una primera cátedra humanitaria de cómo organizar la solidaridad en tiempos de pandemia, poniendo en el centro lo importante y lo necesario para los más vulnerables; es el acercamiento más próximo a un diagnóstico oportuno para iniciar lo que el educador popular argentino Fernando Lázaro llama pedagogía de los bordes, justo ahora que el secretario de educación ni siquiera es capaz de responder si todas las escuelas mexicanas tendrán agua para garantizar las medidas sanitarias, en su necedad por termi-nar el ciclo escolar con cla-ses presenciales.
* Doctor en pedagogía crítica
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