Nubarrones electorales
Arturo Balderas Rodríguez
Algo grave sucede en EU, país orgulloso de su sistema democrático del que Alexis de Tocqueville se expresara en 1835-40 como uno de los sistemas democráticos más efectivos, para fundar y mantener la soberanía del pueblo. Si Tocqueville apostara por la democracia angloamericana de ahora, seguramente perdería la apuesta y también su idílica idea de ella. La tan celebrada democracia pudiera estar perdiendo su rapport y credibilidad como resultado de que un puñado de bucaneros, encabezados por el presidente, la han secuestrado para conservar el poder contra viento y marea. Un sector de la sociedad estadunidense, encabezado por un grupo incrustado en el Partido Republicano, ha hecho todo lo posible por reducir la participación ciudadana en el proceso electoral como medio para ganar.
El Centro Brennan para la Justicia ha documentado una serie de estratagemas mediante las que gobernadores y cuerpos legislativos, en donde la mayoría es republicana, se las han ingeniado para coartar el derecho al voto: miles de ex convictos, no obstante haber cumplido su sentencia y recuperado la mayoría de sus derechos ciudadanos, han sido purgados de las listas de votación; han limitado el número de casillas en distritos con mayor número de personas de bajo ingreso, particularmente en los que viven afroamericanos e hispanos; han acortado los horarios para votar a sabiendas de la dificultad que tienen quienes trabajan dos y hasta tres turnos para acudir a las urnas (es irracional que la elección se efectúe en un día laboral); el financiamiento privado del proceso electoral lo ha corrompido, al convertirlo en un botín al alcance de unos cuantos. La estratagema más reciente es impedir el voto por correo en momentos en que el hacerlo en persona es altamente riesgoso por la coyuntura sanitaria. La lista de las trapacerías ingeniadas para secuestrar y pervertir las elecciones se podría alargar; mientras tanto, la sociedad advierte con desazón una forma cada vez más descarada en que estos procedimientos se multiplican.
Un síntoma grave de tal perversión es la forma en que Donald Trump, con el apoyo incondicional de los acólitos de su gabinete y la plana mayor del partido del que se adueñó hace tres años, menospreciando la gravedad de esta dolorosa y trágica emergencia sanitaria, la utiliza para abrevar en su molino de la relección. Tocqueville debe estar revolcándose en su tumba.
La ecología: origen del virus hoy y mañana
Alexander Naime Sánchez-Henkel*
Piensa en una jungla con enredaderas espinosas entretejidas en matorrales tortuosos, frutas caídas, rayos de sol coníferos, animales de rama en rama, arriba, mamíferos en abundancia, jaguares, un billón de ranas, insectos cruzando tu camino, abajo. El virus está en todas partes y en ninguna parte. Su código genético tan minúsculo para hospedarse en cualquier cosa viva. Pero nadie puede decirte en qué insecto, mamífero, pájaro o planta se esconde. Tú avanzas, destruyendo todo con tu maquinaria y tu conocimiento.
Piensa en la especie humana, no en ti, sino en tu especie. Las posibilidades de encuentros humanos en pequeñas calles y en aviones, de aquí a allá, acumulando basura, objetos, cuerpos en abundancia escupiendo, riendo, sudando, tosiendo, llorando, tocando, estornudando, besando, chillando, hablando, chocando, gruñendo. El virus está en ellos, pero nadie puede decirte en qué humano se ha infiltrado.
Sin duda, esta enfermedad no nos está encerrando porque sí. Su presencia es resultado indeseado de las cosas que seguimos haciendo que reflejan la convergencia de dos crisis en nuestro planeta: la ecológica y la sanitaria.
Las actividades de la humanidad están desintegrando ecosistemas naturales. La tala, la infraestructura invasiva, la agricultura, la caza y el consumo de animales salvajes, la ganadería, la extracción de minerales, la expansión urbana y suburbana, la contaminación química, las islas de basura en el océano, el cambio climático. Conocemos los márgenes generales de ese problema. Esto no es nuevo. Pero ahora, con la tecnología y el comportamiento humano, millones de criaturas, la mayoría de ellas desconocidas o mal entendidas, están en contacto con nosotros. Y esos millones de criaturas que están integradas en relaciones ecológicas que limitan su abundancia y su rango geográfico incluyen los virus. ¿Por qué se salen de su hábitat?
Los virus comúnmente habitan un tipo de animal o planta, con quienes mantienen relaciones íntimas, antiguas y dependientes pero benignas. Son especies milenarias que al ver su ecosistema destruido –como toda especie en este planeta que de repente se encuentra incitada, desalojada, privada de su hábitat– tienen dos opciones: encontrar un nuevo hábitat o extinguirse. No es que nos ataquen específicamente. Es que los humanos estamos tan obscenamente disponibles que ofrecemos una magnífica oportunidad de hábitat con todos los miles de millones de cuerpos humanos conectados globalmente.
Por eso, estas patologías que pasan de especie a especie representan la amenaza más importante y creciente para la salud mundial.
Justo en febrero, investigadores del Laboratorio de Ecología de Enfermedades y Una Salud, de la Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia de la UNAM, comunicaron respecto al coronavirus que la conservación y estudio de hábitats naturales es un asunto de salud pública imprescindible, pues la transformación del paisaje y el comercio de animales favorecen enfermedades virales que conocemos muy poco, sostienen. Por eso la necesidad crítica, desde Salud, de vigilar la salud ambiental e identificar patógenos en formas de vida no-humana para actuar con certeza y precisión en la distancia emocional del siguiente brote, dicen, porque están dengue, ébola, estreptococos, salmonela, malaria, H5N1, H1N1, hepatitis E, VIH y otros cientos inevitables por surgir.
Suena razonable, ¿no? Al comer y enjaular animales, al asediar hábitats, al arrinconar y exterminar especies, y al consumir ecosistemas que ni siquiera conocemos contraemos también sus bacterias, sus virus, sus enfermedades. Esta realidad añade a la emergencia sanitaria de hoy, la urgencia del problema eco-sanitario de ayer, y de mañana. ¿Y qué se hace? Por ahora esa lucha se posterga, se pospone, se cancela. Mientras la enfermedad nos arresta, la destrucción del ambiente prospera.
* Sociólogo