martes, 12 de mayo de 2020

El mercado o la vida.

José Blanco
La derecha en México y en muchos otros países ataca con mezquindad a los gobiernos sirviéndose de la pandemia. No sólo Hugo López-Gatell ha sido objeto de ataques arteros; en España, a Fernando Simón, director del Centro Coordinador de Alertas y Emergencias Sanitarias, le ha ocurrido lo mismo, y a Christian Drosten, el virólogo de Angela Merkel, también; en Argentina los voceros del neoliberalismo desplazado han emprendido una campaña feroz directamente contra Alberto Fernández. En todos los casos por los números y el manejo epidemiológico del Covid-19. En realidad, son parte de campañas inicuas contra los jefes del gobierno; en casos varios, como en México, con ahínco golpista.
El personal médico lucha con denuedo contra un germen altamente contagioso cuyo modo de infectar y circular es desconocido para el mundo; virólogos y epidemiólogos aprenden sobre la marcha mientras deben tomar decisiones. En tanto, las derechas golpean ruinmente. Atacan por pánico: ¿frente a qué talante social se encontrarán en la pospandemia dada la desnudez del sistema? El capitalismo neoliberal y su implacable individualismo no es la única forma de producir y reproducir la vida de los humanos.
Las sociedades actuales no son ya aceptables y deben ser cambiadas de raíz. Nunca los seres humanos habían constituido los engranjes de una inmensa maquinaria planetaria de acumulación de capital, de consumo desenfrenado de los de arriba y de trituración de los de abajo, como ha ocurrido en el mundo en la era neoliberal. El darwinismo social nunca fue opción de vida, pero vivimos inmersos en él, presos de una economía depredadora que sólo sirve al uno por ciento.
El hambre, la enfermedad, la miseria que atenaza a cientos o miles de millones en el mundo, es intolerable. Esto no tiene nada de natural como quiere el liberalismo económico. La sociedad –la de cualquier parte– puede ser organizada sobre unas bases absolutamente diferentes.
La tarea de realizar un cambio radical es inconmensurable. Parte del problema es la dificultad de unir a las izquierdas, dadas sus diferencias sobre los objetivos y los caminos. En tanto, las derechas fácilmente unifican sus fuerzas, por cuanto todas defienden intereses, los mismos intereses.
Hoy no hay lugar para revoluciones, pero el camino de reformas cada vez más profundas, sería posible. Es necesario poner fuera del mercado la vida de los humanos. La pandemia pide a gritos un sistema público de salud, robusto, integral, de alta calidad, que incluya centros de investigación científica para servir a la sociedad; iguales derechos efectivos para todos. Un sistema de educación pública de alta calidad del nivel prescolar hasta el universitario; iguales derechos efectivos para todos. Ambos sistemas fuera del mercado.
La alimentación correcta para todos debe estar garantizada. Puede ser parte de un ingreso básico universal, pero es preciso no sólo garantizar ese ingreso, sino también la oferta suficiente de alimentos, mediante la producción pública y la comunitaria. Esa tenaza, bien construida, debe ser la base de una nutrición sana y completa. La alimentación fuera del mercado.
En los prolegómenos de una pandemia de duración incierta, el riesgo de una escasez mundial de alimentos ya está a la vista. El problema es visible en Estados Unidos, y las alarmas suenan especialmente en el mundo desarrollado. The Economist dice (8/5/20): Se avecinan tres peligros amplios. Los agricultores pueden producir menos, por falta de mano de obra o de demanda... El crédito, del que depende el flujo de bienes, podría volverse escaso. Y los gobiernos, temiendo la escasez, pueden restringir el comercio y acumular suministros. Una guerra de comercio de alimentos sería una locura para todos. La locura es perfectamente factible; los desarrollados pueden haber empezado ya a acaparar, y el hambre entre los pobres del mundo se va volviendo amenaza concreta. México no puede dejar al libre comercio sus reservas y su producción.
Las mujeres y los hombres mismos deben salir del mercado de trabajo; el esfuerzo de brazos y mentes deben dejar de venderse y comprarse. Otro mundo es posible: donde los seres humanos del planeta tengan acceso a los bienes necesarios para su vida, con independencia del trabajo que cada quien deba realizar, mientras todos deben tener derecho a un sitio de trabajo. Un ingreso básico universal, desligado del trabajo, debe proveer esos bienes. Pero es indispensable que el Estado organice con la sociedad la producción y reproducción de la vida de todos. Y eso implica no sólo una demanda garantizada por ese ingreso, sino la producción garantizada de los bienes necesarios. El mercado debe ser un mecanismo marginal a la reproducción de la vida humana.
La crisis pandémica y económica es un hecho social total que llama a cambiar el mundo. Un cambio como el que he dibujado con unos cuantos trazos no puede ser un hecho social total, pero puede ser alcanzado: una reforma tras otra, mediante luchas de grande aliento.