martes, 12 de mayo de 2020

México SA

Pemex: herencia asfixiante // ¿Dinero bueno al malo?
Carlos Fernández-Vega
A Petróleos Mexicanos, empresa productiva del Estado, la tecnocracia neoliberal la endeudó a niveles insostenibles, la exprimió fiscalmente hasta la última gota, le redujo drásticamente su producción y la corrompió a más no poder. En síntesis, la destrozó, pero ahora los expertos en la materia –todos pertenecientes a dicha corriente de pensamiento– se quejan, en el caso de Pemex: ¿por qué el gobierno de López Obrador se aferra a echarle dinero bueno al malo?
¿En serio? ¿Cuál fue la herencia? Del Pemex se prepara para atender las exigencias futuras del desarrollo nacional de Miguel de la Madrid al nuevo paradigma que depare para México desarrollo y prosperidad (léase la reforma energética) de Enrique Peña Nieto, lo que lograron seis gobiernos neoliberales al hilo fue quebrar técnicamente a la ahora empresa productiva del Estado, no sin antes asfixiarla en lo financiero, amén de la constante reducción en lo productivo, es decir, lo inversamente proporcional en materia de corrupción.
Ahora que los expertos se quejan de echarle dinero bueno al malo, la información financiera más fresca (primer trimestre de 2020) de Petróleos Mexicanos revela lo siguiente: Entre abril y diciembre de este año Pemex enfrentará amortizaciones de deuda por 9 mil 756 millones de dólares, de los cuales 3 mil 156 millones son para el pago de la deuda denominada en pesos mexicanos y 6 mil 600 para la contratada en monedas extranjeras. Por lo que resta de la administración (de López Obrador), la empresa enfrenta vencimientos de deuda por 29 mil 801 millones de dólares, según las cifras oficiales ( La Jornada, Julio Gutiérrez).
El reporte de resultados de Petróleos Mexicanos –primer trimestre de 2020–, agrega la información de La Jornada, revela que su deuda total asciende a 104 mil 795 millones de dólares, y de ese monto 70 por ciento está en dólares estadunidenses; 9 por ciento en pesos mexicanos; 15 por ciento en euros; 2 por ciento en yenes; 2 por ciento en Unidades de Inversión; uno por ciento en francos suizos, y uno por ciento en libras esterlinas.
Así dejaron a Pemex, y la administración de López Obrador –que se ha comprometido a no endeudar más a los mexicanos– paga las consecuencias, porque el endeudamiento de la ex paraestatal (un enorme negocio sólo para los prestamistas) no se utilizó para incrementar la producción petrolera ni mejorar su perfil financiero, sino para cubrir los intereses del creciente débito y tapar los enormes y cuantiosos agujeros financieros de la corrupción.
De acuerdo con la estimación de la ex paraestatal, en el presente sexenio de las arcas nacionales deberán salir alrededor de 670 mil millones de pesos para cubrir los vencimientos de la deuda de Pemex, es decir, la heredada por el actual gobierno. Y el titánico intento por reflotar a la empresa más importante del país sólo recibe el cínico reclamo (echarle dinero bueno al malo) de quienes la endeudaron a más no poder. Eso se llama cara dura.
El problema se acrecienta cuando se conoce que tan espeluznante panorama no sólo afecta a Pemex. De acuerdo con la información de la Secretaría de Hacienda, en el sexenio de López Obrador el perfil de amortizaciones de la deuda del sector público federal rebasa 57 mil millones de dólares (más de un billón 300 mil millones de pesos), sin nueva deuda.
Los neoliberales endeudaron a la nación en una proporción nunca vista, y cómodamente heredaban el voluminoso paquete a los gobiernos subsiguientes. Así, las cifras de la Secretaría de Hacienda revelan que, una vez concluido el sexenio de López Obrador, México deberá pagar (en el periodo 2025-2115, o si prefiere en los próximos 90 años) más de 153 mil millones de dólares por amortizaciones de la deuda externa del sector público, siempre y cuando no se contrate más deuda.
Las rebanadas del pastel
Lenta, pero segura, la Suprema Corte de Justicia de la Nación declaró inconstitucional la denominada ley Bonilla. Felizmente, el desvergonzado gobernador de Baja California se quedó con las ganas.
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