sábado, 23 de mayo de 2020

México SA

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Crisis: cápsula de memoria // Rescates: ¿quieren más?
Carlos Fernández-Vega
▲ Andrés Manuel López Obrador, durante la conferencia de prensa de ayer por la mañana en Palacio Nacional.Foto Presidencia de la República
En la mañanera de ayer, el presidente López Obrador detalló que el IMSS, en números cerrados, tiene registradas un millón de empresas que amparan 20 millones de trabajadores, pero en el transcurso de la pandemia han sido las pequeñas las que han cumplido, al no despedir a sus trabajadores; más de 600 mil mantuvieron su plantilla laboral; entonces, ellas fueron las escogidas para recibir crédito (del gobierno federal), y de ese total 195 mil han aceptado, hasta ahora, es decir, como 30 por ciento de ese universo.
El resto –alrededor de 400 mil empresas– son medianas y grandes, en las que, todo indica, se concentra la cancelación de plazas laborales: 130 mil en marzo y 555 mil en abril, para un total de 685 mil en ese periodo (62.5 por ciento permanentes y 37.5 por ciento eventuales).
Si con todas las dificultades habidas y por haber las pequeñas empresas han podido sortear la sacudida y mantener la plantilla laboral, con mayor razón debieron hacerlo las medianas y grandes. Sin embargo, ellas de inmediato aplicaron la receta acostumbrada –especialmente las mayores, que cuentan con el máximo potencial financiero en el mundo empresarial– del sálvese quien pueda y despedir a más no poder, sin olvidar su inmediata exigencia de que sea el Estado quien se endeude para rescatar a esos enormes consorcios privados.
Parece que no tienen memoria sobre el terrible costo social y económico que tal receta ha provocado en México. Como bien lo recuerda el Instituto para el Desarrollo Industrial y el Crecimiento Económico (IDIC), la crisis de 1995 (los famosos errores de diciembre, según el cómodo calificativo exculpatorio utilizado por Carlos Salinas) causó un aumento en la pobreza de 16 millones de mexicanos y el país tardó 12 años en revertir esa situación. Y mientras los mexicanos caían por el precipicio, la oligarquía se hinchaba de dinero con la especulación financiera (recuérdense los Tesobonos, por ejemplo) y cambiaria, al tiempo que exigía que el Estado los rescatara, lo que, dicho sea de paso, sucedió por obra y gracia de Ernesto Zedillo y sus tecnoguajiros. De hecho, el país sigue cargando con esa deuda.
Pero no quedó ahí. En la recesión de 2001-2003 el gobierno de Fox abrió la chequera para satisfacer las exigencias del grupo compacto de siempre, y para ello endeudó más al país: 687 mil millones de pesos adicionales sólo en ese periodo, sin dejar a un lado la siempre generosa condonación y devolución de impuestos.
Tampoco fue suficiente, porque –recuerda el IDIC– la crisis de 2008-2009 provocó un aumento en la pobreza por ingresos de 9 millones de mexicanos, y hasta 2018 únicamente se había logrado solucionar el problema para poco menos de 3 millones. El resto vive en un problema estructural de pobreza y marginación, sin olvidar la enorme deuda que Felipe Calderón sumó a la de gobiernos anteriores, siempre en el entendido –versión oficial– de que hay que salvar a las empresas (sólo a las grandes, en realidad). Y en ese ejercicio el débito público creció en alrededor de 800 mil millones de pesos, sólo en el periodo citado.
Y para dar una idea de lo mal que les fue a los barones mexicanos en la crisis de 2008-2009, la revista especializada Forbes nos ilustra: en 2008 la fortuna conjunta de los 8 multimillonarios autóctonos, que en ese entonces aparecían relacionados, sumaba 55 mil millones de dólares; un año después, con el mismo número de megarricos, sus haberes totalizaban 90 mil 100 millones de billetes verdes (el inventario incluía un noveno empresario: Joaquín El Chapo Guzmán, con mil millones de dólares, pero de un año para otro su riqueza no varió, de acuerdo con la publicación).
Las rebanadas del pastel
Entonces, México llegó a la recesión de 2019 y a la crisis por el coronavirus en 2020 con 61.1 millones de personas con un ingreso que no les permite superar la línea básica de bienestar (IDIC), pero como la oligarquía no tiene llenadera, pero sí una cara muy dura, lo único que exige al Estado es: Endéudate para que nos rescates, una vez más.
cfvmexico_sa@hotmail.com

Cuba: solidaridad y resistencia
El jueves pasado, 108 médicos cubanos arribaron a la ciudad de Veracruz con la finalidad de apoyar a las autoridades locales en la atención de pacientes contagiados del coronavirus SARS-CoV-2 en la entidad, sexta a escala nacional en número de fallecimientos a causa del Covid-19. El grupo recién llegado se suma al contingente de al menos 590 profesionales de la salud que desde abril ayudan al personal sanitario de la capital del país, gracias a un convenio entre el Instituto de Salud para el Bienestar (Insabi), la Secretaría de Salud de la CDMX y el gobierno cubano.
México no es el primer país que se ha visto beneficiado con la presencia de médicos cubanos en sus esfuerzos para combatir la emergencia sanitaria en curso, pues La Habana ha destinado mil 238 profesionales de la salud a 21 naciones de América Latina, el Caribe, África, Asia y, por primera vez, Europa, donde las brigadas cubanas jugaron un papel fundamental durante los momentos álgidos de la pandemia en Italia. Tampoco es la primera vez que los médicos cubanos acuden en auxilio de la población mexicana durante trances difíciles: como ejemplo cabe recordar el inestimable apoyo que prestaron en el istmo de Tehuantepec después de que el sismo del 19 de septiembre de 2017 causara el colapso de los servicios de salud en esta región oaxaqueña.
La ayuda en materia sanitaria que Cuba ha prestado al mundo durante la crisis actual no se limita al envío de médicos, sino que incluye también uno de los fármacos más prometedores en la atención de los pacientes con cuadros graves de la enfermedad, el Interferón alfa 2B recombinante. Desde inicios de febrero pasado, en este espacio se consignó el éxito que dicho medicamento, desarrollado por la biotecnológica de la isla, tuvo en el combate contra el coronavirus en China, donde se produce gracias a la colaboración binacional. Como se dijo entonces, la Comisión Nacional de Salud de China eligió este antiviral debido a su potencial curativo, probado con éxito en el tratamiento de VIH, las hepatitis de tipo B y C, la papilomatosis respiratoria recurrente, el condiloma acuminado, además de distintos tipos de cáncer.
Hay una aparente paradoja en que un país asediado por el más brutal bloqueo económico y político a lo largo de seis décadas sea un ejemplo no sólo de éxito en su propio combate contra la pandemia –hasta ayer, Cuba registraba apenas mil 908 contagios y 80 fallecimientos–, sino de la solidaridad y la cooperación globales de cuya ausencia han hecho gala muchos de los estados que se presentan a sí mismos como líderes de la comunidad internacional. Sin embargo, tal paradoja no es tal si se considera, en primer lugar, que desde sus inicios la Revolución cubana apostó su futuro al desarrollo del más valioso de los bienes con los que cuenta cualquier nación: las capacidades intelectuales y humanas de sus ciudadanos. En segunda instancia, el rol de la isla en la coyuntura actual debe explicarse por el espíritu de fraternidad que la Revolución promueve como antídoto a la competencia salvaje en la cual se basan las sociedades capitalistas de las que el pueblo cubano busca diferenciarse.
Esta doble apuesta por el conocimiento y la solidaridad le ha permitido a Cuba cosechar éxitos significativos en el campo de la salud, como ser el primer país en eliminar la transmisión de la sífilis y el VIH de madre a hijo, aplicar terapias con células madre, tener una de las tasas de mortalidad infantil más ba-jas del mundo, contar con una esperanza de vida comparable a la de las naciones más ricas y, en conjunto, haber desarrollado un sistema de salud reconocido como un modelo a seguir a escala mundial. Todo ello, mientras enfrenta el cerco inhumano con que Washington se empeña en forzar un cambio en el sistema político bajo el que los cubanos han decidido regirse.