León Bendesky
Han sido largas las semanas de confinamiento a raíz de la pandemia. Esta medida para prevenir el contagio y la saturación de los servicios de salud se ha utilizado prácticamente en todas partes.
Un caso aparte es el de Suecia, donde no se confinó a la población y se estima que, al final de mayo, 40 por ciento de los habitantes de Estocolmo tendrán algún tipo de inmunidad al virus, lo que limitará el impacto del rebrote de la infección que se espera para el otoño. Hasta ahora registra menos de 4 mil fallecimientos.
La pandemia ha impuesto urgencias a sociedades y gobiernos. La población se ha sometido a las restricciones por temor al contagio y ha acatado las medidas impuestas por los gobiernos.
La estrategia de confinamiento se ha politizado inevitablemente de una u otra manera. Ejemplos sobresalientes y de diferente naturaleza son Estados Unidos, Brasil y España. Cada sociedad, a su manera, expresa sus contradicciones propias.
El conflicto adquiere nuevos tonos en la medida en que empiezan a proponerse y aplicarse medias para reabrir las calles y actividades económicas.
Esta etapa tiene un grado muy distinto de complejidad que el encierro. De la secuencia de la fase cero a la tres, ahora se plantea desescalar, como se denomina en España, el estado de emergencia. Para ello definen otras tantas fases y sus tiempos.
Esto ocurre en un entorno de afirmaciones y rectificaciones, en el mejor de los casos. En otros se hace en medio de mucha inseguridad y de confrontación política. El proceso que se sigue ahora en Estados Unidos lo manifiesta claramente. La relección presidencial está de por medio. El fenómeno sociológico es, en general, muy relevante y están por verse las consecuencias.
Ciertamente, las muertes provocadas por el coronavirus son muy reducidas como proporción de la población total, pero ocurren al mismo tiempo. El argumento es válido, pero imagino que es más defendible cuando le ocurre a los demás y no a uno mismo y su círculo próximo. Se puede, claro, jugar a los dados. Las opciones individuales son una cosa, la dimensión social, económica y política es otra. Las ilusiones también.
El tránsito de la urgencia por contener el daño del coronavirus a la prisa por relajar el confinamiento introduce nuevas características a la naturaleza de la pandemia y sus repercusiones. La gente y las empresas demandan el relajamiento de las restricciones, las autoridades van cediendo de distintas maneras. En otros casos es alentada desde el poder.
El proceso está inmerso en el hecho de que el virus no desaparece. En un reciente artículo, el escritor Ian McEwan recuerda lo dicho por el epidemiólogo Larry Brilliant, quien contribuyó a erradicar la viruela: “Este manojo de ARN en su envoltura de grasa… se sienta a esperar con paciencia hasta que no haya más personas vulnerables”. En el caso que nos envuelve a todos hoy, no hay aún manera de conseguir la inmunidad contra el virus. No se ha comprobado que el sistema inmunológico lo consiga y no hay vacuna.
Algunas propuestas en favor de la apertura afirman que permitirá controlar el contagio. Para ello se necesita que las personas desarrollen la resistencia al virus y se consiga la inmunidad de rebaño. La apertura en ese caso podría exigir aún más de los sistemas de salud, ya muy vapuleados. Ahí entra el debate sobre la extensión con que se deben aplicar las pruebas de contagio y, aunado a ello, el seguimiento de los contactos de los infectados.
Se habla de distinguir entre aquellos que son más vulnerables (obesos, diabéticos y viejos) y el resto de la población. Esto implica ya una manera específica de concebir la sociedad y la solidaridad, pero no debería causar demasiada sorpresa. Los fondos de pensiones estarían muy complacidos en poder eliminar el riesgo actuarial de los mayores de 60 años y liberar la presión sobre sus recursos, sobre todo ahora que hay tantos desempleados y son menores las contribuciones y las reservas.
En algunos casos se planea la apertura de ciertas actividades aun mientras los casos de contagio y defunciones van al alza. Esta etapa exigirá una renovada concepción del funcionamiento de la pandemia. Algunos, como ocurrió en el estado de Michigan, en Estados Unidos, entrarán en los recintos oficiales armados con pistolas y metralletas para exigir que se acabe el confinamiento.
¿Rebelión o protesta? ¿Incitados o motu proprio? Otros actuarán con más prudencia y hasta desobedecerán las prematuras acciones de apertura que planean sus gobiernos.
Planear la apertura, controlarla y cumplirla son tareas enormes en cuanto a su definición, aplicación y necesidad de revisión constante. Requiere de consensos y cuestiones prácticas que tienen que ser satisfechas: el control del contagio, los medios de protección disponibles, la disciplina social y un claro liderazgo técnico y político. Las cosas evolucionarán a un paso que puede ser incompatible con la prisa.
Daño permanente a la economía de EU si no se reanudan actividades
The Independent, Afp, Ap, Sputnik y Pl
Periódico La Jornada. Lunes 11 de mayo de 2020, p. 2
Washington. El secretario del Tesoro de Estados Unidos, Steven Mnuchin, y otros consejeros de la Casa Blanca advirtieron ayer que habrá daños permanentes en la economía si ésta no se reactiva pronto, en momentos en que expertos en salud aseveraron que una reapertura de empresas demasiado pronto podría generar otro repunte en los casos de Covid-19 y volver a poner las cosas en el punto de partida.
Por lo pronto, Estados Unidos registraba ayer 79 mil 180 muertos y un millón 320 mil 362 casos registrados, de acuerdo con el conteo de la Universidad Johns Hopkins.
Mnuchin dijo que la cifra de desempleo probablemente empeorará, pero indicó que el mayor riesgo para el país a pesar de los de salud es mantener cerradas las empresas, lo cual podría tener efectos negativos permanentes para la economía.
El desempleo podría acercarse a 20 por ciento, cifra inédita en el país desde la Gran Depresión, indicó Kevin Hassett, otro asesor económico de Washington.
Las declaraciones de Hassett se dan tras conocerse la cifra oficial de 20.5 millones de fuentes laborales perdidas en abril, según datos del Departamento de Trabajo. En marzo, la crisis asociada a la pandemia destruyó 870 mil empleos.
El gobierno federal ha gastado 2.7 trillones de dólares para mitigar la crisis de salud.
El presidente Donald Trump respondió a las críticas de su antecesor Barack Obama sobre su gestión ante la pandemia, a la que calificó de desastre caótico absoluto, acusándole de no haber tenido ni idea durante el desastre de la influenza de 2009.
El actual mandatario tuiteó: “Estamos logrando grandes marcas en el manejo de la pandemia, especialmente con la muy temprana expulsión de las personas de China, la fuente infecciosa. Contrasta con el desastre de Obama y Soporífero Joe (en alusión al ex vicepresidente y su rival demócrata Joe Biden), más conocido como gripe porcina A/H1N1. Pobres marcas y malos sondeos, ¡no tenían ni idea!”
El vicepresidente, Mike Pence, quien dio negativo a Covid-19, estuvo resguardado en casa –no en cuarentena–, siguiendo las recomendaciones médicas, y estará hoy en la Casa Blanca, informó su secretario de prensa, Devin O’ Mailley.
El epidemiólogo Anthony Fauci, director de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades; Stephen Hahn, jefe de la Administración de Alimentos y Medicamentos, y Robert Redfield entraron en cuarentena porque estuvieron en contacto con una persona a la que se le detectó Covid-19.
El saldo en la región
El Covid-19 provocó más de 20 mil muertes en América Latina, más de la mitad de ellas en Brasil, según Afp.
La Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura pidió que se garantice el acceso a los alimentos a las personas más vulnerables, pese a las restricciones de movimiento que imperan actualmente por la pandemia, y alertó que el hambre y el número de muertes podrían aumentar significativamente en las áreas urbanas si no ponen en marcha las medidas necesarias, especialmente en América Latina.
Los barrios vulnerables de Buenos Aires siguen entre las zonas más afectadas por el Covid-19 en Argentina, con 519 casos reportados en apenas 15 días, de los más de 5 mil 700 en el país.
En un esfuerzo por cortar la cadena de contagios de personas infectadas, pero asintomáticas, Cuba comenzará a hacer pruebas masivas y al azar a la población.