En suma, el presidente de la autoridad electoral busca anular la distribución presupuestal establecida por el Legislativo con base en las capacidades financieras del Estado y las prioridades nacionales, a la vez que se protege contra las consecuencias de sus actos de desacato. La presentación de estas impugnaciones es la última de una serie de acciones emprendidas por los altos funcionarios de diversos órganos autónomos para continuar ejerciendo recursos con el dispendio y la opacidad que los han caracterizado.
En el caso del INE, tal actitud resulta deplorable no sólo porque le resta legitimidad de cara a la ciudadanía a una de las instituciones que más deben velar por su imagen pública y por la confianza depositada en su labor, sino porque contrasta con una persistente pobreza de resultados. Mientras el Instituto Nacional de Transparencia, Acceso a la Información y Protección de Datos Personales lo ha clasificado como el órgano autónomo más oneroso en gasto por empleado, hasta ahora el INE –y su antecesor, el IFE– no ha cumplido su mandato de garantizar legalidad, certeza, imparcialidad, objetividad e independencia en los procesos electorales que organiza.
En efecto, además de las incontables irregularidades que han distorsionado la voluntad popular en elecciones locales, los comicios presidenciales de 2006 y 2012 se convirtieron en repertorios de desaseo hasta el punto de poner en duda los resultados oficiales, ya fuera por la forma en que se efectuó el conteo de los sufragios o por las coacciones ejercidas para determinar su sentido. En 2018, si bien la contundencia de la votación no dejó lugar a dudas acerca de las preferencias ciudadanas, tampoco estuvieron ausentes todo tipo de malas prácticas, y éstas se repitieron en los más recientes comicios, que tuvieron lugar en Hidalgo y Coahuila en octubre pasado.
La impugnación del manual de remuneraciones y la actualización de los tabuladores de sueldos confirma que los amparos presentados poco tienen que ver con la salvaguarda de la viabilidad institucional, y mucho con el empeño de los altos funcionarios por defender emolumentos desproporcionados y ofensivos en un país cuya población mayoritaria padece graves carencias. Si es difícil justificar el presupuesto operativo del INE a la luz de su ineficacia, parece en todo punto imposible explicar que sus directivos reciban salarios 66 veces mayores a lo que perciben en promedio 59 por ciento de los mexicanos más pobres, y 12 veces superiores al PIB per cápita nacional. La defensa de semejante despropósito revela, valga el oxímoron, la existencia de una concepción aristocrática de la vida republicana y constituye una impudicia que no sirve a la imagen de la autoridad electoral ni puede ser ejemplo para un país cuyos ciudadanos han manifestado la determinación de luchar contra la corrupción y el privilegio.
México SA
Carlos Fernández-Vega
▲ En mayo de 2012, José Angel Gurría declaró nuestro país está en otra dimensión, con un crecimiento de 4 por ciento; diría que está casi en otro planeta.Foto María Luisa Severiano
Con las mismas recetas económicas que hundieron a millones de mexicanos, a la par que ultra concentraron el ingreso y la riqueza y saquearon al país, el extraterrestre José Ángel Gurría, secretario general de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), se pronuncia a favor de que el gobierno mexicano mantenga regulaciones estables y respete los compromisos adquiridos para atraer inversiones (léase contratos leoninos), o lo que es lo mismo, que la administración de López Obrador garantice el saqueo de la nación como lo hicieron los neoliberales.
Se había tardado, pero el Ángel de la dependencia reapareció en los foros organizados por la cúpula empresarial (en este caso la Cámara Española de Comercio en México, cuyos integrantes se dicen ofendidos por los recientes cambios en materia de energía eléctrica) para defender y repetir la sobada versión de que con las mismas fórmulas utilizadas por los últimos seis gobiernos, México saldrá adelante del terremoto pandémico y, ahora sí, cruzará las puertas del primer mundo, una oferta que, dicho sea de paso, se hizo tres décadas atrás y se mantiene como asignatura pendiente.
Gurría, ex secretario de Relaciones Exteriores y de Hacienda en el gobierno rescatista (recuerden el Fobaproa) de Ernesto Zedillo, y quien acumula 15 años al frente de la OCDE divulgando por aquí y allá la fábula neoliberal, salió en defensa de los intereses de la cúpula empresarial, con la española en primera línea, que se siente sensibilizada ante los cambios legales promovidos por el presidente López Obrador–especialmente en materia energética– y ve cómo se debilita el paraíso económico y financiero que los gobiernos neoliberales construyeron para la Corona, mediante el viejo juego de cambiar oro por espejitos.
Pero los barones ibéricos no tienen de qué preocuparse, que para eso está el Ángel de la dependencia, cruzado de la causa neoliberal, para quien México y el mundo atraviesan por la primera crisis verdaderamente mundial y global (sic) por el grado de afectación observado en todos los sectores y las secuelas económicas y sociales que serán duraderas. Parece que a Gurría se le borró la memoria, porque si algo ha generado el neoliberalismo son crisis y más crisis de consecuencias sociales verdaderamente espeluznantes, pero siempre con nuevas oportunidades para que los barones concentren ingreso y riqueza.
Siempre positivamente neoliberal, el secretario general de la OCDE advierte que sin inversiones el crecimiento a largo y mediano plazos no será el que queremos; las inversiones son el crecimiento de mañana, y para atraer inversión México debe tener regulaciones estables, predecibles y de manera importante, respetar los compromisos adquiridos previamente, es decir, el mismo discurso de las últimas cuatro décadas a lo largo de las cuales la economía mexicana a duras penas creció 2 por ciento como promedio anual, el empleo formal brilló por su ausencia y el número de pobreza creció a paso veloz. Ese es el resultado concreto y palpable de la fórmula neoliberal a la que se aferra el ex secretario zedillista de Relaciones Exteriores y de Hacienda.
Eso sí, por entusiasmo, José Ángel Gurría no para. Cómo olvidar, por ejemplo, que en pleno cambio de administración (del Borolas a Peña Nieto) el secretario general de la OCDE se puso el casco de astronauta y se aventó una perla digna de colección: nuestro país está en otra dimensión, con un crecimiento de 4 por ciento; diría que está casi en otro planeta; México es uno de los países con mejor desempeño económico; tiene un comportamiento ejemplar y hay que reconocerlo, resultado del trabajo que se ha hecho durante tantos años; lo digo con mucho orgullo, porque soy mexicano. Y la fábula extraterrestre la contó justo al cierre de un sexenio, el de Calderón, que registró un crecimiento anual promedio de 1.8 por ciento, el peor resultado desde los tiempos de Miguel de la Madrid, y durante el cual 15 millones de mexicanos se sumaron al de por sí grueso ejército de pobres.
Las rebanadas del pastel
Manlio Fabio Beltrones decía que hay historias con enchiladas completas que terminan por congestionar al que se las come, y el político sonorense, junto con algunos de sus familiares, no está lejos de atragantarse tras los detalles que comienzan a surgir de las cuentas de mexicanos en la banca de Andorra.
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