Llama a no reprimir a los jóvenes y a no considerar ciudadanos de segunda clase a los cristianos
▲ El papa Francisco ayer al dejar la catedral católica de Nuestra Señora de la Salvación, en Bagdad. Hoy se reunirá con el ayatola Alí Sistani.Foto Afp
Afp, Ap, Reuters, Europa Press y The Independent
Periódico La Jornada. Sábado 6 de marzo de 2021, p. 18
Bagdad. El papa Francisco denunció ayer en Bagdad la barbarie insensata perpetrada por el grupo yihadista Estado Islámico (EI) en 2014 contra la minoría yazidí, por la que miles de mujeres fueron convertidas en esclavas sexuales, y llamó a luchar contra la corrupción y los abusos de poder. Pidió que callen las armas y cesen la violencia, los extremismos y las intolerancias, en su histórica visita a Irak.
Que callen las armas, reclamó el Papa poco después de llegar a Irak para la primera visita de un pontífice a este país diezmado por las guerras y las persecuciones, al saludar a los cristianos que decidieron permanecer.
Entre fuertes medidas de seguridad y con mascarilla, Francisco, de 84 años, viajó como peregrino de la paz para reconfortar a una de las más antiguas comunidades cristianas del mundo, marcada por la violencia y la pobreza.
Durante su estancia, que terminará el lunes tras recorrer mil 445 kilómetros, sobre todo por aire para evitar las zonas donde se esconden los yihadistas, el papa argentino también tenderá la mano a los musulmanes y se reunirá este sábado con el gran ayatola Alí Sistani, la máxima autoridad chiíta.
El jefe de mil 300 millones de católicos del mundo habló de los temas candentes en Irak ante sus principales dirigentes, entre ellos el presidente Barham Saleh, quien lo invitó a realizar esta visita sin precedente.
Francisco también se pronunció en contra de la corrupción, por lo cual cientos de miles de iraquíes se manifestaron a fines de 2019, e instó a la nación a dejar de reprimir a los jóvenes que pedían justicia. Hay que construir la justicia, sostuvo.
Exigió que ninguno sea considerado ciudadano de segunda clase, sobre todo los cristianos –uno por ciento de la población en este país musulmán– ni los yazidíes, minoría perseguida por el grupo yihadista EI.
Denunció así una barbarie insensata e inhumana perpetrada en Irak, la antigua Mesopotamia, cuna de la civilización, al hablar desde el palacio presidencial de Bagdad, dentro de la fuertemente fortificada Zona Verde.
El argentino recordó la antiquísima presencia de los cristianos en esta tierra, donde según la tradición nació Abraham, y abogó por su participación en la vida pública como ciudadanos que gozan plenamente de derechos, libertad y responsabilidad.
El presidente Saleh señaló que no se puede imaginar Medio Oriente sin cristianos y que su número decreciente tendrá consecuencias nefastas. Expresó su apoyo al establecimiento de una Casa Abraham para el Diálogo Religioso, llamada así por el patriarca compartido del judaísmo, el cristianismo y el islam.
Irak fue el hogar de casi 1.5 millones de cristianos antes de la invasión liderada por Estados Unidos en 2003, que derrocó a Saddam Hussein y sumió al país en el caos. Los líderes de la Iglesia católica dicen que sólo quedan alrededor de 400 mil, luego de años de inestabilidad y ataques extremistas.
Al final del día, el pontífice realizó una oración en la catedral de Nuestra Señora de la Salvación, un templo católico en el centro de Bagdad, que fue escenario en 2010 de la toma de rehenes más mortal contra cristianos en Irak (53 muertos).
Ante un grupo reducido de personas, recordó a los hermanos y hermanas que murieron en el atentado terrorista, cuya beatificación está en proceso”, y agradeció al clero iraquí por su presencia y su cercanía con los cristianos. A continuación viajará a Nayaf, Ur, Erbil, Mosul y Qaraqosh. En cada etapa sólo verá a pocos centenares de fieles, salvo por la misa del domingo en un estadio del Kurdistán, en presencia de varios miles.
Sobre las injerencias extranjeras, Francisco llamó a las naciones a no imponer sus intereses políticos o ideológicos en Irak.
Francisco: que callen las armas
En el primero de cuatro días que permanecerá en Irak, el papa Francisco fue enfático en sus llamados a la paz y a que los gobernantes atiendan las necesidades de los ciudadanos. Frente a las autoridades iraquíes que lo recibieron en el Palacio Presidencial, el pontífice reclamó que callen las armas, y lanzó un ya basta a la violencia, los extremismos, el faccionalismo, la intolerancia y la corrupción, un tema central en la agenda pública, que dio pie a protestas multitudinarias desde finales de 2019. En un tácito reconocimiento a los descalabros causados por las grandes potencias en toda la región, llamó a otras naciones a no imponer sus intereses políticos o ideológicos en Irak.
La visita oficial del Papa argentino está cargada de significados para los 400 mil cristianos de distintas denominaciones que hoy viven en Irak –eran un millón y medio antes de que Estados Unidos invadiera el país mesopotámico en 2003–, pero también para los integrantes de la fe musulmana, para los laicos de todo el mundo, y de manera especial para los migrantes. No se trata únicamente de la primera vez que un líder de la Iglesia católica visita esta nación, sino del primer viaje emprendido por Francisco desde el inicio de la pandemia de Covid-19, y el itinerario del pontífice está trazado para enviar un mensaje de apertura y diálogo interconfesional.
Este ánimo de tender puentes tiene una relevancia inestimable en una sociedad que padeció casi un cuarto de siglo de la dictadura de Saddam Hussein, seguido por ya casi dos décadas en las que se han sucedido y traslapado la ocupación militar estadunidense, el surgimiento de grupos extremistas de una ferocidad inédita y la formación de una serie de gobiernos inestables con potestades acotadas o meramente simbólicas, incapaces hasta ahora de unificar a los iraquíes en un proyecto de futuro inclusivo y democrático.
Irak, como buena parte de los países de Medio Oriente y, en general, del llamado mundo en desarrollo, tiene entre sus principales desafíos el de la migración, el cual ha sido objeto de constantes señalamientos del papa Francisco en los años recientes. Como muestra el drama del millón de cristianos que han debido huir del territorio iraquí por la violencia –fundamentalista o de otro tipo–, los migrantes son personas expulsadas fuera de sus lugares de origen por causas que rebasan a cualquier individuo, y es obligación de los estados crear las condiciones para que regresen con garantías a su integridad física y patrimonial, o para que formen una nueva vida en sus lugares de destino.
Cabe esperar que la visita papal a este territorio, considerado cuna de la escritura y la civilización, deje un legado que trascienda lo anecdótico, de tal suerte que contribuya al arranque de una nueva etapa para un pueblo que tiene la oportunidad de voltear hacia su historia milenaria como una fuente de entendimiento y no de divisiones.