La izquierda fue acusada, durante mucho tiempo, de privilegiar la conquista de mejores condiciones de vida para la población, que la conquista, preservación y profundización de la democracia. El modelo soviético, que se caracterizó por la mejora de las condiciones de vida del pueblo, con un régimen político autoritario, fue un referente internacional para la izquierda. Los gobiernos de Vargas y de Perón, caracterizados también por la combinación del autoritarismo político y la conquista de mejores condiciones de vida para el pueblo, fueron el referente nacional y latinoamericano.
Esta polarización fue restrictiva para la izquierda, a la que siempre se le acusó de no valorar la democracia, tema rescatado por la derecha liberal. El socialismo estatista soviético desapareció, como un fenómeno histórico nunca visto, en el que una superpotencia se desintegra desde adentro, también bajo el efecto de campanas externas.
La izquierda solía devaluar la democracia existente como una democracia burguesa, en contraste con una democracia socialista, existente en los países socialistas, en la que el proletariado sería la clase dominante. No tuvieron en cuenta que en el modelo soviético no existía la socialización de los medios de producción, sino la nacionalización de estos medios en manos de una burocracia, el verdadero sector dirigente de la sociedad. Un análisis indispensable, sin el cual sería imposible comprender el espectacular final de este tipo de régimen político.
Las dictaduras militares en América Latina obligaron a la izquierda a valorar la democracia como la única forma en que se puede imponer la voluntad de la mayoría. La lucha contra las dictaduras ha incorporado definitivamente la cuestión democrática como tema indispensable en los programas de la izquierda.
Sectores de la vieja izquierda continuaron resistiendo este avance. En primer lugar, los partidos comunistas, derrotados con el fin de la URSS y el modelo de socialismo de Estado, irreversiblemente debilitado por estos fenómenos. Junto a ellos, como componente del viejo escenario de izquierda, grupos trotskistas también revelaron esta resistencia.
La izquierda del siglo XXI incorpora la cuestión democrática como fundamental. Ya sea porque nació de la resistencia a las dictaduras, o porque se apoya directamente en los movimientos sociales, que valoran fuertemente la democracia, espacio indispensable para su desarrollo.
Pero también porque la estrategia de la izquierda del siglo XXI no descarta la democracia existente simplemente como democracia burguesa, sobre todo porque fue lograda por las luchas democráticas llevadas a cabo por el movimiento popular, a menudo contra las posiciones e intereses burgueses.
La relativa autonomía de las estructuras políticas –según las teorías de Nicos Poulantzas– da un importante margen de maniobra. Fue así, por ejemplo, como Bolivia, en el proceso más radical de este siglo en América Latina, logró refundar su Estado, cambiando su carácter.
Sin embargo, basados en sociedades capitalistas, los estados tienen limitaciones estructurales. El sistema liberal es la forma predominante de sistema político en las sociedades capitalistas. Sin embargo, cuando entró en crisis, las oligarquías dominantes no dudaron en implantar dictaduras, rompiendo abiertamente con la democracia o con nuevas formas de judicialización de la política, que distorsionan la democracia desde dentro, como el régimen instalado en Brasil desde el golpe de Estado de 2016, así como en Bolivia.
La izquierda del siglo XXI siempre lucha por más democracia y no menos, contra cualquier tipo de dictadura. El sistema por el que lucha la izquierda del siglo XXI es el de una democracia cada vez mayor y cada vez más amplia, cada vez más bajo el control directo del pueblo.
La estrategia de lucha armada, según el criterio del Che, podría ser adecuada cuando otras formas de lucha son cerradas, por regímenes dictatoriales, como en tiempos de dictaduras militares. Además, ha cambiado la correlación de fuerzas a escalas nacional e internacional. Por eso, las guerrillas salvadoreña y guatemalteca han tratado de reciclarse para la lucha democrática y de masas. Si hoy un movimiento social o un partido político intenta militarizar su lucha, además del aislamiento de las masas, sería destruido militarmente en muy poco tiempo.
La estrategia de la izquierda del siglo XXI, que apunta a superar el modelo neoliberal por un modelo posneoliberal, es la estrategia de combinar la lucha democrática de masas con la democratización radical del Estado y de todas las estructuras sociales, económicas, políticas y culturales de nuestras sociedades. Es una lucha que pretende impulsar las grandes transformaciones estructurales que demandan nuestras sociedades, combatiendo todas las formas de violencia y haciendo prevalecer las formas democráticas, que son aquellas en las que las grandes mayorías pueden imponer su voluntad y sus intereses. La democracia así no es simplemente un instrumento para obtener otros fines, sino que es en sí misma un fin, un objetivo, que siempre debe ser perfeccionado, profundizado, ampliado, democratizado.
Mapuches se declaran en resistencia a la militarización de la Araucanía chilena
Aceptarán diálogo con el gobierno de Piñera
Aldo Anfossi
Especial para La Jornada
Periódico La Jornada. Lunes 1º de marzo de 2021, p. 22
Santiago. A pocos días de que el gobierno del presidente Sebastián Piñera anunciara que involucrará al ejército en el conflicto con la nación mapuche en la Araucanía, dirigentes y organizaciones de resistencia indígena dijeron estar listos para enfrentarlo, así como también con el fin de negociar una solución al enfrentamiento con el Estado chileno.
El gobierno refirió que los militares realizarán patrullajes conjuntos con las policías y que integrarán puestos de mando de coordinación estratégica en la denominada macrozona sur del país, un territorio de 72 mil kilómetros cuadrados que afecta las regiones del Biobío, la Araucanía y de Los Ríos, donde tienen lugar acciones de resistencia indígena desde hace dos décadas, pero que se han incrementado en años recientes, destinadas principalmente a combatir y expulsar la presencia de empresas forestales que controlan casi 4 millones de hectáreas de bosques nativos que han sido remplazados por plantaciones de pino y eucaliptos, especies foráneas que no son bien recibidas por los lugareños.
Héctor Llaitul Catrillanca, vocero y cofundador de la Coordinadora de Comunidades en Conflicto Arauco-Malleco (CAM), una organización insurgente Mapuche, declaró en una entrevista al diario electrónico Interferencia que el acuerdo nacional acerca del conflicto Mapuche propuesto por Piñera, basado en exigir al Parlamento aprobar leyes más punitivas, solamente logrará agravar la represión porque no están diciendo nada para procurar la impartición de justicia para el pueblo mapuche. Sólo llevará a que el conflicto sea más profundo, más encarnizado, más agudizado.
Acerca del despliegue de las fuerzas armadas en el territorio, Llaitul refirió que “si nos vienen a agredir, tendremos que defendernos y resistir de alguna manera. Ésa ha sido una característica de nuestro pueblo. Es una situación que analizamos entre las comunidades, estamos juntándonos, haciendo mucho trawün (asamblea o encuentro en mapudungun), articulando a las fuerzas, llamando a la unidad para la resistencia, en eso estamos”.
El dirigente, que ha cumplido penas de cárcel y que en 2017 fue involucrado en un montaje ilegal diseñado y realizado amañadamente por Carabineros para involucrarlo en el delito de internación de armas, afirmó que el movimiento de resistencia Mapuche está abierto a conversar y a acordar con el Estado chileno acerca de la restitución de todas sus tierras ancestrales y para lograr autonomía/soberanía sobre ellas. Pero advirtió que nosotros no vamos a conversar para dar continuidad a las políticas de integración o políticas sociales, que a nuestro juicio son puras migajas, y que en el fondo no resuelven en ningún sentido lo que son las demandas de nuestra gente por territorio y autonomía.
Otro referente territorial, las comunidades y Lof (forma de organización social del pueblo mapuche) en Resistencia que conforman la Franja Lavkenche (habitantes de la costa del territorio araucano), emitieron una declaración señalando que “el gobierno insiste en resolver mediante las armas la demanda histórica y legítima de las comunidades por recuperar sus tierras y que desde la Franja le decimos al gobierno que estamos dispuestos a resistir, bala por bala si es necesario.
“Y a nuestro pueblo llamamos a fortalecer el weichan (lucha del territorio rebelde) y el camino propio que como mapuches nos hemos trazado para avanzar hacia la liberación nacional.”