lunes, 26 de abril de 2021

La XXVII Cumbre Iberoamericana, más de lo mismo.

Marcos Roitman Rosenmann
Un proyecto destinado a modernizar el viejo hispanismo franquista se levantaba en la España de los años 80 del siglo pasado. El gobierno de la monarquía, encabezado por Felipe González, ensalzaba los valores de Juan Carlos I, un rey comprometido, se decía, con los valores democráticos, la lucha anticorrupción, los derechos humanos y la justicia social. Así, se encumbraba a un personaje gris como estandarte de una transición modélica. Apodado El Campechano, su participación en las cumbres se hizo habitual. Sin embargo, su asistencia será recordada por el nefasto ¡Por qué no te callas!, lanzando contra el entonces presidente de la República Bolivariana de Venezuela, Hugo Chávez. Tal salida de tono fue demostración de la soberbia y desprecio. Pero siguió asistiendo, nada lo detuvo, tenía negocios que atender y comisiones que cobrar.
Las cumbres han ido de mal en peor, o si se prefiere de fracaso en fracaso. Sobreviven como parte de una estrategia trasnochada que busca convertir España en el portavoz de un continente. El sueño imperial de la monarquía y sus gobiernos. Con este objetivo se dio vida a la propuesta. Su nacimiento se adhirió a la celebración del quinto centenario del descubrimiento. En 1991 se inauguró la saga en México, bajo la batuta de Carlos Salinas de Gortari, figura de nefasto recuerdo para la historia de nuestra América. Al año siguiente fue España el país organizador. En la cima de sus festejos conmemorativos, la presencia de 21 presidentes y dos jefes de Estado era el espaldarazo final a su sentimiento de potencia mundial. Sin embargo, poco duró la alegría. Lentamente, las cumbres fueron perdiendo fuelle. Poco contenido y mucha parafernalia. Su convocatoria anual se ha transformado en bianual y, por más que se ha intentado mantener a flote, el barco se hunde. Para reflotarlo, en 2004 se incorpora a petición de España, al principado de Andorra y un lustro más tarde, lo hará Guinea Ecuatorial como Estado asociado. Mientras, Haití sigue siendo el gran ausente. Era colonia francesa.
Han transcurrido 27 cumbres, y el principado de Andorra, se convierte en 2021 en la sede que alberga el evento, bajo el pomposo lema: Innovación para el desarrollo sostenible y Objetivo 2030. La cumbre fue bendecida por Joan-Enric Vives i Sicilia, copríncipe de Andorra a la par que obispo de Urgel. Los reyes de España, el presidente de gobierno, algunos ministros y el presidente andorrano, Xavier Espot Zamora, estarán entre los asistentes. Su convocatoria, salvo para España, es residual. Para mantener viva la llama, deben cambiar su ícono. De Juan Carlos I pasamos a Felipe VI. Sacado de la chistera se convierte en la mejor baza para liderar las cumbres. No será la primera vez que asista, desde la abdicación de su padre, tomó el relevo en 2014. Su presencia resulta irrelevante, aunque sus declaraciones no están exentas de polémica. El 25 de marzo de 2019, en Buenos Aires mostró su total e incondicional apoyo a las reformas emprendidas por el entonces presidente, Mauricio Macri. Felipe VI, hijo de El Campechano, sigue sus pasos.
En tiempos de pandemia, y ya en la cumbre andorrana, el monarca, no dudó en hacer hincapié en el papel solidario de España con sus países hermanos. Ningún tópico fue desaprovechado. Historia común, intereses compartidos, fortalecimiento de la democracia, medio ambiente, transición energética y desde luego mucho capitalismo verde y ecológico. Eso sí, el presidente de gobierno Pedro Sánchez se apresuró a concretar el significado de la solidaridad bajo un agrio debate sobre el desigual acceso de los países latinoamericanos a las vacunas. La polémica estaba servida y Pedro Sánchez tuvo a bien acotar: enviaremos vacunas en cuanto nos sea posible. Traducimos: primero vacunamos en España y los restos o excedentes los repartiremos entre los países latinoamericanos como señal de amistad.
Poco más ha dado de sí la cumbre andorrana. La presencia de sólo dos presidentes, Luis Abinader, de República Dominicana, empresario hotelero, admirador de Donald Trump, dueño de la principal cementera del país, propietario de una universidad y negocios menores, justifica su estancia al ser el siguiente país anfitrión. El otro presidente que asiste es el guatemalteco Alejandro Giammattei, un saltimbanqui de la política, católico, conservador que ha ocupado múltiples cargos públicos y que en 2010 fue acusado por la fiscalía guatemalteca de abuso de autoridad, asesinato y ejecución extrajudicial, por sus implicaciones en la matanza de las cárceles ocurrida mientras era su máxima autoridad penitenciaria. El resto lo hacen telemáticamente. Muchos con discursos acartonados sin enjundia y desde luego fuera de toda la realidad que vive el continente sumido en la peor crisis de desigualdad de su historia reciente.
Tampoco han faltado las presiones para excluir a Venezuela de la cumbre. El Partido Popular, la derecha latinoamericana y española juntas han maniobrado bajo bambalinas. Todo un conjunto de despropósitos en el cual participan gobiernos y políticos de tres al cuarto. Este bochorno tendrá continuidad, por el empecinamiento de España de presentarse a sus socios europeos como interlocutor válido de los intereses de América Latina. Pero la realidad camina en sentido contrario. España tiene poco qué decir y menos qué aportar. Su interés continúa siendo esquilmar y adueñarse de los recursos naturales. Dentro de dos años, la saga continúa, más de lo mismo.

Precios y producción
León Bendesky
Los precios están subiendo, en términos anualizados (marzo 2021 contra marzo 2020) la tasa de inflación fue 4.67 por ciento, luego de que en diciembre fuera 3.15 por ciento. La medición está afectada por una cuestión estadística asociada con la desaceleración económica del año pasado, o sea que el valor de referencia estuvo por debajo de lo normal por efecto de la pandemia.
Pero, en efecto, los precios crecen y se estima que en abril la inflación se aproxime a 6 por ciento. El índice que mide la inflación expresa un valor que corresponde al conjunto de los bienes y servicios que se consideran; sin embargo, otro dato relevante es la variación relativa de esos precios y otros que quedan fuera. Esa tiene efectos en función del nivel de ingresos de la población. Esto tiene que ver con el hecho observado de que el valor de la canasta básica alimentaria esté creciendo, así como del deterioro correlativo de la línea de pobreza por ingresos (canasta alimentaria y no alimentaria).
La estadística se puede usar a favor o en contra de muchos argumentos, como ocurre en este caso con el crecimiento de los precios y el nivel de bienestar. Lo cierto es que la producción y el empleo cayeron significativamente el año pasado; que la recuperación prevista para este año será desigual en cuanto al dinamismo de los diversos sectores económicos; que el nivel del producto previo a la pandemia tardará muchos meses más en recuperarse.
Seguirá habiendo grandes bolsones de desempleo, subempleo e informalidad que serán difíciles de absorber con la política económica que se aplica hoy en el país.
Este asunto es el meollo de problema económico; la necesidad urgente es crear empleo e ingresos suficientes, lo que, obviamente lleva tiempo conseguirlo si se asocia con la actividad productiva y el aumento la productividad que repercutan en una mayor masa salarial y mejor nivel de ingresos para los trabajadores. Esto requiere de una mayor inversión.
Los empleos que se han ido recuperando con la mayor apertura de la economía absorben trabajadores, aunque no necesariamente con los mismos niveles de ingreso previos a la pandemia o el número de horas trabajadas. La población económicamente activa se ha reducido y los niveles generales de bienestar están disminuidos.
Como se suele decir en los informes técnicos con respecto a la evolución de la tasa de crecimiento de los precios, esta economía tiene mucha holgura, es decir, llanamente, que no se usan productiva, suficiente ni eficientemente, los recursos disponibles, principalmente el trabajo, la planta productiva y también el capital que debería dedicarse a producir bienes y servicios.
La evolución de los precios es ciertamente un tema relevante pero la holgura extrema lo es aún más. Esta condición es hoy muy costosa para la gente y para el gobierno también, puesto que reduce los ingresos por la vía de impuestos y otros conceptos.
Las fuerzas de arrastre económico están contenidas y además son insuficientes. Un factor clave son las exportaciones, otro, de distinta naturaleza es el impulso al mercado interno. En la medida en que este último se estimule y la manera en que se haga, dada la desigualdad productiva y social que prevalece, entonces el efecto sobre los precios y los ingresos será distinto y podrá ser más beneficioso para la gente que trabaja.
Las remesas, claro está, tienen un lugar decisivo, más que nunca; sobre lo que hay que prevenirse para cuando dejen de crecer, pues soportan el gasto de consumo de las muchas familias que las reciben. Además, representan ahora la mayor entrada de divisas, mismas que apoyan el valor del peso frente al dólar. Lo que no debe perderse de vista es que sigue faltando el fomento de una robusta estructura interna para la recuperación del gasto privado que se deriva indefectiblemente, del empleo, bien remunerado y de carácter formal.
La política fiscal, en cuanto al gasto público, sobre todo en el ramo de inversión no ha variado desde finales de 2018 y no constituye un estímulo, que es necesario para la economía, al contrario. El gasto privado en consumo se recupera a ritmo lento, el destinado a la inversión es escaso. Sin un alza del gasto en la inversión pública que sea suficiente, oportuno y, sobre todo, bien asignado, gestionado y auditado, la economía estará limitada para recuperar la tracción que exige un crecimiento dinámico y sostenido.
Esto se advierte en la condición de las familias lastimadas por la pandemia, el desempleo, la falta de atención sanitaria y la reducción del ingreso disponible. Una muestra de esto último es la cantidad de recursos que se han retirado de las cuentas de ahorro para el retiro. Como informó este periódico el 12 de febrero de este año, debido a la pandemia de Covid-19 los retiros parciales por desempleo en 2020 llegaron a 20 mil millones de pesos, cifra equivalente a 66 por ciento más que los 12 mil millones de 2019.
Así es cada vez más difícil recomponer el dinamismo de la economía y salvaguardar la seguridad personal y económica de las familias. No se advierte una coherencia en la estrategia del gobierno para cumplir con el objetivo declarado de elevar el nivel de bienestar de la población más rezagada; pone en riesgo, también, la situación de la población de ingresos medios, asunto que no debe perderse de vista de ninguna manera.