Los sucesos de ayer en Santiago de Chile no fueron un episodio aislado. La continuidad de la política represiva emprendida por gobiernos anteriores es palpable en la administración de Gabriel Boric, quien llegó a la Presidencia justamente a consecuencia de las movilizaciones que durante 2019, 2020y 2021 sacudieron a la nación austral y obligaron a la clase política a aceptar la necesidad de una nueva Constitución que sustituyera la promulgada en 1980, en plena dictadura.
Si bien ese documento fue modificado en varias ocasiones para retirarle los aspectos más autoritarios y hacerlo mínimamente compatible con una democracia representativa, sus aspectos económicos y sociales permanecen básicamente intactos, lo que ha constituido uno de los obstáculos principales para la superación del neoliberalismo salvaje impuesto por el propio Pinochet, con la asesoría de académicos conservadores estadunidenses, y ha sido un constante factor del descontento social que recorre la historia reciente de Chile.
Un elemento de contexto ineludible es el resultado del reciente referendo sobre la nueva Carta Magna redactada en una convención constituyente que fue, a su vez, la salida política al masivo descontento popular que estalló bajo la presidencia de Sebastián Piñera.
En la consulta referida el nuevo documento fue rechazado casi por dos tercios del electorado, en lo que fue leído como un malestar no necesariamente relacionado con la Constitución propuesta, sino con la falta de rumbo claro por parte de Boric, quien acusó recibo del rechazo destituyendo a varios integrantes de su gabinete. Es claro que una muy importante porción de la ciudadanía chilena profesa una ideología conservadora y derechista y, en consecuencia, se opuso a la llegada del nuevo presidente al Palacio de la Moneda.
Pero fue evidente también que en el vuelco social hacia el rechazo de la Constitución gravita también el desencanto de sectores que, habiendo votado por Boric, resienten la inconsecuencia de quien hizo una campaña electoral victoriosa y esperanzadora ofreciendo un deslinde respecto al modelo económico y las políticas autoritarias de sus antecesores.
Tanto en las calles de Santiago de Chile como en los territorios del sur, donde eldescontento histórico de la nación mapu-che ha alcanzado niveles de rebelión, ese deslinde sigue sin presentarse y las autoridades siguen respondiendo a los malestares sociales con la fórmula de la dictadura y de los gobiernos formalmente democráticos que la sucedieron: la represión. Y ello lleva a una pregunta dolorosa: ¿es que en Chile no ha cambiado nada?
China: covid-19, sequía y ola de calor
Iván Restrepo
Después de los problemas que le sigue causando el estricto control del covid-19 y sus variantes a fin de lograr cero contagios, a China se le agregaron una sequía y una ola de calor sin precedentes (de más de 40 grados y sensaciones térmicas de 50), la mayor registrada los últimos 60 años. La cuenca del río Yangtsé, donde se ubican las provincias de Sichuan, Jiangxi, Zhejian y Shanghái, habitadas por 370 millones de habitantes (más de la tercera parte de la del país) es la peor afectada. Allí se localizan grandes centros industriales y ciudades, como Chongqing y Shanghái. Todos los pronósticos de los especialistas aseguran que lo vivido los últimos meses es un anuncio de que los desajustes ambientales serán mayores y frecuentes debido al cambio climático.
Ninguna actividad ha escapado a lo que sucede: la agricultura, los centros industriales y la dotación de agua a los asentamientos urbanos y rurales. China es la mayor maquiladora del planeta, pero con un alto consumo interno y autosuficiente en la producción de los alimentos esenciales en la dieta nacional: el arroz, el trigo y el maíz; más la reducción que tendrá en las cosechas de esos productos la obligarán a importarlos en un mercado mundial ya de por sí agravado por la destructora invasión rusa a Ucrania.
Lo que mejor ejemplifica los efectos de la sequía se tiene en la baja del caudal del río Yangtsé, el más largo y caudaloso de Asia. En su cuenca hidrográfica se localiza un tercio de los recursos que demanda la población y es el motor de la industria, incluyendo la de exportación.
El agua es el elemento vital para la segunda economía del mundo, que ha construido gigantescos proyectos hidráulicos para generar energía eléctrica y evitar las inundaciones. El mayor de todos es el de las Tres Gargantas, en el centro del país y alimentada por el río Yangtsé. Es la más grande del planeta y cubre 10 por ciento de la demanda de energía nacional. Además sirve como un ascensor para barcos que naveguen por el río y que puedan pasar el dique.
Su construcción y funcionamiento produjo severas consecuencias ambientales y sociales. Entre otras, 1.6 millones de habitantes fueron reubicados para establecerla. Sepultados por la obra quedaron restos históricos que abarcan desde el Paleolítico hasta la dinastía Ming. Enormes son también las presas Laxiwa, sobre el río Amarillo; la Ertan, en un afluente del Yangtsé; la Shuibuya, alimentada por las aguas del río Qingjiang, y la de Longtan, en el río Hongshui.
Tarde, las autoridades reconocieron no haber realizado los suficientes estudios para medir los efectos ambientales de esas colosales obras hidráulicas. Especialmente en el curso del Yangtsé, cuya área de influencia incluye zonas urbanas y económicas que se extienden por 2 millones de kilómetros cuadrados.
China no escapó a la oleada de calor que aún azota a varias partes del mundo. Amplias zonas del país la padecen todavía. Para colmo, este año ha llovido 60 por ciento menos de la media. En la cuenca del Yangtsé, 66 ríos se han secado. Y aunque China depende de varias fuentes de energía para generar electricidad, en algunas regiones la principal es la hidroeléctrica. Como en Sichuan, habitada por 84 millones de personas. Allí se encuentran las fábricas de baterías de coches eléctricos y paneles solares, y donde se procesa alrededor de 20 por ciento del litio y 13 por ciento del polisilicio chino. Buena parte de esos importantes complejos industriales redujeron su capacidad por los cortes de luz debido a la sequía. Así ocurrió con las de coches Toyota y Volkswagen.
Como muchos de los ríos redujeron su caudal, la generación de energía hidroeléctrica se desplomó 51 por ciento. En Sichuan 82 por ciento de la que se consume es hidroeléctrica. A los apagones en esta región, se sumó restringir el uso de aires acondicionados, iluminación o escaleras mecánicas en oficinas y centros comerciales. Igual en Shanghái.
Uno de los factores que contribuyeron decididamente a la crisis que ahora enfrenta China es haber fincado su elevado y rápido crecimiento económico a costa de los recursos naturales; alterar radicalmente los flujos del agua. Las autoridades del gigante asiático no ocultan sus errores y anuncian medidas muy estrictas para no poner en peligro sus logros económicos y la estabilidad social y política.