Maciek Wisniewski
I) ¿El mensaje central de la obra de David Harvey (davidharvey.org)? “En el principio era –y sigue siendo– el espacio” (véase: Space as a keyword, en: Spaces of global capitalism, 2006, p. 117-148). Después de contribuir al desarrollo de su disciplina madre reconceptualizando el espacio como algo relativo (Explanation in geography, 1969), Harvey –un geógrafo y economista político inglés desde hace décadas afincado en EU– inauguró toda una disciplina aparte: la geografía marxista. Redescubriendo la problemática espacial contenida en Marx cuyo análisis de la dinámica capitalista se asentaba en la producción del espacio –algo que pocos, como por ejemplo, Henri Lefebrve, notaron (véase: D. Harvey: a critical reader, 2006, p. 121-142)– y rellenando sus lagunas ( Limits to Capital, 1982), llevó el espacio al seno del materialismo histórico, aunque –en sus propias palabras– parecía más fácil llevar el marxismo a la geografía, que la geografía al marxismo (bit.ly/2QnA9VP).
II) Para él, desde sus orígenes, el neoliberalismo fue un proyecto político a fin de restaurar el poder de la clase alta (bit.ly/2aclki6). Anclado en el espacio y dedicado a su producción –urbanización, privatización de tierra, neoextractivismo, nuevo cercamiento de bienes comunes– siempre ha sido malo en crear la riqueza, pero bueno en redistribuirla hacia arriba mediante la acumulación por desposesión, abriendo nuevos mercados y despojando a la gente (A brief history of neoliberalism, 2005). Todos estos rasgos resaltan hoy en el afán de su relegitimación –como señala Harvey apuntando a una conexión incómoda neoliberalismo-extrema derecha (bit.ly/2EpyEzZ)–, emprendido por Trump o Bolsonaro (“cuyo principal asesor económico es un ‘ Chicago Boy’ que quiere hacer lo mismo en Brasil que se hizo en Chile durante la ‘primera ola neoliberal’”: bit.ly/2zUWL5P) quienes para asegurar las óptimas condiciones para la acumulación empoderan a las élites, suprimen las conquistas sociales y abren nuevos espacios para el capital: tierras federales estadunidenses y/o Amazonia brasileña (bit.ly/2CabsUc).
III) Haciendo de la ciudad uno de sus principales objetos de interés (Social justice and the city, 1973) y siendo fiel a la premisa marxiana que “el capitalismo anihila el espacio a fin de asegurar su sobrevivencia”, Harvey apunta a la urbanización como la clásica salida de la crisis de sobreacumulación, señalando a la vez sus limitaciones (temporales): el aumento de la deuda y la generación de más crisis. Así fue la historia de la producción del espacio urbano en Francia decimonónica (Paris, the capital of modernity, 2003) y en EU –¡los suburbios!– después de la Segunda Guerra. Tratando a las urbes como el principal espacio del conflicto social –y siguiendo otra vez a Lefebrve– ve en la ciudad (¡”a la que todos tenemos un derecho”!) también un importante espacio de resistencia (Rebel cities: from the right to the city, to the urban revolution, 2012) y concientización de clase, el papel que antes cumplía la –no tan extinta– fábrica (bit.ly/2SeMLM1).
IV) Centrada en los modos en que el capital estructura los turbulentos paisajes que nos rodean, la mirada harveyana es necesariamente selectiva. Si bien Harvey logró ampliar el campo de la teoría y práctica marxista, en su obra hay también varios espacios faltantes. El alcance de su geografía –como él mismo lo admite (New Left Review, 8/2000, p. 75-97)– se limita al Norte y a las zonas urbanas, algo que se observa también en sus teorizaciones del imperialismo (The new imperialism, 2003) donde el Sur permanece oscurecido. Lo mismo se puede decir de las cuestiones de raza o género –cuya irrupción en las pasadas décadas aumentó el campo de la crítica– aunque Harvey no está completamente ciego a ellas apuntando por ejemplo al componente racial en la crisis de vivienda en EU (Socialist Register, Vol. 48, 2012) o subrayando que no era una casualidad que la segunda ola del feminismo viniera de los suburbios.
V) La principal premisa de la teoría del desarrollo geográfico desigual de Harvey: el capital se reproduce cambiándose de un lugar del mundo al otro (Spaces of hope, 2000; Spaces of capital, 2001), se condensa mejor en su concepto de solución espacial mediante la cual el sistema busca expandirse: China –para él– es hoy en día “la ‘solución espacial’ global por excelencia”. Empujado por la crisis de sobreacumulación no sólo se perpetúa, sino también reconstruye: destruye espacios en una parte del planeta (la ciudad como Detroit), sólo para volverlos a producir en otra (decenas de nuevas ciudades chinas). También la crisis económica tiene para él –siendo esto una fascinante historia para contar– su distribución geográfica desigual: en su pleno desarrollo unos lugares florecen (Turquía), mientras otros, apenas al lado (Grecia), agonizan (bit.ly/2BhJpk6). “No obstante –enfatiza en otro lugar– ya se nos está acabando tanto el espacio como el tiempo. Y esto es uno de los grandes problemas del capitalismo contemporáneo” (bit.ly/2UYulR5).