Orlando Delgado Selley
El gobierno federal anunció antier que se firmaron modificaciones importantes al tratado de libre comercio entre Canadá, Estados Unidos y México, el llamado T-MEC, que se había acordado hace poco más de un año. Según AMLO este nuevo T-MEC consolidará a una de las regiones más atractivas para las inversiones en el mundo. Consecuentemente, para nosotros significará crecimiento y bienestar. El tema fundamental de esta revisión fue el de la reforma laboral en nuestro país, que estaba acordado, pero que para los demócratas y para los sindicatos canadienses y estadunidenses, su cumplimiento en México requería una supervisión trilateral que permitiera denunciar incumplimientos en materia de democracia sindical.
Sin duda, para los trabajadores mexicanos resulta importante. Esta reforma laboral gigantesca, ahora acordada con una vigilancia laboral en la que participarán expertos de los tres países, permitirá en principio que los trabajadores decidan verdaderamente si desean pertenecer a un sindicato. Se trata, en consecuencia, del posible inicio de un proceso que marcará el fin de una de las prácticas mas dañinas del sindicalismo mexicano: los contratos de protección. Pero involucra, además, mecanismos que permitirán a los trabajadores aceptar un contrato colectivo, los términos de la revisión de ese contrato, la obligación de votar la huelga y, en su caso, el levantamiento.
Se puede tratar efectivamente de una gigantesca modificación al funcionamiento del sindicalismo en nuestro país. Los principales beneficiarios serían los trabajadores mexicanos. Sin embargo, habrá perdedores: en primer lugar, por supuesto, el sindicalismo charro. Las empresas, por su parte, que se han beneficiado durante décadas de un pacto contra el trabajo y que ha sido extremadamente favorable a las ganancias, verán disminuir sus utilidades. Podría haber lenta, pero irremediablemente una redistribución del valor que agregan los trabajadores a la producción hacia los salarios. El mercado interno se verá inmediatamente beneficiado, ya que los incrementos salariales se traducirán en un aumento del consumo de las familias de los asalariados.
Si sumamos el efecto de este protocolo modificatorio del T-MEC, a los incrementos salariales que se dieron en los pasados tres años y al que se acordará en los próximos días que probablemente dejará el salario mínimo general en alrededor de $180 diarios, junto con el impacto de los programas sociales que están entregando ingresos significativos a familias de bajos recursos, podríamos alcanzar un resultado favorable a la recuperación de una dinámica económica que se sostenga en la reanimación inicialmente del consumo y que ratifique que los proyectos de inversión que ha detenido el sector privado debieran concretarse en la medida en que se está construyendo un ambiente favorable y de certidumbre económica.
Ambiente favorable que, es necesario señalarlo, irá convirtiéndose en condiciones reales en la medida en la que, primero, efectivamente, se apruebe el T-MEC en el congreso estadunidense y en seguida en el canadiense. Segundo, que ocurra la firma de este nuevo tratado en el curso de 2020, en el que tendrán que explicitarse fechas de inicio. Tercero, que empiecen a sentirse las consecuencias de las nuevas condiciones comerciales en el funcionamiento de las tres economías. Sin embargo, tendrá que haber efectos inmediatos, ya que la reforma laboral comprometida no tiene que esperar a que se firme el T-MEC. Las distintas agrupaciones sindicales tendrán que adecuarse a las nuevas condiciones en el marco de un gran proceso de transformación de las relaciones laborales.
En consecuencia, es posible pensar que el protocolo modificatorio en efecto constituye un paso en la constitución de una zona de libre comercio en la que las condiciones laborales existentes en los tres países vayan convergiendo, lo que significará para México un mejoramiento muy significativo de las condiciones en las que se da la relación laboral. La democracia sindical en este proceso será de enorme trascendencia para el mejoramiento de la situación de los trabajadores mexicanos. Paradójicamente la gigantesca reforma laboral mexicana no provino de las fuerzas progresistas nacionales, sino de la presión de los sindicatos de los países del norte respaldada por sus representaciones parlamentarias. Pese a esto, bienvenida.
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