Bernardo Bátiz V.
En 2018, se logró el triunfo democrático gracias a un partido surgido de las bases populares, a un dirigente excepcional y a un pueblo participativo que pudo superar el fraude oficial y la compra del voto. Hoy, el reto, además de vencer la pandemia, es instaurar un cambio en las estructuras económicas injustas que el pueblo de México ha padecido desde hace largo tiempo.
Los términos del debate están claros, de un lado los que pretenden mantener el sistema capitalista prevaleciente y frente a ellos, quienes se proponen un cambio de fondo, a una mejor distribución de la riqueza, más oportunidades para todos, en especial en materia educativa y más equidad en general.
En México, los críticos de la transformación ya iniciada por el gobierno actual, buscan mantener el sistema tal cual, con el ingrediente venenoso de la corrupción y como proceso social clave, el de la libre competencia y la calificación de todos como triunfadores y perdedores. Para el Estado, proponen que sea tan sólo un espectador de la economía y, a lo más, un árbitro para cuando surgen conflictos.
La propuesta que busca la democracia económica y la justicia social no aspira a una revolución violenta. No se trata de un choque ni del uso de la fuerza, mucho menos de violar la ley. La Constitución vigente reconoce la economía mixta, acepta y alienta los tres sectores de ella: público, privado y social; en su capítulo económico, confiere al Estado el dominio directo de las áreas estratégicas del sistema productivo, le confiere la rectoría en las áreas prioritarias y le faculta para legislar en todo lo demás; nuestro sistema mixto admite la libre competencia atemperada para evitar abusos.
Esta alternativa tiene precedentes históricos; recuerdo algunos ejemplos. En el gobierno de Lázaro Cárdenas, se impulsaron empresas cooperativas en las que los trabajadores fueron dueños de los medios de producción. Cárdenas y su equipo impulsaron cooperativas en la pesca, en los transportes, en la producción de cemento y otras. La experiencia funcionó bien, con altibajos, pero en cuanto llegaron al poder gobernantes con una visión distinta, se frenó el intento, se combatió, se descuidó y al final quedó sólo en un buen precedente.
Las propuestas de economía social también salieron de la Iglesia católica, que impulsó una red de sociedades cooperativas. El artífice de esta experiencia fue el sacerdote Pedro Velázquez, quien desde el secretariado social del Episcopado Mexicano promovió una forma novedosa de ahorro y préstamo mediante las cajas populares que permitían ahorrar y otorgaban créditos sin fines de lucro, educar en el manejo del dinero, la discusión entre iguales, el principio de una persona un voto y arraigaron la solidaridad entre los participantes.
Fue el padre Pedro Velázquez el encargado de la experiencia social entre 1941 y hasta su muerte en 1968; este peculiar sacerdote se formó en la Universidad Gregoriana de Roma, pero también tomó cursos en la Universidad Obrera y logró alentar cientos de cajas populares, verdadera banca del pueblo, que funcionó con base en la buena fe y en el apoyo mutuo.
Su hermano Manuel, también sacerdote, dio continuidad a la obra y recibió en 2013, de la Cámara de Diputados, la Medalla al Mérito Cooperativo; lamentablemente, a pesar del reconocimiento y de la vigencia de una ley que reconoció la legitimidad de las cajas populares, desde la Secretaría de Hacienda y la Comisión Nacional Bancaria, en pleno neoliberalismo, se les persiguió hasta prácticamente acabar con ellas.
Hay otros muchos precedentes; uno de ellos es el de la Cooperativa Pascual, que compite exitosamente con las refresqueras internacionales. Tampoco hay que olvidar propuestas de la mejor época del PAN. A reserva de, un día de éstos, dedicar un artículo especial a recordarlas, hoy menciono algunas propuestas panistas, promotoras de la economía solidaria y popular. Una ley para establecer el crédito escolar, una reforma al Código Civil para prohibir el anatocismo, que es la capitalización de los réditos o intereses; San Buenaventura calificaba en su tiempo, al anatocismo como el robo so pretexto del contrato.
Otra propuesta panista fue la iniciativa de reforma a la Ley de Pesca para impulsar el cooperativismo entre los pescadores; otra fue la iniciativa para que los trabajadores tuvieran acceso a la propiedad y a la dirección de las empresas, mediante la adquisición de acciones con sus ahorros o con parte de sus gratificaciones de fin de año; me consta que un banco mexicano, antes de la expropiación bancaria, experimentó con este sistema y sus empleados, cuando adquirían acciones del banco en que trabajaban, se sentían más ligados a la empresa, que ya era, aunque fuere en parte mínima, de su propiedad.
Reitero: la batalla de hoy, no hay que olvidarlo, está en el campo de la economía. O se mantiene el sistema anterior, injusto y depredador de la naturaleza, o se dan pasos firmes hacia una economía solidaria.
jusbb3609@hotmail.com
El poder médico
Vilma Fuentes
Las consecuencias de la pandemia de Covid-19 son numerosas y se hacen sentir en casi todos los dominios de la sociedad. El confinamiento ha modificado las costumbres de la vida en común, el teletrabajo se desarrolló, las reuniones y los viajes, en fin, todas las reglas y condiciones de la existencia se han visto, a menudo, obligadas a someterse a nuevas leyes, las cuales cambian a veces las formas más tradicionales de la organización social. Un fenómeno particularmente notable, observado por el gran público, por los sociólogos e incluso los filósofos, es la importancia ganada en los debates y, sobre todo, en las decisiones dispuestas por expertos y otros especialistas provenientes del cuerpo médico. Algunos analistas utilizan incluso el concepto de poder médico para definir la realidad e importancia de esta nueva relación de fuerza social.
Hace ya casi 40 años, el lúcido pensador Michel Foucault consagró numerosos trabajos, tanto en sus obras como en sus cursos dictados en el Collège de France, a la aparición y al estudio de ese fenómeno histórico: el poder médico. ¿Cómo, en qué época, por cuáles razones, apareció este nuevo poder, llamado a veces biopoder? En la actualidad, cada uno puede constatar que el filósofo había previsto con justeza lo que iba a suceder. Desde la aparición del Covid-19 no pasa un día sin que un experto médico no sea consultado, no sólo por los periodistas que le dan la palabra en los medios de comunicación, sino también por los responsables políticos, quienes tienen innumerables informaciones que anunciar, sin olvidar repetir que sus decisiones se tomaron después de consultar con especialistas científicos, cuyas consignas siguen al pie de la letra. Así, poco a poco, los ciudadanos, los electores, el público, comienzan a deducir que el verdadero poder cambió de manos y pasó a la de los expertos médicos.
En Francia, donde el espíritu galo es de naturaleza rebelde, las reacciones son múltiples. En primer lugar, las eminencias médicas no están siempre de acuerdo entre ellas. Las polémicas, a veces violentas, llenan la prensa escrita y audiovisual. Por un lado, partidarios del célebre investigador Didier Raoult y de su método basado en la hydroxicloroquina contra sus encarnizados adversarios, algunos de los cuales, además de injurias, le envían amenazas de muerte. Por otro, los partidarios del confinamiento y quienes le son hostiles pues prefieren el método de los tests y los tapabocas. En suma, nada ha cambiado desde el teatro de Molière y los expertos pueden disputarse entre ellos, con o sin latinajos, hasta el fin de los tiempos.
Sin embargo, la reacción que comienza a propagarse más en la opinión pública es el sentimiento extraño y más bien humillante de ser infantilizada por este poder médico. Si bien la gente desea ser atendida por buenos especialistas, ¿es de veras necesario repetir a cada minuto, en radio y televisión, que deben lavarse las manos y cómo proceder para ejecutar este misterioso gesto; cómo ponerse un tapabocas; cómo guardar la distancia unos de otros y no saludar de mano ni abrazarse? En fin, aprender a conducirse bien so pena de ser regañados y castigados como si no hubiesen alcanzado la edad de la razón y fueran aún niñitos de cinco años condenados a obedecer bajo la amenaza del castigo. Niños convertidos de súbito en adultos merecedores de multa o cárcel.
Es apenas sorpresivo que la revuelta gruña en algunos barrios y regiones. Nada más peligroso que pretender el bienestar de los otros y dar órdenes para acceder a tal fortuna exigiendo obediencia. Se escucha, entonces, a quienes gritan contra la dictadura. Blanda o dura, están decididos a rechazarla. Muchas otras prohibiciones han tenido la misma suerte. El cigarro, el alcohol, el sexo y tantos otros caprichos de la fantasía humana son a veces más buscados cuando son prohibidos. El poder médico debe evitar infantilizar al dirigirse a adultos considerados seres libres y responsables.
vilmafuentes22@gmail.com