Su cumplimiento es voluntario: AMLO
269 municipios sin casos Covid-19 pueden reanudar labores el 18 de mayo // Entre esta fecha y el día 31 se reabrirán actividades esenciales // El 1º de junio un semáforo indicará las zonas o poblados que podrán operar en función del nivel de contagios
▲p El presidente Andrés Manuel López Obrador, acompañado por parte de su gabinete, en la presentación del plan de entrada a la nueva normalidad.Foto Presidencia
Alma E. Muñoz y Alonso Urrutia
Periódico La Jornada. Jueves 14 de mayo de 2020, p. 2
La aplicación del plan para iniciar una nueva normalidad se dará en tres etapas, su cumplimiento es voluntario y se respetará a las autoridades municipales y estatales que decidan no acatarlo, aseguró ayer el presidente Andrés Manuel López Obrador. El 18 de mayo comenzará la primera fase en 269 municipios de 15 estados, que no presentan casos de Covid-19 y colindan con otras localidades libres del coronavirus, con cercos sanitarios.
En la segunda etapa, que comprende del 18 al 31 de mayo, se preparará la reapertura general en actividades esenciales –incluidas construcción, minería y fabricación de equipo de transporte–, y el 1º de junio, concluida la Jornada Nacional de Sana Distancia, comenzará a operar un semáforo que indicará semanalmente y por regiones el reinicio de labores económicas, sociales y educativas en función del nivel de contagios.
Al presentar en conferencia de prensa el plan de reapertura, la secretaria de Economía, Graciela Márquez, sostuvo que el esquema debe seguir un camino gradual, ordenado y cauto, con el fin de que sea seguro y duradero.
En la elaboración del plan se privilegió la vida y la salud, buscando la solidaridad, evitando la discriminación y se consideraron los principios de economía moral, la eficiencia productiva y la responsabilidad compartida de los sectores público, privado y social, aseguró.
Hugo López-Gatell, subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud, enfatizó que la decisión asumida por el gobierno federal tiene una alta dosis de incertidumbre, debido a que se basa en el comportamiento de la epidemia, por lo cual será constantemente evaluada.
Presentó un mapa –que será dinámico–, en función de la evolución de la pandemia a escala regional, donde el esquema de semáforos arrojó ayer 12 estados en color verde (nivel bajo); tres, amarillo (media, incluye a Oaxaca); cuatro, naranja (alta), y 13, rojo (máxima, entre ellos la Ciudad de México, el estado de México y Quintana Roo).
López Obrador destacó que el plan se consensuó en lo general con las autoridades locales, pero se admite la discrepancia y el derecho a disentir, sin imponer nada.
No habrá controversia con alcaldes o gobernadores. No vamos a pelearnos, no vamos a dividirnos, no vamos a apostar a la separación. Hay esperanza, vamos a salir del túnel en que nos entramos, sostuvo.
En la etapa uno, 269 localidades, denominadas municipios de la esperanza, no tendrán restricciones para reanudar actividades en todos los ámbitos.
Para la segunda etapa se elaborarán protocolos sanitarios por empresa, con el propósito de garantizar el reinicio seguro de actividades; se capacitará al personal con la finalidad de que se desempeñe en un ambiente seguro; habrá readecuación de espacios y procesos productivos, así como filtros de ingreso, sanitización e higiene en el espacio laboral.
La implementación del semáforo en la tercera etapa, a partir del 1º de junio, se dará en función de cuatro colores: rojo, naranja, amarillo y verde. La estrategia considera cinco categorías: medidas de salud pública y del trabajo, laborales (esenciales y no esenciales), espacio público (abierto y cerrado), personas vulnerables y actividades escolares.
En todos los casos se aplicarán medidas de salud pública; si el semáforo está en rojo, significa que sólo se pueden realizar actividades esenciales.
Con el color naranja se agregan las actividades no esenciales a un nivel reducido; lo mismo aplica para los espacios públicos. Las personas vulnerables –con enfermedades crónicas y adultos mayores– podrán reincorporarse a sus empleos con máximo cuidado, y se analizan protocolos con la finalidad de reducir su jornada de trabajo y destinarles espacios exclusivos para los alimentos.
Si el semáforo está en amarillo, las actividades esenciales y no esenciales se pueden realizar sin restricción. En el espacio público habrá limitaciones, sobre todo en templos, museos, cines, teatros, restaurantes y otros lugares cerrados. Para las personas vulnerables habrá un cuidado medio.
Cuando el semáforo esté en verde, las restricciones se eliminan y se reactivan las actividades escolares.
La Secretaría de Salud informará cada semana el color de cada estado y el semáforo se presentará en las conferencias de prensa de la Presidencia y del sector salud.
En breve intervención, Jorge Alcocer, titular de Salud, tuvo un lapsus que lo llevó a decir: “… se privilegiará siempre la salud y la vida. Pues vayamos hacia esa nueva mortali… perdón, normalidad”.
Cuando pase la tormenta
Asa Cristina Laurell
El intenso debate actual sobre el sistema público de salud versa sobre dos temas: la calidad de las cifras oficiales sobre Covid-19 en el país, reportadas por la Subsecretaría de Prevención y Promoción, y sobre la reconversión hospitalaria para garantizar la atención médica requerida por los enfermos graves, particularmente en la fase tres. Estas polémicas se resolverán con el transcurrir del tiempo, ya que la evidencia tangible es mucho más robusta que los datos de un modelo matemático. Aunque haya una especie de consenso sobre la fragilidad del sistema de salud, pocos se preguntan qué habría que resolver una vez que pase la tormenta.
En el momento actual se ha perdido de vista la magnitud y perfil de mortalidad de México, punto de partida si se propone mejorar las condiciones de salud de la población, que es la función sustantiva de todas las instituciones públicas en la materia. Para empezar, hay que recordar que en el país fallecieron 717 mil 500 personas en 2019 o 5.6 de cada mil, según datos preliminares. Las tres primeras causas de muerte –enfermedades del corazón, diabetes mellitus y tumores malignos– sumaron 341 mil 200 defunciones o 47.5 por ciento del total. Fallecieron por neumonía e influenza 29 mil 830 y fueron asesinadas 25 mil 515 personas. Esto significa que la mortalidad por Covid-19 en 2020 difícilmente estará entre las 10 primeras causas en 2020, a menos de que sobrepase las 15 mil defunciones por insuficiencia renal.
No hay nada que haga suponer que las primeras causas de muerte vayan a disminuir en 2020. Incluso, se puede sospechar que se incrementen por varias razones. Una primera es que la reconversión hospitalaria ha hecho más difícil obtener atención oportuna para estos tipos de padecimiento. Por el contrario, los datos de muchas otras partes del mundo publicados por Financial Times (https://www.ft.com/content/a26fbf7e-48f8-11ea-aeb3-955839e06441) muestran que la mortalidad por todas las causas de muerte se ha incrementado en muchos países durante la pandemia, en particular en las grandes urbes, donde las defunciones en algunos casos han subido más de 100 por ciento. Las razones de este aumento no son únicas, sino que probablemente se deban a un conjunto de alteraciones de orden sicosociales. Sería la expresión concreta respecto a la mortalidad de la estructura compleja de la determinación de ésta.
Vale señalar que en el sistema de salud mexicano ninguno de los principales problemas se ha resuelto, sino que están en suspenso y aparecerán con mayor fuerza cuando pase la contingencia. La particularidad de la actual circunstancia es que está causada por un virus, lo que conduce a actuar sobre éste, sea mediante una mezcla de medidas terapéuticas y buscando una vacuna o un nuevo medicamento. Podría ser un ensayo para enfrentar la creciente resistencia a los antimicrobianos, pero no a solucionar las enfermedades que tienen una determinación compleja, como los padecimientos crónico-degenerativos.
Lo que se requiere es hacer una planeación estratégica del sistema público de salud para resolver sus principales dificultades. Ésta necesariamente tiene que partir de una comprensión de cuáles son sus problemas básicos. La Secretaría de Salud ya había avanzado en esta dirección antes de la contingencia, y encontró que el eslabón más débil son el primer nivel de atención, los centros de salud y las clínicas, donde se deben resolver 85 por ciento de los problemas de salud,así como desarrollar una actividad de promoción y prevención intensa en y con la comunidad.
Otros ejes de gran proyección son la recentralización del sistema de salud para la población sin seguridad social junto con el desmontaje del Seguro Popular y la integración de las instituciones en el ámbito público.
La emergencia, en efecto, evidenció la falta de infraestructura, el déficit de equipamiento y las plantillas de personal inadecuadas e insuficientes, pero las soluciones ofrecidas han sido casuísticas y sin visión de largo plazo. Asimismo, se forzó el sistema de compras consolidadas conjuntas, pero la falta de oferta obligó a buscar equipo y medicamentos donde se podía encontrar institución por institución.
El gran avance en la contingencia es que por primera vez la salud se convirtió en una prioridad nacional apoyada prácticamente por todos. No han faltado los intentos de politizar la salud y cosechar dividendos, pero la gran ganancia es que el gran público reconoce que primero es la vida y luego todo lo demás.
asa.laurell@salud.gob.mx