El presidente solicita a líderes del Congreso impulsar un diálogo
▲ Partidarios de una nueva Constitución en Chile se manifestaron ayer en la Plaza de la Dignidad de Santiago para exigir otro proceso.Foto Afp
Aldo Anfossi Especial para La Jornada
Periódico La Jornada
Martes 6 de septiembre de 2022, p. 24
Santiago. Al día siguiente de la abrumadora victoria del rechazo –61.8 por ciento de los sufragios contra 38.1 por ciento del apruebo– a la propuesta de Constitución garantista de derechos sociales, el presidente chileno, Gabriel Boric, comenzó frenéticas consultas con los sectores políticos para revivir el frustrado y agónico proceso constitucional.
A primera hora de ayer, el golpeado mandatario –apostó buena parte de su capital político a impulsar la ratificación de la propuesta, asociándola con el desempeño de su gobierno– se reunió con los presidentes de la Cámara de Diputados y del Senado, Raúl Soto (Partido por la Democracia ) y Álvaro Elizalde (Socialista), respectivamente, a quienes pidió empezar negociaciones.
Nos ha pedido que en el Congreso se desarrolle un diálogo que permita establecer un camino institucional para avanzar en el proceso constituyente. Convocaremos esta semana a todos los partidos con representación parlamentaria, a las bancadas y también escucharemos a movimientos sociales y representantes de la sociedad civil, con el objeto de promover un diálogo que nos permita a la brevedad transmitir una certeza a Chile, resumió Elizalde.
Boric y su comité político se citó también con los presidentes de los partidos de las dos coaliciones que sustentan a su gobierno: Apruebo Dignidad (alianza entre el Partido Comunista y el Frente Amplio) y Socialismo Democrático (partidos Socialista, Radical, Liberal y PPD).
También convocó para este martes a la oposición derechista a La Moneda para abordar esta materia.
Al respecto, el presidente del PC, Guillermo Tellier, dijo: estamos dispuestos a conversar con todos, incluso con el Partido Republicano (ultraderecha pinochetista), si es que se sientan a lo que ha convocado el presidente.
Tellier planteó que lo que se ha rechazado es una propuesta, un texto, pero que el proceso sigue y vamos a ver cómo, esa es la discusión; el acuerdo es sobre cómo se materializa ese proceso y nosotros vamos a estar en esa discusión.
Desde la derechista coalición opositora Chile Vamos, Renovación Nacional –el partido mayoritario con 25 diputados (de 155) y 12 senadores (de 50)– confirmó su asistencia, pero advirtiendo que no están apurados por llegar a acuerdos.
El partido más grande de Chile se va a tomar el tiempo necesario para escuchar a todas las bases para entender y dirigir el resultado y actuar con responsabilidad; y que el presidente Boric pueda hacer la autocrítica en su propia coalición de gobierno, dijo su timonel, Francisco Chahuán.
Mientras el mandamás de la Unión Demócrata Independiente (UDI), Javier Macaya, aseguró que tenemos disposición a conversar, aunque hay que masticar lo que ocurrió, el presidente tiene que asimilar cuáles son las causas de esa derrota.
La derecha, si bien dice estar anuente a mantener abierto el tema, ha sido esquiva en las formas y plazos, por ejemplo, si una nueva convención con paridad de género, cuánta representación de pueblos originarios, si sólo convencionales electos o también con expertos, etcétera.
Cambio ministerial
Simultáneamente a todo lo anterior, planea en el ambiente la inminencia de un sustantivo recambio ministerial, incluidos dos de los principales: la titular del Interior, Izkia Siches –jefa política del gabinete–, y el de la presidencia, Giorgio Jackson, a cargo de la agenda legislativa. El asunto no es sí o no, sino cuándo.
La ministra portavoz, Camila Vallejo, declaró: no estamos aquí por nosotros mismos, estamos aquí por un proyecto de gobierno, por un programa y que a través de ese programa y su adecuada ejecución podamos responderle a las personas a sus necesidades.
Agregó: venimos diciendo hace tiempo que el plebiscito con cualquier resultado iba a marcar un segundo tiempo.
También se profundizaba en las causales del apabullante rechazo, abundando explicaciones: el mal tratamiento de la plurinacionalidad y derechos de los pueblos originarios se citaba entre los principales, lo mismo que los excesos y gustitos que se dieron los convencionales, desde el día uno, durante el año que sesionaron, y desde luego la feroz campaña de desinformación y mentiras acerca del contenido del texto que desató la derecha.
La nueva Constitución chilena: entre todos la mataron y ella sola se murió
Marcos Roitman Rosenmann
No nos equivoquemos, el debate no es el mantenimiento de la Constitución de Pinochet. El plebiscito de entrada, señala y lo hace el pacto entre los partidos políticos, del 15 de noviembre de 2019, cual era el compromiso adquirido: redactar una nueva Constitución. Así lo vuelve a remarcar la declaración institucionalde las organizaciones políticas que apoyaron el apruebo, emitida tras conocer el resultado: “el proceso constitucional no ha terminado y el llamado al plebiscito de octubre de 2020 debe continuar… El presidente Gabriel Boric encabezará dicho proceso… cuyo pilar debe ser un Estado social y democrático de derechos, tal y como se ha reconocido transversalmente (…) mediante un diálogo democrático con todas las fuerzas políticas y sociales que estén disponibles para avanzar hacia una nueva Constitución…” A lo cual hay que sumar las palabras de Boric, donde otorga al Congreso un papel relevante en este segundo acto. ¿Por qué entonces tanto revuelo?
Hagamos historia. Los resultados de la Convención Constitucional de 2020 no fueron los esperados por los partidos políticos, ni siquiera por los movimientos sociales más representativos, sindicatos, por ejemplo. Los convencionales eran en su mayoría independientes, sin tradición en la brega política. De sus 155 integrantes, 103 no militaban en ningún partido. De tal modo que la convención se caracterizó por: a) la derecha no alcanzó el tercio para poder vetar las propuestas incómodas;b) los militantes de los partidos eran una minoría; c) losprogresistas sumaban un bloque con diferencias menores. En este contexto, la alianza conocida como las dos derechas o el partido del orden tomó las riendas. Hubo de intervenir. Socialistas, demócratacristianos, afines y la derecha de Vamos Chile, llegaron a las mismas conclusiones, el rechazo no era una opción descartable, sólo había que gestionar su presentación. Lo mejor, un boicot y configurar un bloque de centroizquierda nacido de las entrañas de los partidos del apruebo, capaz de generar dudas entre sus potenciales votantes. No todos los huevos en la misma canasta. Así podía reinar la confusión. Mensajes cruzados, anticomunismo y un discurso sobresaturado de emociones, capaz de ocultar las contradicciones. Llevar el debate a una presentación maniquea bajo un supuesto país dividido, sin rumbo y polarizado, ese fue el plan, y dio resultado. Con los medios de comunicación en manos de la derecha era una labor sin aristas. Ahora, tras el rechazo, se impone recuperar la cordura, y reiniciar el proceso, eso sí, con otros jugadores.
Mientras eso eran las co-rrientes profundas, en la superficie todo parecía ir viento en popa. Composición paritaria, representación para los pueblos originarios, elección directa, comisiones que funcionaban, transparencia, y los convencionales de Vamos Chile aportando su granito de arena. Todo, parabienes. Pero no hacia a la verdad. La convención pronto se vio sacudida. El primer llamado de atención: la descomposición de la Lista del Pueblo. Errores propios, acusaciones de corrupción, protagonismos, luchas intestinas, acabaron en fiasco y su disolución. Una segunda luz ámbar: las elecciones legislativas y la primera vuelta presidencial celebradas el 21 de noviembre de 2021. En ellas, la derecha obtuvo una mayoría en el Senado y mayor relevancia en la Cámara de Diputados.
Así, las instituciones más desacreditas en Chile, los partidos políticos, recuperaban el protagonismo extraviado en la Convención Constitucional. Poder constituido fuerte, Convención Constitucional debilitada. Tercer dato: el triunfo de Gabriel Boric en la segunda vuelta de las presidenciales, un mes más tarde, fue prestado. El miedo al candidato de la ultraderecha, José Antonio Kast, le proclamó presidente. El escenario cambió el decorado. Una convención adjetivada de caótica, con miembros descontrolados y sin rumbo fue ganando adeptos. El pacto por la paz y una nueva Constitución podía reconducirse. Las élites que tienen el poder en Chile y mueven las aguas, unieron fuerzas. Ex presidentes, ex parlamentarios, ex ministros, académicos, periodistas, gente del espectáculo y la farándula, políticos en activo, vinculados a los gobiernos de la Concertación y Nueva Mayoría, iniciaron su labor. El objetivo, sembrar dudas sobre la Convención Constitucional. Como alternativa, trasladar su redacción a quienes se consideran sus legítimos dueños, los diputados y senadores asentados en el Congreso. Rechazar la propuesta se convirtió en un acto de responsabilidad, y así fue presentado. Todos por una nueva Constitución, pero sin rencores. En resumen, ni Allende ni Pinochet.
¿Dónde está la sorpresa? Como siempre, en el campo de las emociones. El apruebo condensó la esperanza del cambio, donde el pasado neoliberal quedaría sepultado bajo una Nueva Constitución de derechos. Ese fue el discurso y así se hizo saber a la opinión pública internacional, los gobiernos progresistas y la izquierda mundial. ¿Y el rechazo? El comando del Apruebo lo tildó del retorno a las cavernas. Sus efectos, lo sobrellevamos hoy. Tristeza, incredulidad y desazón. Adjetivos que no son capaces de explicar y comprender el proceso que vive Chile arrastrado desde el plebiscito del No, en 1988. En tres décadas, se suman acuerdos espurios, frustraciones, traiciones, y una razón neoliberal que, sin visos de ser tirada, se mantiene bajo diferentes máscaras. Recordemos que en este plebiscito no refrendaba una Constitución sin más. Los convencionales debían ofrecer un texto a consideración de la ciudadanía para un posterior aclarado en el Congreso. Su rechazo no es una catástrofe, aunque representa un revés para el gobierno y en especial para Boric, quien deberá tomar buena nota. Pero todo parece controlado. Cuando la revista Time, a pocos días del plebiscito, dedicó su portada a Gabriel Boric, y tilda del nuevo guardián del orden, manda un mensaje. Pase lo que pase, Boric es hombre de confianza. Habrá nueva Constitución. La lucha sigue.