viernes, 9 de septiembre de 2022

Muere la reina británica Isabel II a los 96 años.

AFP
La reina Isabel II murió “pacíficamente” este jueves, informó la Familia Real en su cuenta de Twitter. Foto Ap
La reina Isabel II, la monarca con más años en el cargo en el Reino Unido, murió en el Castillo de Balmoral, a los 96 años, luego de reinar durante 70 años. Vía Graphic News
La línea de sucesión de Isabel II, quien falleció hoy a los 96 años, continúa con su hijo Carlos, quien se convirtió en automático en el rey Carlos III de Gran Bretaña. Vía Graphic News
La reina Isabel II murió en su hogar en el Castillo de Balmoral en Escocia. Después del servicio funerario en la Abadía de Westminster, la monarca será sepultada en la Capilla de San Jorge, en el Castillo de Windsor, donde se reunirá con sus padres, su hermana y su esposo. Vía Graphic News
La reina Isabel II, la mujer jefa de estado con más años en funciones en el mundo, falleció a los 96 años de edad. La monarca estuvo a sólo dos años de superar al
Londres. Isabel Alejandra María, jefa de Estado de Reino Unido y de los países y estados de la Commonwealth, falleció ayer a los 96 años en su castillo escocés de Balmoral, lo que puso fin a un reinado sin precedentes de más de 70 años.
GALERÍA: Fallece Isabel II tras 70 años de reinado; asume Carlos III.
Desde la mañana sus médicos se declararon “preocupados por la salud de su majestad y recomendaron que permanezca bajo vigilancia médica”, lo que puso la mirada del mundo sobre el estado su condición.
Inmediatamente viajaron hasta Escocia sus hijos y nietos, incluidos el príncipe Enrique y su esposa Meghan, quienes se encontraban en Londres para un acto de caridad, pese a que viven en California desde que en 2020 abandonaron la monarquía británica, lo que asestó un duro golpe a la institución.
La salud de la reina, cuya fortuna personal se estimaba en unos 425 millones de dólares, empezó a preocupar al país cuando el pasado 20 de octubre, tras aceptar el consejo médico de “guardar reposo", pasó una noche hospitalizada para someterse a unas pruebas médicas cuya naturaleza nunca se precisó. Sus médicos se limitaron a informar que padecía “problemas de movilidad episódicos”, lo que la obligó a retirarse de casi todos sus compromisos públicos.
A pesar de que su salud se deterioró en las últimas semana, el martes pasado recibió al saliente primer ministro, Boris Johnson, y a su sucesora, Liz Truss, en Balmoral, al renunciar por primera vez en su largo mandato a celebrar este acto protocolario en Londres, en el palacio de Buckingham, para evitar un viaje de 800 kilómetros.
Al confirmarse su deceso por la casa real, rondas improvisadas de “Dios salve a la reina” brotaron entre las miles de personas que se reunieron frente al Palacio de Buckingham para despedir a la reina en medio de una fuerte lluvia y se colocó la bandera a media asta para marcar el fin de la segunda era isabelina. “Crecimos con ella siempre estando ahí”, expresó entre lágrimas Margaret Parris, una consultora que viajó más de 30 kilómetros, desde Epping.
Así, la “Operación Puente de Londres” arrancó en el instante del fallecimiento y concluirá diez días después con un funeral de Estado.
Truss elogió a la monarca como el “espíritu mismo de Gran Bretaña” y “la roca sobre la que se construyó la Gran Bretaña moderna”, al tiempo llamó a los británicos a unirse tras el fallecimiento en torno a su nuevo rey, Carlos III. “La muerte de su majestad la reina es una gran conmoción para la nación y para el mundo”, expresó a las puertas de Downing Street.
La reina Isabel II, la monarca con más años en el cargo en el Reino Unido, murió en el Castillo de Balmoral, a los 96 años, luego de reinar durante 70 años. Vía Graphic News.
Nacida en Londres el 21 de abril de 1926, “Lilibet”, como la llamaba su familia, no estaba inicialmente destinada a ser reina, pero el rumbo de su vida cambió tras la abdicación, por amor a una estadunidense divorciada, de su tío Eduardo VIII en 1936.
Casada a los 21 años con su primo lejano Felipe Mountbatten, hijo del príncipe Andrés de Grecia y Dinamarca, Isabel tuvo cuatro hijos: Carlos en 1948, Ana en 1950, Andrés en 1960 y Eduardo en 1964. Le dieron ocho nietos y doce bisnietos. A lo largo de su reinado, se esforzó por mantener el prestigio de la monarquía.
Con sólo 25 años accedió al trono, al morir su padre, Jorge VI, en febrero de 1952, aunque tuvo que esperar a junio del año siguiente para ser coronada como cuadragésima soberana de Inglaterra, en la primera y única ceremonia de coronación británica televisada hasta ahora. Fue la cuadragésima monarca desde que el rey normando Guillermo el Conquistador obtuvo la corona de Inglaterra en el año 1066.
A partir de ese momento, dedicó su vida de manera incansable a sus obligaciones de jefa de Estado, comandante en jefe de las Fuerzas Armadas, cabeza de la Mancomunidad Británica y jefa de la Iglesia de Inglaterra. Reinó a un país que se reconstruyó de la Segunda Guerra Mudnial y perdió su imperio; se unió a la Unión Europea y luego la dejó bajo la bandera del Brexit.
Casi siempre respetó el principio de no inmiscuirse en política, pero en los referendos de independencia de Escocia en 2014 y sobre el Brexit en 2016 trascendieron declaraciones suyas hechas en privado, y nunca desmentidas, que apuntaban a su preferencia por mantener a los escoceses en el país y a abandonar el bloque europeo.
Durante su mandato vio desfilar por Downing Street un total de quince primeros ministros desde que comenzó a despachar con Winston Churchill, en 1952, hasta el reciente nombramiento de Liz Truss, el pasado día 5, convirtiéndose en un punto fijo y una presencia tranquilizadora incluso para aquellos que ignoraban o detestaban la monarquía.
Cuando en 1997 murió trágicamente la princesa Diana, divorciada desde hacía unos años del entonces príncipe Carlos, los británicos, conmocionados, criticaron su frialdad. Ese episodio fue una dura prueba para la institución, que vivió sus horas más bajas.
Pero los Windsor aprendieron de sus errores y recobraron poco a poco la credibilidad, demostrando su capacidad para la renovación dentro de la continuidad con la suntuosa boda del príncipe Guillermo, primogénito de Carlos y Diana, con la joven plebeya Catalina, y posteriormente la de su hermano Enrique con la actriz estadunidense Meghan Markle.
En los años recientes vivió otras crisis familiares, entre ellas el Megxit, en enero de 2020, el exilio de Enrique y Meghan a Estados Unidos, desde donde acusaron a la realeza de ser insolidaria y racista, luego que la actriz acusó que había temores en la monarquía de que su primer bebé naciera negro.
Andrés, considerado su hijo favorito, tuvo que abandonar la vida pública debido a su amistad con el financiero estadunidense Jeffrey Epstein, acusado de explotar sexualmente a menores. En febrero de 2020, Andrés tras asegurar que era inocente, pagó una suma no revelada para resolver la demanda presentada en de Estados Unidos, por Virginia Giuffre, quien lo acusó de haber abusado sexualmente de ella cuando era adolescente. La monarca lo despojó de sus vínculos militares y patrocinios reales y dispuso que ya no fuera conocido como "Su Alteza Real".
Isabel II aún sorteó la pandemia de Covid-19, la devastadora muerte de su marido Felipe con casi 100 años en abril de 2021 y la guerra entre Rusia y Ucrania. Su fortuna personal está calculada en unos 425 millones de dólares, según una estimación del Sunday Times, que no precisó si en esa cifra se considera el valor de sus castillos, y sus joyas.
Es la monarca que más tiempo estuvo en el trono, al cumplir 70 años con 214 días, y su longevidad en el reinado sólo es superada por otro monarca: Luis XIV, que reinó en Francia en el siglo XVII, al estar 72 años con 110 días.
La agencia británica Reuters señaló que algunos críticos argumentan que Isabel II no deja una marca tangible, sólo una institución inadecuada para su propósito en un mundo de aspiraciones igualitarias, comentarios irreverentes en las redes sociales y el escrutinio de los medios de comunicación las 24 horas.
Quince primeros ministros
La muerte de Isabel II deja huérfanos de jefe de Estado a 130 millones de súbditos en el Reino Unido y otros 14 antiguos dominios del Imperio Británico: Australia, Nueva Zelanda, Canadá, Jamaica, Antigua y Barbuda, Belice, Papúa Nueva Guinea, Saint Kitts y Nevis, San Vicente y las Granadinas, Tuvalu, Granada, Islas Salomón, Santa Lucía y Bahamas.
Durante sus más de 70 años de reinado, Isabel II de Inglaterra trató con 15 primeros ministros británicos, aunque la última, Truss, solo se vio con ella una vez.
Los historiadores consideran que quien tuvo mayor influencia sobre ella fue Churchill, que le sirvió de mentor.
Casi siempre respetó el principio de no inmiscuirse en política, pero en los referendos de independencia de Escocia en 2014 y sobre el Brexit en 2016 trascendieron declaraciones suyas hechas en privado, y nunca desmentidas, que apuntaban a su preferencia por mantener a los escoceses en el país y a abandonar el bloque europeo.
Sin embargo, en alguna ocasión dio señales que hicieron sospechar un apoyo a la Unión Europea y llamó a "respetar los diferentes puntos de vista" y "buscar un terreno de entendimiento", en lo que se interpretó como un llamado a superar la división creada en el país por el Brexit.
En octubre de 2021, antes de la COP26, consideró "realmente irritante", en una conversación privada, que los líderes mundiales "hablen pero no actúen" contra el calentamiento global.
Lee aquí noticias sobre el Jubileo de la monarca:
"Me siento honrada y conmovida al ver que tanta gente salió a celebrar el Jubileo, afirmó Isabel II", La Jornada, 6 de junio de 2022

Reino Unido: crisis múltiple
A dos días de haber sucedido a Boris Johnson, la primera ministra británica, Liz Truss, anunció las medidas con que enfrentará la crisis energética desatada durante la pandemia y exacerbada por las sanciones occidentales que buscan desquiciar la economía rusa en represalia por la invasión a Ucrania. Se trata de un paquete de políticas fiel al credo ultraneoliberal que profesa la nueva líder del Partido Conservador: la congelación de precios durante dos años para los hogares, así como de seis meses para escuelas y hospitales, no se implementará estableciendo un tope a las grandes compañías, sino canalizando recursos públicos para cubrir a las mismas la diferencia entre la tarifa de mercado y la que ofrecerán a los consumidores. Este subsidio a corporaciones que ya han obtenido ganancias extraordinarias durante el último año supondrá un alivio de mil 150 dólares anuales para un hogar medio, y tendrá un costo para el erario calculado en hasta 151 mil millones de dólares, es decir, alrededor de 3 millones de millones de pesos.
Debe considerarse que los precios se congelarán en un umbral históricamente elevado: en mayo, una encuesta encontró que 65 por ciento de los hogares renunció a encender la calefacción y 27 por ciento se saltaba comidas ante la imposibilidad de encarar las facturas en un contexto en que la inflación general ya rebasó el nivel de 10 por ciento y según proyecciones podría duplicarse.
Además, se eliminarán de manera temporal los impuestos sobre la energía destinados a financiar la transición hacia la neutralidad de carbono y se creará un fondo de 40 mil millones de libras para garantizar liquidez a los proveedores energéticos ante la volatilidad en los mercados mundiales.
La dependencia nacional de hidrocarburos importados se combatirá con el impulso a las fuentes renovables (si bien es difícil saber con qué recursos, dado el recorte fiscal mencionado arriba), pero también con el regreso de la energía nuclear y el levantamiento de la prohibición sobre el fracking, el método de extracción mediante fractura hidráulica condenado por ambientalistas y científicos debido a sus enormes riesgos. No es casualidad que todas estas disposiciones parezcan pensadas por una empresa petrolera y no por un gobierno comprometido en la retórica con la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero: Truss fue ejecutiva de la multinacional Shell.
Pero la electricidad y el gas no son los únicos problemas que afronta la recién llegada a Downing Street. Durante 12 años de gobiernos conservadores se ha profundizado la infrafinanciación del sistema de salud, cuyo deterioro se traduce en largas listas de espera para recibir tratamiento, saturación de los servicios de urgencias y escasez crónica de personal. A esto se suma una oleada de huelgas en diversos sectores estratégicos, como puertos y ferrocarriles, en demanda de que los salarios respondan al drástico incremento en el costo de la vida, un desafío explosivo en manos de una líder que se niega a cualquier entendimiento con los sindicatos –su modelo a seguir, Margaret Thatcher, es recordada por su brutal ofensiva antisindical–. Por si fuera poco, el papel adoptado frente a la guerra en Ucrania presiona al Tesoro, pone al país en la senda de una indeseable carrera armamentista y complica acuerdos internacionales necesarios para mejorar la situación de sus ciudadanos.
En medio de todas estas convulsiones, la muerte de la reina Isabel II cimbra a una sociedad acostumbrada a encontrar en la monarca un punto de referencia y un símbolo de estabilidad cuando todo cambiaba. Sin importar la opinión que se tenga de las monarquías y las vetustas nociones de realeza, lo cierto es que en las siete décadas de su dilatado reinado la representante de la Casa de Windsor supo convertirse en una institución por derecho propio, y que su estilo de ejercer su investidura la hizo acreedora del cariño y el respeto de una vasta proporción de sus súbditos, quienes sin duda la echarán en falta en momentos en que su nación parece haber extraviado la brújula.