En la imagen , un tanque de batalla Abrams M1A2, del ejército de los EU. Foto Afp
Moscú. Anunciada de modo oficial este miércoles, la decisión de Estados Unidos y de Alemania de suministrar a Ucrania sus tanques pesados, Abrams y Leopard, es una mala noticia para el Kremlin que, tras apostar a que los aliados de Kiev no podrían alcanzar el necesario consenso para desbloquear el envío de este tipo de armamento, ahora intenta minimizar su importancia.
La entrega de estos tanques es, en opinión de la presidencia rusa, “un plan destinado al fracaso” debido a que “están sobrevalorados” y “no darán la ventaja deseada al ejército ucranio”, en palabras de su vocero, Dimitri Peskov, quien aseguró este miércoles que “arderán” en Ucrania, al igual que otras armas extranjeras.
“Estoy convencido de que muchos especialistas entienden que es absurda esta idea (suministrar tanques Abrams y Leopard). Por sus características tecnológicas es simplemente un plan destinado al fracaso y lo principal, es que sobrevalora el potencial que puede agregar al ejército ucranio. Es una rotunda equivocación más”, apuntó Peskov.
La cancillería rusa instruyó a sus embajadores en Berlín y Washington, donde se cocinó el entendimiento para desbloquear la concesión de los tanques pesados a Kiev, arremeter contra los respectivos gobiernos.
Así, el embajador en Berlín, Serguei Nechayev, dijo que con “esta decisión extremadamente peligrosa, que lleva el conflicto a un nuevo nivel de confrontación, Alemania renuncia definitivamente a reconocer la responsabilidad histórica ante nuestro pueblo por los terribles crímenes del nazismo durante la Gran Guerra Patria (Segunda Guerra Mundial) que no prescriben”.
Y su colega en Washington, Anatoli Antonov, afirmó que “no hay ninguna razón para proporcionar los Abrams a Kiev”, por lo cual “nadie debe hacerse ilusiones sobre quién es el auténtico agresor en este conflicto”.
No es la primera vez que Rusia dice que el suministro de un tipo de armamento más moderno y avanzado puede provocar un conflicto nuclear, pero Estados Unidos y sus aliados cada vez desoyen las advertencias y rebasan las aparentes líneas rojas que fija Moscú, convencidos de que, detrás de las amenazas apocalípticas, el Kremlin no tiene vocación suicida y nunca va a recurrir a su arsenal nuclear.
Sin embargo, no deja de ser una apuesta muy peligrosa porque resulta temerario olvidar que cualquier chispa puede hacer volar el polvorín atómico.
Rusia quiere ganar esta guerra con armas convencionales y para eso, lleva meses preparando una gran ofensiva que, al menos, le permita hacerse con el control de la totalidad de las cuatro regiones que se anexionó en septiembre pasado. Lograrlo, desde el punto de vista del Kremlin, podría ser un buen punto de partida para ofrecer sentarse a negociar un alto el fuego, si Kiev aceptara ceder más o menos 20 por ciento de su territorio.
Como hasta ahora Ucrania no parece dispuesta a rendirse y, por el contrario, cree que es posible seguir recuperando las regiones ocupadas, también tiene en mente lanzar una ofensiva.
Se habla al menos de la primavera debido a que ambos, rusos y ucranios, necesitan tiempo. Los primeros para terminar de adiestrar a los 150 mil reclutas que se sumarían a igual número de nuevos soldados que ya están incorporados a las tropas en la zona de combates.
Pero el gran problema del ejército ruso es la falta de oficiales –coroneles, mayores, tenientes, sargentos y cabos, sobre todo– que puedan organizar a esa masa de hombres con fusiles automáticos que, extraidos a fuerza de la vida civil, no saben qué hacer.
Los segundos, siendo realistas, requieren de varios meses, por lo menos dos, para recibir la mayor parte de las armas prometidas (los Abrams se llevarán más tiempo) y para aprender a manejarlas, si es que no llevan meses preparando a su personal en bases extranjeras.
Esto último forma parte del amplio catálogo de respaldo foráneo a Ucrania (armamento, entrenamiento de soldados, recepción y reubicación de millones de refugiados, ayuda humanitaria a población civil, créditos al gobierno, entre otras modalidades), que este año representará para Estados Unidos un gasto de 48 mil millones de euros y para sus aliados europeos, de 52 mil millones de euros.
Por lo pronto, el comandante en jefe del ejército ucranio, Valery Zaluzhny, está a pocos meses de poder contar con los 300 tanques que dijo necesitar para estar en condiciones de lanzar una ofensiva exitosa.
No se trata únicamente de los 31 tanques M1 Abrams estadunidenses, los 14 Challenger 2 británicos y los 14 Leopard 2AE alemanes ya oficialmente ofrecidos, sino que, al levantar Berlín las restricciones a la reexportación de sus tanques, se estima que el número inicial de Leopard puede alcanzar la cifra de 112, procedentes de al menos doce países que ya confirmaron su intención de hacerlo y el número podría crecer ya que en la actualidad hay en el mundo cerca de 2 mil tanques de ese tipo.
Y como en las carambolas del billar, países que no tienen los Leopard como Marruecos o Chipre están dispuestos a enviar sus tanques T-72 de la época soviética a cambio de recibir armamento moderno estadunidense. En ese esquema, Ucrania puede recibir no menos de un centenar de tanques de ese tipo, que no requieren tiempo de aprendizaje.
A cuentagotas se van conociendo algunos detalles del paquete de armamento prometido a Kiev por Washington la semana pasada. Por ejemplo, además de los mil 500 misiles TOW BGM-71 entregados en agosto, Ucrania tendrá 590 misiles de estas características para usar en misiones antitanque o contra fortificaciones, así como 20 mil proyectiles de artillería de 155 milímetros; 96 mil, de 105 milímetros; y 600 de alta precisión de 155 milímetros y guiados por GPS.
Ahora, después de que Ucrania reconoció este miércoles que dejó Soledar, la atención está puesta en Bakhmut. Los expertos militares coinciden en que, toda vez que Rusia concentró en esa dirección un número elevado de tropas, Ucrania tiene dos posibilidades: reforzar las unidades que están defendiendo la ciudad y sus alrededores o, en su defecto, dejarla para fortalecer Kramatorsk, Slaviansk, Siversk y Konstantinovka, dispersando las tropas rusas en esa parte de la región de Donietsk.
Guerra, espiral creciente
John Saxe-Fernández
Uno de los mayores riesgos existenciales en relación con la actual crisis bélica ruso-ucrania, en el fondo es una confrontación “ proxy”, es decir, de la OTAN contra Rusia, Ucrania como instrumento para provocar la confrontación, siendo la provocación el equivalente a una declaración de guerra en el siglo XXI, que por la intensificación del conflicto ha pasado de ser una guerra híbrida a una guerra tradicional, pero con enormes implicaciones recientemente advertidas por el ministro de Relaciones Exteriores de la Federación Rusa, Serguei Lavrov.
Hay un cambio de fondo sobre la naturaleza del armamento utilizado, con mayor capacidad destructiva como la que se pretende con el envío de los tanques alemanes y de Estados Unidos. Aún más, de nuevo se discute el asunto nuclear, dejando a un lado su impacto planetario, como si fuera parte de algo superficial, pero no lo es. El presidente de la Duma (cámara baja del parlamento ruso), Viacheslav Volodin, el pasado fin de semana habló tanto de guerra terrible, como de catástrofe global, poniendo de nuevo encima de la mesa el peligro de una escalada cada vez mayor si no se llega a concretar un acuerdo. (DW, 22/01/23)
Por su parte, el politólogo argentino Ezequiel Bistoletti en entrevista con Marta Esian (Rolling Stocks, 21/01/23) mantiene que las consecuencias de esta escalada resultarían en una conflagración nuclear en cuyo caso Europa aparecería como el primer objetivo. El Kremlin que ha sido tajante: el conflicto en
Ucrania está en espiral creciente y si Occidente envía más armas, la escalada va a ser inminente. Florian Philippot, líder del partido francés Los Patriotas señaló que los países de la Unión Europea están entrando en un delirio total sobre la entrega de armas cada vez más pesadas a Zelensky, mientras Estados Unidos quiere una guerra mundial en Europa. (RT, 21/01/23)
Bistoletti expresó su desasosiego por “la liviandad con la cual muchos líderes europeos y occidentales presentan sus ideas y deliberan al respecto… entonces, ¿comenzamos una guerra nuclear entre Rusia y Estados Unidos?, es una locura, eso podría desencadenar el fin de la humanidad”.
Podría añadirse que esta liviandad responde también a la falta de perspectiva histórica. Al respecto, José Vizner (negociosTV, 21/01/23) se refirió a las dos alternativas que se plantearon en Davos respecto a la guerra de Ucrania: o la negociación de la paz o la victoria de Ucrania como único camino. Fue Sanna Marin, la guerrerista primera ministra más joven del mundo –la que está llevando a Finlandia, país fronterizo con Rusia, a quebrantar su tradicional neutralidad e integrarlo a la OTAN y al mundo a una guerra terminal–, quien, con absoluta falta de conciencia histórica, planteó esta última opción en los términos más agresivos “con lo que quiso devolvernos a la parte intermedia de las dos contiendas mundiales del siglo XX, con la apuesta de que la seguridad internacional sólo se defiende defendiendo ahora mismo a Ucrania, una posición muy parecida, prácticamente calcada, a la de la Primera Guerra Mundial, que conllevó luego el resurgimiento interno en Alemania de que habían sido humillados (para una vital reflexión sobre el tema consultar: Margaret MacMillan, The Road to 1914. The War that Ended Peace (2013).
Bistoletti acierta al decir que si en algún momento el Foro de Davos determinaba los lineamientos de la economía y política a escala global, en esta última cumbre apareció muy claramente la desorientación de los liderazgos en términos generales y económicos, pero también políticos: desorientación ante la guerra, desorientación en cuanto a la cuestión ambiental (restablecimiento del carbón como una energía legítima cuando es la energía fósil más contaminante de todas) y un desconcierto total respecto a la evolución futura de nuestros capitalismos en crisis con el surgimiento de China con un capitalismo liderado por el Estado hasta el momento más exitoso que los capitalismos de la globalización neoliberal en crisis.
En relación con la desorientación y cortoplacismo de las élites, preocupa la ausencia de voces racionales sobre este predicamento humano, por lo que es Henry Kissinger –a pesar de su contradictoria trayectoria con crímenes de guerra y múltiples golpes de Estado en la periferia capitalista–, quien acertó al señalar que se equivocan sí piensan que el único camino para resolver el problema es ganar la guerra de Ucrania y también al convocar de urgencia el diálogo entre las partes: sólo mediante la negociación y los puntos en común se puede generar un mundo mejor. A futuro podremos resolver una situación que ahora mismo es límite. También declaró que Occidente necesita mantener un diálogo continuo con Rusia como uno de los actores de la actual crisis ucrania y al mismo tiempo se le debe brindar la oportunidad para poder reincorporarse al sistema internacional después que Kiev y Moscú lleguen a algún acuerdo de paz.
www.jsaxefblogspot.com