jueves, 2 de mayo de 2024

Universidades y crisis hegemónica.

John Saxe-Fernández
Estudiosos de los movimientos sociales contemporáneos, los ciclos históricos y sus contextos, como Carlos Antonio Aguirre Rojas se preocupan por entender los momentos de excepcional amplitud geográfica del mapa planetario de las distintas rebeliones populares, es decir, aquellos momentos que configuran una amplia geografía de revuelta mundial “recordando el año 2011, cuando más allá de sus diferencias y especificidades locales y nacionales, se sucedieron distintas revoluciones desde la llamada ‘Primavera Árabe’, las potentes movilizaciones europeas de protesta, los ‘indignados’ españoles, el pueblo griego, igual que los amplios movimientos de ‘Ocupa Wall Street’ en Estados Unidos, o de los estudiantes y los sectores populares en Chile o en Colombia”.
Podríamos pensar que las movilizaciones estudiantiles que han estallado en Estados Unidos y que empiezan a extenderse a varios lugares del mundo como uno de estos ciclos de revuelta mundial, buscando, como dice Aguirre, lo que comparten, la lógica común a pesar de las diferencias, el contexto mundial con sus complejidades, todo lo que deriva en problemas comunes y demandas parecidas, las cuales tienen su eje principal en el descontento que responde directamente al equiparable grado de avance y madurez de la crisis terminal del capitalismo también mundial (Carlos A. Aguirre, Las revueltas populares de 2011 en perspectiva histórica, Contrahistorias..., México #18, marzo-agosto 2012).
La crisis capitalista tiene ahora un fuerte componente ético-moral que le ha dado potencia y proyección a la movilización estudiantil desatada en las universidades de EU contra el genocidio en Gaza que sufre el pueblo palestino, perpetrado por el gobierno de Israel con la complicidad de EU y la OTAN. Este factor es lo que contribuye a su transformación en un acontecer mundial, no sólo porque desde las históricas marchas en contra de la guerra de Vietnam no se habían registrado eventos de esa magnitud en el corazón de la economía de guerra de EU, sino por que los crímenes horrendos contra mujeres, niñas y niños y población vulnerable nos afectan a todas y todos como humanidad.
El estallamiento universitario y su inmediata descalificación acusándolo de antisemita, pone en evidencia la ausencia de espacios para el debate, incluso en los campus universitarios. A decir de Olga Rodríguez la instrumentalización del antisemitismo es algo muy grave... Tergiversarlo y usarlo de manera falsa contra defensores de derechos humanos, contra la propia Corte Internacional de Justicia , el Tribunal Penal Internacional y contra la relatora de Naciones Unidas, es algo gravísimo que afecta los derechos de los palestinos, pero también afecta la lucha contra el antisemitismo real (La Base, 30/4).
La represión sufrida por el movimiento pro-Palestina pone en evidencia un intento por silenciar la protesta no sólo en EU, sino en países europeos como en Alemania, donde fue cancelado con la irrupción de 2 mil 500 policías al Congreso sobre Palestina que iba a celebrarse entre el 12 y 14 de abril en Berlín, una iniciativa conjunta de la organización una voz judía por una paz justa en Oriente Medio y de un movimiento progresista paneuropeo liderado por Yanis Varoufakis, que también fue cancelado.
Al momento de escribir estas notas la policía de la ciudad de Nueva York, se aprestaba a desalojar a los estudiantes de la Universidad de Columbia que se atrincheraron en uno de los edificios. Este uso de la policía y la represión en las universidades es cosa de dictaduras de tercera, no de una nación hegemónica.
Al colapso ético del liderato de ese país, además de una economía de guerra cuyas prioridades están en seguir alimentando el conflicto en Ucrania y el apoyo incondicional a Israel, hay que sumar la erosión del modelo privatizado de universidad como negocio –EU y Chile– además de la militarización, ya que todos los proyectos de investigación científica están financiados por el Departamento de Defensa, lo que limita la capacidad de investigación y desarrollo civiles. La Universidad como mecanismo de movilidad ascendente, ya no está funcionando, al hacer de la educación un privilegio por el costo de la matrícula y el creciente endeudamiento del estudiantado, a lo que hay que sumar las consecuencias de la pandemia por el abandono escolar y por el abandono del Estado en rubros tan estratégicos.
Reprimiendo al estudiantado, dando la espalda al futuro y persistiendo en los costos de guerra, ¿cómo puede ser EU competitivo frente a China?, que según informe de Política Estratégica Australiana lleva una ventaja a nivel global en 37 de 44 tecnologías claves para la innovación, además de liderar la investigación tecnológica de futuro, base para convertirse en la potencia científica mundial por delante de EU ( Forbes, 2/3/23).
Facebook: John Saxe Fernández

Estudiantes de EU: referente moral
Como si se enfrentaran a peligrosos criminales, el martes decenas de policías antidisturbios irrumpieron en la Universidad de Columbia para desalojar a los alumnos atrincherados allí en exigencia de que la institución cese sus relaciones con empresas e individuos que lucran con la acción militar de Israel en Gaza. La escena de uniformados arrestando a estudiantes a petición de las autoridades universitarias que deberían salvaguardar su integridad y su libertad de expresión se ha repetido en diversos campus de Estados Unidos conforme crece el malestar de los jóvenes con el gobierno de Joe Biden y con sus centros de educación por su complicidad en la masacre de palestinos.
Con más de 8 mil actos en unas 850 ciudades, esta ola de protestas es la segunda más intensa del siglo XXI en Estados Unidos, y se inscribe en una larga historia de luchas sociales principalmente estudiantiles que empezó durante la guerra de Vietnam desde los años sesenta del siglo pasado, continuó con las movilizaciones contra el apartheid, hacia 1980, prosiguió contra la guerra de Irak en 2003, pasó por el movimiento Occupy Wall Street contra la voracidad de los capitales financieros y llegó a su punto culminante durante las demostraciones de repudio al racismo estructural que protagonizó el movimiento Black Lives Matter.
Si hoy estas protestas cobran dimensiones inéditas en una sociedad históricamente obsecuente con Israel es porque el régimen de Benjamin Netanyahu (el más derechista en la vida de ese país) lleva adelante una de las peores masacres que se han cometido contra los palestinos, porque la tecnología actual ha puesto los crímenes de guerra de las fuerzas armadas israelíes ante los ojos del mundo, y porque la complicidad de Washington con estas atrocidades se ha vuelto más inocultable que nunca. Ejemplo de ello es el empeño de la Casa Blanca en violentar el derecho a la autodeterminación del pueblo palestino al vetar su ingreso como Estado miembro de pleno derecho a la ONU y financiar el genocidio ejecutado por Tel Aviv con más de 26 mil millones de dólares en ayuda militar. Las presiones del secretario de Estado, Antony Blinken, para que el bando palestino acepte las condiciones de tregua planteadas por Tel Aviv –la entrega de todos los rehenes israelíes a cambio de 40 días de pausa en el genocidio, que de cualquier modo se llevará a cabo, según declaró Netanyahu– no dejan resquicio de duda de que el papel de Estados Unidos no es el de mediador, sino el de facilitador del exterminio que Israel se propone concretar, según han reiterado sus gobernantes, comenzando por el primer ministro.
En este contexto, las protestas de los estudiantes universitarios constituyen una esperanzadora muestra de solidez moral de la juventud del país vecino frente a una política inhumana y vergonzosa por parte de Washington y sus aliados europeos, los cuales coaccionan al pueblo palestino para que acepte un trato consistente en abrir un compás de espera de 40 días antes de su aniquilación.
Ante semejante aberración ética, está claro que la movilización estudiantil merece el máximo respaldo y que debe exigirse un cese de las hostilidades para dar paso a negociaciones con miras a la única solución legal, sensata y viable: la construcción de un Estado palestino, con base en las resoluciones 242 y 338 de la ONU, en Gaza, la totalidad de Cisjordania, y la porción oriental de Jerusalén. Mientras Occidente frene la verdadera solución con su abasto de armas al régimen genocida, su escudo diplomático y su persecución del disenso, será cómplice de crímenes de lesa humanidad, y dará a los jóvenes razones legítimas para ponerse de pie contra la barbarie.