lunes, 28 de abril de 2025

Cumple Trump 100 días frente a EU en medio de guerra arancelaria sin precedentes.

Para Elliot Abrams, ex funcionario de Trump durante su primer mandato al frente de EU, el magnate representa un papel mucho más radical que hace ocho años. 
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Reuters
27 de abril de 2025 14:59
Washington. Ha lanzado una guerra arancelaria mundial sin precedentes y ha recortado drásticamente la ayuda exterior estadounidense. Ha menospreciado a los aliados de la OTAN y ha hecho suya la narrativa rusa sobre su invasión de Ucrania. Ha hablado de anexionarse Groenlandia, retomar el Canal de Panamá y convertir a Canadá en el Estado número 51.
En los caóticos primeros 100 días desde que el presidente Donald Trump regresó al cargo, ha librado una campaña a menudo impredecible que ha puesto patas arriba partes del orden mundial basado en reglas que Washington ayudó a construir de las cenizas de la Segunda Guerra Mundial.
"Trump es mucho más radical ahora de lo que era hace ocho años", dijo Elliott Abrams, un conservador que sirvió bajo los presidentes Ronald Reagan y George W. Bush antes de ser nombrado enviado especial de Estados Unidos para Irán y Venezuela en el primer mandato de Trump. "Me ha sorprendido".
La agenda "América primero" de Trump en su segundo mandato ha alejado a amigos y envalentonado a adversarios, al tiempo que ha suscitado dudas sobre hasta dónde está dispuesto a llegar.
Sus acciones, unidas a esa incertidumbre, han desconcertado tanto a algunos gobiernos que están respondiendo de maneras que podrían ser difíciles de deshacer, incluso si un presidente estadunidense más tradicional es elegido en 2028.
Todo esto se produce en medio de lo que los críticos del presidente republicano consideran signos de retroceso democrático en casa que han suscitado preocupación en el extranjero. Entre ellas se incluyen ataques verbales a jueces, una campaña de presión contra universidades y el traslado de inmigrantes a una tristemente célebre prisión de El Salvador como parte de una campaña de deportación más amplia.
"Lo que estamos viendo es una enorme perturbación en los asuntos mundiales", dijo Dennis Ross, ex negociador de Oriente Medio para las administraciones demócrata y republicana. "Nadie está seguro en este momento de qué hacer con lo que está sucediendo o qué vendrá después".
Esta evaluación de la sacudida de Trump del sistema global proviene de entrevistas de Reuters con más de una docena de funcionarios gubernamentales actuales y anteriores, diplomáticos extranjeros y analistas independientes en Washington y capitales de todo el mundo.
Muchos dicen que, aunque algunos de los daños ya causados podrían ser duraderos, la situación podría no ser irreparable si Trump suaviza su enfoque. Ya ha dado marcha atrás en algunas cuestiones, como el calendario y la severidad de sus aranceles.
Sin embargo, ven pocas posibilidades de un cambio drástico por parte de Trump y, en cambio, esperan que muchos países introduzcan cambios duraderos en sus relaciones con Estados Unidos para protegerse de su errática política.
Las consecuencias ya han comenzado.
Algunos aliados europeos, por ejemplo, están tratando de impulsar sus propias industrias de defensa para reducir la dependencia de las armas estadunidenses. En Corea del Sur se ha intensificado el debate sobre el desarrollo de su propio arsenal nuclear. Y se especula con la posibilidad de que el deterioro de las relaciones lleve a los socios estadounidenses a acercarse a China, al menos económicamente.
La Casa Blanca rechaza la noción de que Trump haya dañado la credibilidad de Estados Unidos, citando en su lugar la necesidad de limpiar después de lo que llama el "liderazgo irresponsable" del ex presidente Joe Biden en el escenario mundial.
"El presidente Trump está tomando medidas rápidas para hacer frente a los desafíos llevando tanto a Ucrania como a Rusia a la mesa de negociaciones para poner fin a su guerra, frenando el flujo de fentanilo y protegiendo a los trabajadores estadunidenses haciendo que China rinda cuentas, llevando a Irán a la mesa de negociaciones", dijo el portavoz del Consejo de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, Brian Hughes, en un comunicado.
Más de la mitad de los estadunidenses, incluido uno de cada cinco republicanos, piensan que Trump está "demasiado alineado" con Rusia, y el público estadunidense tiene poco apetito por la agenda expansionista que ha trazado, según una encuesta de Reuters/Ipsos completada el 21 de abril.
Puntos Altos
Según los expertos, lo que está en juego es el futuro de un sistema mundial que ha tomado forma en las últimas ocho décadas en gran medida bajo la primacía de Estados Unidos. Ha llegado a basarse en el libre comercio, el Estado de derecho y el respeto a la integridad territorial.
Pero con Trump, que ha despreciado las organizaciones multilaterales y a menudo ve los asuntos mundiales a través de la lente transaccional de un antiguo promotor inmobiliario, ese orden mundial se está tambaleando.
Acusando a sus socios comerciales de "estafar" a Estados Unidos durante décadas, Trump ha puesto en marcha una política arancelaria arrolladora que ha agitado los mercados financieros, debilitado el dólar y disparado las advertencias sobre una ralentización de la producción económica mundial y un mayor riesgo de recesión.
Trump ha calificado los aranceles de "medicina" necesaria, pero sus objetivos siguen sin estar claros, incluso mientras su administración trabaja para negociar acuerdos separados con decenas de países.
Al mismo tiempo, ha dado prácticamente marcha atrás en la política estadunidense respecto a la guerra de Rusia en Ucrania, que dura ya tres años, y se enzarzó en una discusión a gritos en el Despacho Oval con el presidente ucranio, Volodymir Zelensky, a finales de febrero. Se ha acercado a Moscú y ha suscitado temores de que obligue a Kiev, respaldada por la OTAN, a aceptar la pérdida de territorio mientras da prioridad a la mejora de las relaciones con el presidente ruso Vladimir Putin.
El menosprecio de la Administración a Europa y a la OTAN, durante mucho tiempo el pilar central de la seguridad transatlántica pero acusada por Trump y sus ayudantes de aprovecharse de Estados Unidos, ha causado un profundo malestar.
El canciller alemán Friedrich Merz, tras ganar las elecciones de febrero, expresó su preocupación por las relaciones europeas con Estados Unidos, afirmando que sería difícil que quienes ponen "América primero" en realidad hicieran de su lema "América sola".
En un nuevo golpe a la imagen global de Washington, Trump ha empleado una retórica expansionista evitada durante mucho tiempo por los presidentes modernos, que según algunos analistas podría ser utilizada por China como justificación si decide invadir Taiwán, que se autogobierna.
Con su estilo ampuloso, ha insistido en que Estados Unidos "conseguirá" Groenlandia, una isla danesa semiautónoma. Ha enfadado a Canadá diciendo que tiene poca razón de existir y que debería pasar a formar parte de Estados Unidos. Ha amenazado con apoderarse del Canal de Panamá, que fue entregado a Panamá en 1999. Y ha propuesto que Washington se haga cargo de Gaza, devastada por la guerra, y transforme el enclave palestino en un centro turístico.
Algunos analistas afirman que Trump podría estar tratando de resucitar una estructura mundial al estilo de la Guerra Fría, en la que las grandes potencias se reparten esferas geográficas de influencia.
Aun así, no ha ofrecido detalles sobre cómo Estados Unidos podría adquirir más territorio, y algunos expertos sugieren que podría estar asumiendo posturas extremas e incluso exageradas como estratagemas de negociación.

En mi primer mandato goberné el país; en éste gobernaré el mundo, sostiene Trump
Afp y Ap   Periódico La Jornada
Lunes 28 de abril de 2025, p. 29
Washington. El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, aseveró que en su actual gestión gobernará al mundo, informó The Atlantic en X, al anunciar que publicará una entrevista con el magnate.
Trump declaró a los periodistas de la revista Asley R. Parker y Michael Scherer que su segundo mandato es diferente al primero: “la primera vez tenía dos cosas que hacer: gobernar el país y sobrevivir; tenía a todos esos corruptos.
La segunda vez gobernaré el país y el mundo, subrayó el mandatario republicano.
La Asociación de Corresponsales de la Casa Blanca celebró el sábado su gala anual sin la presencia de Trump, quien evitó el tradicional acto en medio de preocupaciones por la libertad de prensa en su mandato.
La cena, tan concurrida como en años anteriores, tuvo un ambiente más discreto en el cual el presidente de la Asociación de Corresponsales (WHCA), Eugene Daniels, no mencionó directamente a Trump, pero defendió a la prensa contra sus ataques. Nosotros no somos enemigos del pueblo ni somos enemigos del Estado, afirmó, en un contexto en el que el mandatario ha alimentado la desconfianza hacia los medios.
Se trata de celebrar la Primera Enmienda de la Constitución, la cual garantiza la libertad de prensa, comentó Daniels en entrevista al sitio especializado Status News.
El protocolo, que incluye un fin de semana de cocteles y otras actividades sociales de las élites políticas y mediáticas de Washington, fue modificado, según Daniels, para adaptarse al estado de ánimo de sus miembros.
Trump ha tratado de neutralizar a medios de comunicación con una serie de medidas que, según sus críticos, son inconstitucionales.
Sigan avanzando, sigan luchando, y sin miedo, instó a sus colegas el periodista Anthony Zurcher, de la BBC, reconocido por su cobertura de la guerra en la franja de Gaza.
Es habitual que los presidentes asistan a la velada animada por un comediante, departan con los periodistas o pronuncien un discurso jocoso.
Pero como ya lo hizo en su primer mandato (2017-2021), Trump evitó la gala y anunció que tampoco asistiría este año luego de estar presente este sábado en el funeral del papa Francisco en Roma.
La WHCA anunció que canceló la participación de la comediante Amber Ruffin para garantizar que la atención se centre en los premios y las becas en vez de hacerlo sobre las divisiones políticas.
La razón por la que tenemos una prensa libre es para ser amables con los republicanos durante cenas elegantes, respondió mordazmente Ruffin a la decisión en el programa del humorista Seth Meyers.
En 100 días en la Casa Blanca, Trump ha relanzado su estrategia para remodelar el panorama mediático estadunidense, que sigue ofreciendo signos de resistencia.
Desde el 20 de enero, ha restringido el acceso a la agencia de noticias estadunidense Ap.
El gobierno del magnate también ha comenzado a desmantelar las voces de Estados Unidos en el extranjero, como Voice of America, Radio Free Europe/Radio Liberty y Radio Free Asia, mientras la financiación federal de las emisoras públicas NPR y PBS está bajo amenaza.
Trump también emprendió ataques legales contra la cadena de televisión privada CBS y el periódico The Des Moines Register, y obligó a ABC (grupo Disney) a pagar 15 millones de dólares bajo amenaza de demanda por difamación
En otro tema, el jefe de la Casa Blanca dejó claro que no seguirá la práctica de su predecesor de reconocer el Día de los Pueblos Indígenas junto con el Columbus Day en octubre, acusando a los demócratas de denigrar el legado del explorador.

Francisco y sus asegunes
Carlos Fazio
Murió el papa Francisco y no hubo duelo, pero sí mucho cinismo e hipocresía político-diplomática. Prueba de ello, en su funeral de Estado en la plaza de San Pedro, el 26 de abril, estuvieron presentes los máximos representantes del Occidente colectivo, cómplices del genocidio de Israel en Gaza y de la guerra proxy de EU y la OTAN contra Rusia en Ucrania: Trump y su antecesor Biden, Macron, el británico Starmer, la Meloni, Scholz, Ursula von der Leyen, Mark Rutte y otros distinguidos dolientes como Zelensky. Y hasta Javier Milei, quien con su esquizofrénico lenguaje soez abominó en vida del Papa, llamándolo representante del maligno en la tierra, zurdo de mierda y sorete mal cagado (sic).
Durante las exequias, la pompa vaticana no pudo ocultar que desde la enfermedad del pontífice y su debilitamiento físico, había iniciado una brutal guerra por la sucesión; un tiempo de pre cónclave. Con independencia del Espíritu Santo, la pugna, ahora, se dirimirá entre quienes buscarán consolidar las tenues reformas del jerarca católico fallecido y los que intentarán un nuevo proceso de restauración de signo ultraconservador, a tono con los tiempos que corren en EU y algunos países de Europa y Latinoamérica.
Conviene recordar que −como repiten los obispos− la Iglesia es una institución jerárquica, vertical y autoritaria, no democrática. Su configuración corporativa y piramidal, con su estructura de mando análoga a la de un ejército, tiene en la cúspide al Papa (después de Dios, el gobernante en la tierra es el soberano pontífice), seguido por el Sacro Colegio Cardenalicio, los obispos y el clero, y reproduce dentro a una sociedad de machos. La mujer está sometida, ocupa un plano de inferioridad, casi servil. Desde la muerte de Pablo VI, en 1978, ese patriarcado travestido en sexismo como forma sutil de subordinación de la mujer, había desnudado aún más a esa Iglesia santa y prostituta −como solía proclamarla y aceptarla el ex VII obispo de Cuernavaca, Sergio Méndez Arceo−, y exhibía la angustia, humillación y vejación a que son sometidas mujeres en su seno por clérigos seguidores de Jesús de Nazaret.
Algo de eso quiso reformar Francisco al asumir, no sin contradicciones, la “agenda woke” de la plutocracia de Davos; pero no pudo implementar cambios estructurales, ya sea porque le faltó voluntad o encontró férreos obstáculos en sectores tradicionalistas de la curia romana, dejando muchas de sus propuestas en lo simbólico. Así, la ordenación de mujeres como sacerdotes o diaconisas, a diferencia de otras denominaciones cristianas, sigue siendo tabú y la estructura eclesiástica permanece dominada por hombres célibes.
Conviene rememorar que durante los 35 años de papado de Juan Pablo II y su guardián de la ortodoxia, el cardenal alemán Joseph Ratzinger, apodado El Rottweiler de Dios y a la postre Benedicto XVI, la Iglesia se convirtió en feudo. Como dijo entonces Leonardo Boff −sentado por ambos en el banquillo de la ex Inquisición y condenado a un año de silencio obsequioso−, el eje Wojtyla-Ratzinger forjó una Iglesia feudal controlada y dominada desde Roma. En clave de neocristiandad, los dos pontífices clericalizaron la institución a partir de la visión imperial entronizada por Gregorio VII en 1075 con su bula Dictatus Papae, que significa Dictadura del Papa. Según apuntó el gran eclesiólogo Jean-Yves Congar, con Juan Pablo II se consolidó el ejercicio centralizado, autoritario y hasta despótico del poder eclesial.
Fue en ese marco de Iglesia donde el sacerdote argentino Jorge Bergoglio supo deslizarse como pez en el agua, pasando de superior provincial de los jesuitas (1973-79) a ser designado obispo por Juan Pablo II (1992), arzobispo de Buenos Aires (1998) y cardenal primado (2001), ejerciendo además la presidencia de la Conferencia Episcopal Argentina durante dos lapsos consecutivos (2005-11). Ergo, como todo prelado, Bergoglio fue formado para ser un hombre de poder. Y desde su cercanía inicial a la agrupación derechista Guardia de Hierro, ligada a la peor versión del peronismo, y después con el masserismo (el almirante Eduardo Emilio Massera fue uno de los jefes de la Junta Militar, con su deriva, el terrorismo de Estado, en cuyo seno jerarcas católicos como el arzobispo de La Plata, José Antonio Plaza, los vicarios castrenses Adolfo Tortolo y Victorio Bonamín, el obispo de Jujuy, Miguel Medina, y hasta el nuncio Pío Laghi, justificaron la tortura en los centros clandestinos y bendijeron la armas del Ejército), transitó a la llamada Teología del Pueblo de Lucio Gera y Juan Carlos Scannone −alejada de las herramientas marxistas de la teología de la liberación y que no reconoce la lucha de clases, pero que admite el conflicto entre pueblo y antipueblo y apoya la opción prioritaria por los pobres aunque no los empodera− y fue ungido pontífice en marzo de 2013. Ya en Roma, Francisco renunció al estilo palaciego e imperial, puso énfasis en lo social, recorrió las periferias del orbe y condenó al capitalismo (sin mencionarlo) como sistema de muerte.
El dominico brasileño Frei Betto des­cribió la compleja posición de Bergoglio como una cabeza progresista al frente de un organismo conservador, dentro del cual, purpurados tradicionalistas y supremacistas como el estadunidense Raymond Burke, entusiasta partidario de Trump y quien junto con el líder de la ultraconservadora Liga del Norte, el italiano Matteo Salvini, y poderosos grupos religiosos y de laicos como el Opus Dei, Comunión y Liberación, los Caballeros de Colón, la Orden de Malta, Camino Neocatecumenal y Sodalicio de Vida Cristiana, no dudaron en considerarlo hereje y comunista disfrazado. Como recordó Leonardo Boff en 2024, laicos ricos estadunidenses fraguaron un complot para deponerlo, como si la Iglesia fuese una empresa y el Papa su CEO. Ya en 2017, The New York Times había detectado que el ex jefe de consejeros de Trump, Steve Bannon, buscaba organizar a los prelados ultraconservadores. Ahora, en una coyuntura geopolítica muy particular, el irreflenable Trump −quien según consignó Sergio Rodríguez Gelfenstein nombró a varios católicos claves como el vicepresidente J.P. Vance, el secretario de Estado, Marco Rubio, y el director de la CIA, John Ratcliffe− podría intentar interferir en el cónclave para designar al nuevo Papa a través del mencionado Burke y el cardenal arzobispo de Nueva York, Michael Dolan.